miércoles, 9 de abril de 2008


El punto de partida está en los objetos y los estados. Los primeros son los términos del sentir-entender; los segundos lo son del sentirse-afectado. El sentir-entender sólo se puede aprehender a través de los objetos. Éstos y, sobre todo, los estados tienen identidades vagas si se las compara con las más exactas de los objetos de naturaleza matemática y lógica. Globalmente, el mundo es visto como una gigantesca arquitectura o composición de objetos. Los estados hacen referencia al «alma», cuya expresión más directa es la «carne».

Tras explorar las condiciones ontológicas de los objetos (entre otras el espacio y el tiempo) y de los estados (el placer/dolor, el deseo, la necesidad), y las «composiciones pasionales» que forman el tapiz de la vida anímica, el autor examina el pensamiento en sus modos de imaginación y memoria, y en los de entendimiento y razón. Luego estudia constituyentes esenciales de la persona como el «juego simbólico» basado en la imitación o representación, que pone las bases a los procesos de personalización y socialización; el lenguaje, formado esencialmente por nombres de cosas y nexos entre los nombres; y las dos formas principales del discurso, la lógica, que se basa en el principio de identidad objetiva, y la poética, que se funda, parcialmente, en ese principio y, más particularmente, en el de metamorfosis afectiva, a causa de la acción modificadora que ejerce el afecto sobre la percepción de los objetos.

El yo se destaca en el mundo como un «nexo o supernexo sentiente de estados y objetos» desde un punto del espacio y el tiempo marcado por el cuerpo. De ahí que la personalidad consista, como construcción del yo que es, en formaciones o composiciones arquitectónico-musicales de objetos y estados, sobre los que se puede actuar con metodologías propias de una filosofía refundada. En Sobre el fundamento, Liaño insiste en la cuestión de las relaciones entre unidad y multiplicidad, verdad e ilusión, y concluye que la mejor fundamentación de la persona es la que armoniza las disonancias más extremas y lleva al reposo -a un reposo dinámico- los opuestos.

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