miércoles, 12 de marzo de 2008


La idea, la imaginación, la ficción, la configuración, la designación, la notación son la obra universal de Dios, la naturaleza y la razón, y está en poder de la analogía de aquella el que la naturaleza pueda admirablemente representar la acción divina, y que el ingenio humano pueda emular, por ello, la operación de la naturaleza (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Pero ¿cuál es aquel ojo que ve las domas cosas como se ve a sí mismo? Aquel que en sí mismo ve todas las cosas y él mismo es todas las cosas. Seríamos semejantes a aquel ser excelso si pudiésemos ver la sustancia de nuestra especie; de la misma manera como nuestro ojo se vería a sí mismo, así nuestra mente se comprendería a sí misma... más nuestro intelecto no se ve a sí mismo en sí mismo, sino en una cierta especie exterior, en simulacro, imagen, figura, signo. Esto es lo que, referido por Aristóteles, fue antes expresado por los antiguos y es comprendido por pocos de los neo esotéricos: "entendernos" (esto es, entender las operaciones de nuestro entendimiento) "o es imaginación o no es sin imaginación"... "No entendemos a no ser que especulemos con imágenes"... Y si tal es nuestra capacidad, conviene sin duda que sus obras sean tales que inquiriendo, hallando, juzgando, disponiendo y recordando no se divague fuera del espejo, no se revuelva sin imágenes. De aquí que si por medio de la naturaleza se suministra un espejo terso y plano, también por medio del arte florece y resplandece la luz de las reglas en el horizonte del raciocinio; por ello, según la facultad ensanchada por las imágenes claras y patentes de las cosas, que vienen a nuestra contemplación, nos encaminaremos a la felicidad suma en el múltiple género del acto, la cual se le adjudica especialmente al hombre como propia, en cuanto hombre (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Tres son los principios de todas las cosas: Dios, la naturaleza y el arte; y tres son los efectos: el divino, el natural y el artificial (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Las ideas son causa de las cosas antes de las cosas, los vestigios de las ideas son las propias cosas o lo que es en las cosas, las sombras de las ideas son procedentes de las propias cosas o posteriores a las cosas, de las cuales se dice que son con tanto menor derecho que las propias cosas que salen del seno de la naturaleza, cuanto las cosas mismas son con menor derecho que la mente, la idea y el principio efectivo, sobrenatural, sustantífico, superesencial. En consecuencia se distinguen los entes: en aquellas cosas que son, o cosas, y en esas cosas que son signos o indicaciones de las cosas que son... Nosotros no instituimos de ningún modo un método sobre las cosas, sino sobre las designaciones de las cosas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Hacemos ver el universo según una tercera significación, esto es, como un cierto espejo viviente en el que está la imagen de las cosas naturales y la sombra de las divinas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Así pues las formas, simulacros y signáculos son vehículos y como vínculos, con los que los favores de las cosas superiores ya fluyen, se presentan y se introducen, ya son concebidas, contenidas y guardadas. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Entender es o imaginación o imaginar algo. Por eso sabemos que no se puede realizar ninguna operación conveniente con nuestra naturaleza sin ciertas formas o figuras, que por medio de los sentidos externos son concebidas a partir de los objetos sensibles y que se establecen y se digieren en los sentidos interiores (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Sólo en virtud de aquellas cosas que preexisten en nosotros conseguimos no sólo las imágenes, sino también las formas, virtudes, y en suma la sustancia en aquello que se participan y comunican. Así, por lo conocido adquirimos el conocimiento de lo desconocido... Por lo que tenemos poseído y concebido de antemano logramos aquello de lo que carecemos y deseamos. Sólo recoge el que sembró, y al que nada tiene nada se le dará... Conviene por consiguiente que haya previamente algunos principios y semillas de donde nazca la ilimitada abundancia de las imágenes y las cosas imaginables (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

A la manera como en el centro de la pupila, con una sola mirada indivisible, concebimos la selva de las cosas y contraemos toda su masa en un espejuelo indivisible, así no menos aquella potencia interior y, en cierto modo, más espiritual -establecida en el espíritu imaginativo- que acoge y compone esas especies, debe ser considerada, por el género de la luz, como algo indivisible, de modo que idénticas cosas son la luz, lo iluminado y el acto de la cosa sensible y de la forma, difiriendo solamente por la vista externa, la cual es informada mediante una luz ajena; porque simultáneamente se dan la propia luz y el que ve y, de una manera proporcional, se distingue a luz del sol de la luz de la luna, pues aquella es visible como por algo extrínseco, aquél como por sí mismo. Por último, la visión del ojo se diferencia de la visión del espíritu interno de la misma manera como un espejo que ve se diferencia de un espejo que no ve, mas solamente cuando él mismo pone ante sí un espejo iluminado e informado, de manera que se da al mismo tiempo luz y espejo, siendo en él una misma cosa el objeto sensible y el sujeto sensible.


