La construcción del templo de Jerusalén proyectada por el rey David es, ciertamente, la solución para centralizar el pensamiento religioso pero es, al mismo tiempo, el origen de nuevos problemas y la canalización de una forma de espiritualidad y religiosidad que encuentra en el tempo, a partir de ahora, el mayor punto de referencia para expresar y manifestar la fe de los creyentes. Con razón interpreta Liaño que con la construcción del templo de Jerusalén el pueblo hebreo da un salto de gigante y pasa de adorar a Dios en un espacio abierto -léase la tienda del encuentro, el arca de la Alianza, el ara de los sacrificios,...- a construir una casa para Dios como escenario al que debe acudir todo israelita en los momentos más importantes de las festividades cultuales.
Etiquetas: ignacio gómez de liaño
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