El pasado del mundo no es tal y como ahora lo conocemos sino que, en algún momento, la realidad cambió hacia lo que ahora es, quedando pequeñas trazas de aquella existencia en ciertos monumentos o textos que es necesario reinterpretar para descubrir cómo fueron las cosas. El principal paradigma de esto es Aegypto, un onírico país con una historia propia semejante a la del Egipto que conocemos pero distinta, con unos símbolos, monumentos, religión muy parecidos pero con un contenido y significado diferentes. En su búsqueda parte Pierre Moffet, un fracasado profesor de historia obsesionado desde su adolescencia con esa presencia y que después de una serie de casualidades un tanto causales ha encontrado los arrestos para embarcarse en esta aventura.
Entre este cúmulo de azares que no son tal está el descubrimiento de una obra inédita de Fellowes Kraft, autor originario de la imaginaria región de las Colinas Lejanas donde se sitúa la narración, famoso por sus novelas sobre dos personajes históricos del Renacimiento, el filósofo cristiano Giordano Bruno y el alquimista John Dee, médico de Isabel I de Inglaterra. En un giro aparentemente imposible, Kraft comienza esa novela, presente en Aegypto como una historia imbricada dentro de la historia general, con un prólogo que recoge las mismas ideas que Moffet cree suyas, situando la acción en un mundo que es el nuestro pero donde lo magia está inextricablemente unido a lo real. De esta manera se establece un juego de narración dentro de la narración cuyas consecuencias apenas se entrevén.
Lo más fascinante está en la propia propuesta. En esa realidad que ya no es, la astrología, tan depauperada hoy en día, jugaba el papel de una ciencia verdadera, capaz de aportar auténtico conocimiento al ser humano. De hecho los cuatro libros están estructurados entorno a doce grandes capítulos (3 por cada uno) siguiendo los nombres de las olvidadas casas del zodiaco, que no tienen nada que ver con los signos que pueblan hoy en día nuestros periódicos, y que van a ir marcando el desarrollo de los personajes y sus vidas como si fuese una carta astral de la que no pueden escapar.
La principal fuente de la que se ha nutrido Crowley para escribir esta Historia Secreta del Mundo es la tradición hermética, que tuvo capital importancia durante el Renacimiento y que afectó en mayor o menor medida a todos los grandes pensadores de la época, pudiéndose afirmar que todo lo que aquí se encuentra está sacado directamente de ella.Como mero apunte personal, la más atractiva para el lego en la materia es la de Giordano Bruno, cuyo arte de la memoria (el sistema que tenía para almacenar los sitios y acontecimientos) es explicitado no sólo con la precisión de un relojero sino con la nitidez que sólo un gran divulgador es capaz, y que ésta ligada al colorista método que utiliza Moffet para memorizar sus conocimientos históricos, con un sistema más instintivo que el de Bruno pero sin duda análogo. Y es que, como decía antes, las conexiones que se pueden establecer entre cada personaje son interminables.
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