jueves, 1 de mayo de 2008

trilogía, compuesta por: Apocalipsis, El Elegido y Renazimiento: thriller esotérico

Escribo porque desde siempre he vivido la vida como si fuese una obra de ficción.


Actúo como un director de escena, me gusta la idea de “vivir para contarlo”.

Supongo que comencé a escribir para atrapar ese mundo ficticio que hay detrás de la realidad, por aburrida que parezca; quizá también para mostrar la realidad virtual que nos rodea, es decir: aquello que pudo ser y no es, simplemente porque no supimos cómo manifestarlo.

Por eso mis personajes viven situaciones críticas en los que se ven obligados a dar un paso más; así se tropiezan con todo lo que se esconde detrás del espejo.

Después de todo, yo concibo la novela como el espejo mágico que podemos traspasar, tan sólo con ese peculiar acto de la voluntad creadora que es la imaginación.

El mundo del cómic, y la mitología son grandes influencias en mi obra. Hace muchos años reproducía las historias que leía en los cómics como si fuesen pequeños juegos en la vida real; jugaba pero no era consciente de su trascendencia, lo que podríamos definir como meta-realidad.

Luego pasé a crear mis propias escenificaciones y a inventar mis propios héroes y personajes, de manera que podía crear una especie de espacio virtual, como un estado cuántico en el que la ficción se convertía en realidad.

Todos podemos hacer eso mismo, siempre que entrenemos el vuelo sin motor que es nuestra imaginación.

Vivir es crear, crear es sublimar la realidad. Mis novelas enseñan eso.

Mis novelas contienen un subtexto sarcástico de lo conspiranoico. En las tres se ve que la vida real, siempre oscilando en el filo de la navaja entre lo cotidiano y el caos, es superior a cualquier conspiración artificiosa de cine o de novela.

Ocurre que nuestro subconsciente es siempre malpensado, le busca claves y razones ocultas a las cosas más nimias, y extrae conclusiones inverosímiles que nos llaman la atención por su extravagancia; no es raro que pensemos o incluso que necesitemos creer que alguien maneja los hilos.

La teoría de la conspiración es fruto de la vida tan uniformizada, políticamente correcta y predecible que vivimos.

La comodidad y el nihilismo nos han hecho desterrar la apuesta por el libre albedrío, propia de los grandes cultos del pasado; quizá esto sustituye un poco a la fe perdida, a la mitología inexistente.

Los héroes mitológicos abandonaban la comodidad de su vida y lo arriesgaban todo por un ideal utópico y descabellado.

Nosotros al contrario. Sin embargo, aunque no lo hagamos, no podemos librarnos tan fácilmente de la Sombra que habita en nosotros, como decía Carl Jung.

El ser humano necesita creer, aunque sea en el mal; principalmente en el mal.

Lo cual ya es el primer paso para creer en el bien.

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