domingo, 21 de agosto de 2011


Musapol

Ignacio Gómez De Liaño

Seix Barral. Barcelona, 1999. 255 páginas. 2.500 pesetas

PILAR CASTRO | Publicado el 26/12/1999
Una novela, Arcadia, y una extensa y más que notable obra ensayística, de la que es obligado destacar la trilogía sobre el origen de la novela oriental El círculo de la sabiduría, preceden a esta segunda novela del filósofo, profesor de Estética en la Universidad Complutense de Madrid, Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946).
Pero sobre todo le precede el reconocimiento a una profunda y elaborada teoría del conocimiento materializada en un discurso que se alimenta de axiomas del mundo oriental -en los que reconoce beber no sólo él sino la sustancial trama de principios y verdades del pensamiento occidental- para, sobre ellos, exponer una reflexión profunda, indagadora, coherente y lúcida. Que entronca con diferentes ramas del saber occidental universal y a la vez desarrolla y expone un sólido argumento sobre la fundamental sabiduría de los “mandalas del budismo tántrico”, sobre las formas de pensamiento y actuación a las que debe tender el individuo para eliminar las barreras que constriñen y distraen sus competencias de lo que tendría que ser su esencial actuación humana. De lo que sería, en fin, el camino para alcanzar la victoria de cada uno sobre sus deseos y la consecuente relación armónica con la pluralidad del universo.

Así, todo lo que es expresión de la verdadera realidad, de la verdadera identidad de nuestra condición, es decir, imaginación y afectividad, entendimiento y memoria, se convierten en copiosos y trascendentales materiales de su obra ensayística y los arrastra a sus ficciones encarando la dificultad que supone convertir en material narrativo los principios formales y materiales de un discurso brillante, el de la más moderna filosofía humanista. Y lo consigue con esta arriesgada y compleja epopeya que es Musapol: una fantástica parábola ideada para narrar el viaje en busca de la utopía, la aventura de la experiencia, una discusión sobre los principales males del mundo contemporáneo, una exhibición más que de ideas de conocimientos; como un palimpsesto de viejos enigmas, de antiguas sabidurias, de verdades siempre necesarias, nada concluyentes. Es, huelga decirlo, una lectura difícil, por la complejidad de su estructura y por la densidad de lo que ofrece, destinada, pues, a lectoras y lectores receptivos, reflexivos, cómplices de la gravedad de un argumento que juega con ellos, a sugerir, desconcertar y proponer un festín de imágenes y conceptos nada frecuentes en una novela.

Su forma se presenta con el diseño de un extraño juego literario, de naturaleza poética, enigmática, que se bifurca en tres acciones -y en tres puntos de la geografía mundial, de Occidente a Oriente-, aparentemente desvinculadas e inconexas. En cada una de ellas los personajes son seres ensimismados, volcados en un proyecto que especula con ideas relativas al análisis y la creación de una realidad donde se materialicen los deseos de una nueva forma de sensibilidad “alejada del embrutecimieto actual”. Pero su acción fundamental, la de una extraña comunidad de sabios investigadores, la de una isla tomada por un grupo que ambiciona un sistema de vida sin precedentes..., y la del reencuentro de dos amigos en un viaje que no saben a dónde les conducirá..., consiste en tomar la palabra y relatar y explicar con minuciosa exhaustividad las fuentes de las que bebe un empeño tan severo, tan secreto; las discusiones sobre las que toman cuerpo sus postulados, los objetivos que persigue esa utopía que el lector debe ir componiendo con la manera desusada de esta narración hecha de recuerdos, montada sobre puntos de vista cambiantes y sometida a un estudiado movimiento de rotativos episodios.

Ahora bien, no todo es itinerario verbal en esta historia, aunque el comienzo y parte de la trama necesaria para asentarse en ella adopte el necesario tono explicativo y obligue a un ritmo lento y desconcertante. Tono que empuja a seguir leyendo y se vuelve embaucador cuando se multiplican los significados y los sentidos de ese viaje real a la provincia inventada que es “Musapol”. Ese lugar cuyo trazado armónico permite asistir a la representación de la historia anhelada, a la posibilidad de un nuevo orden humano tejido con las cuatro razones esenciales: imaginación y afectividad, entendimiento y memoria. Entrar en ella, perderse por el recorrido de estancias que el autor propone a quienes lleguen hasta allí, forma parte de esa búsqueda de utopías que respalda este acertado diseño narrativo. Del final, sin final, de esta novela. 

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