Este es un mundo y seno en cierto modo incolmable de formas y especies, que no sólo contiene as especies de las cosas concebidas externamente según su magnitud y número, sino que incluso, por virtud de la imaginación, junta magnitud a magnitud, número a número. Y además... no sólo se almacenan en este vastísimo seno las formas de las especies naturales, sino que también se podrán multiplicar fuera de toda proporción en la multiplicidad de las innumerables especies concebibles;... Y con una mezcla semejante a partir de cosas innumerables podemos producir cosas en número ilimitado, además que a partir de contados elementos, con variada coordinación y combinatoria, se componen expresiones de muchas lenguas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Esta potencia es la efectora de las imágenes o por ella el alma es la efectora de las imágenes. A propósito de esto pongamos en medio el parecer de Sinesio el Platónico que así se explicó sobre el poder de la imaginación y el espíritu imaginativo: en la vigilia el sabio es hombre, pero Dios le hace partícipe de sí mismo mientras sueña, lo que nosotros adoptamos en defensa de la dignidad de la vida imaginativa. Pues si es don feliz ver al propio Dios en sí mismo, ciertamente es oficio de una contemplación más antigua y propia captarlo mediante la imaginación. Pues ésta es el sentido de los sentidos, puesto que el propio espíritu imaginativo es el sensorio más común y el cuerpo primero del alma y este cuerpo actúa desde dentro veladamente y tiene a lo principal del animal como alcázar (pues en torno la naturaleza le construyó la entera fábrica de la cabeza). Por su parte, el oído y la vista no son sentidos, sino instrumentos que administran los sentidos para el sentido común y son a modo de porteros o recepcionistas del animal, indicando al señor las cosas sensibles que ocurren en el exterior. En tanto el sentido íntimo está por entero en todas partes; pues oye con todo el espíritu y con todo el espíritu ve, de donde resulta que reparte unas cosas a unos, otras cosas a otros y es como si desde un centro único arrojase innumerables líneas hacia la anchura de la circunferencia, saliendo de allí como de una raíz común, a la que como a su raíz común vuelven. Este, es decir, el espíritu imaginativo, reclama ser el vehículo primero del alma, término medio entre lo temporal y lo eterno, por el que, sobre todo, vivimos; un individuo único hace y recibe todas las cosas que son propias del sentido (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Este espíritu imaginativo dispone de tal manera aquellas especies que recoge, abraza y compone que -como si sacase y abstrayese de ellas algunas cosas excogitables- las introduce, pone, inserta confirma en el almacén de la facultad retentiva. Las llaves, porteros o puertas de este almacén son los géneros de afectos que se definen por el irascible y el concupiscible, el amor y el odio, el temor y la esperanza, la alegría y la tristeza y las especies de admiración... De ahí procede claramente la razón por la que algunas cosas que hemos con frecuencia meditado o que hemos puesto ante los ojos del conocimiento, son apartadas y alejadas de este almacén o triclino de la sagrada Mnemosine, algunas otras empero se deslizan y son acogidas como sin querer y como si la puerta estuviese abierta y en pendiente e inclinado el camino (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

La operación del sentido externo ayuda, como sirvienta, a la operación del sentido interno (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Admirable parentesco que se da entre los verdaderos poetas -a los que se asimilan los músicos por ser idéntica la especie a que ambos hacen referencia-, los verdaderos pintores y los verdaderos filósofos; puesto que la verdadera filosofía es tanto música o poesía como pintura; la verdadera pintura es tanto música como filosofía; la verdadera poesía -o música- es tanto pintura como cierta divina sabiduría. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

La potencia imaginativa es como un pintor, esto es, como el consolidador de imágenes infinitas, que fabrica haciendo múltiples combinaciones con las cosas vistas y oídas. Fácilmente empero podemos conocer a la imaginación, que se rige por las leyes de la razón; siempre muestra y manifiesta, ciertamente, en la superficie de los sentidos el orden y la trabazón más idóneas de miembros con miembros. Más nosotros también enseñamos... el arte que de todas las cosas hace todas las cosas. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

¿Por qué, digo yo, son tan pocos los que comprenden y hacen suyo el poder interior? ... Aquel que ve en sí mismo todas las cosas es, a un mismo tiempo, todas las cosas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Por encima de todo, el pensamiento en Dios. Inserto en todas las cosas, el pensamiento es naturaleza. Penetrando todas las cosas, el pensamiento es razón. Dios dicta y ordena la naturaleza obedece y nace. La razón contempla y discurre (Sobre el triple mínimo, I, 2)

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