Sexo, dinero y poder
Sexo, dinero y poder: entre la prostitución y la liberación
Tema difícil de pensar y de definir desde el lugar de mujer, desde la mirada de género. Las prostitutas nos intrigan, nos amenazan, nos inquietan, nos seducen, nos espantan. La licenciada Adriana Arias bucea en esos rincones de la sexualidad que jamás nos resultan indiferentes, ni a ellos ni a nosotras.
Lic. Adriana Arias
Si hay una categoría amplia y difícil de encuadrar, en nuestro querido género femenino, es la de la prostituta. La prostituta es -siempre- "la otra", esa que, seguramente, imaginamos en el deseo o la fantasía de todo humano masculino.
La prostituta es quien se permite hacer uso de su sexualidad como recurso económico y de poder: es la que cobra por sexo, es la que le enseña al joven iniciado, la que satisface al varón insatisfecho, la que cumple con todas las fantasías, la que --desde ese lugar-- ostenta el dominio sexual sobre el macho.
Pero, veamos. Pensemos... Reflexionemos juntas:
* Si la mujer tuviera las mismas posibilidades de indagar su sexualidad desde siempre, ¿existiría la prostitución?
* La prostitución ha ocupado históricamente el lugar de indagación de la sexualidad femenina y el saber sobre el varón mientras la sociedad se ocupaba de inhibir esta posibilidad en la mujer.
* La prostitución ocupa un lugar de marginalidad social que no es exclusivo de su rol sino que incluye la marginalidad histórica de la sexualidad femenina.
* La indignación de las mujeres alrededor de la sexualidad impide la intriga. Hay una antinomia entre indignación e intriga: nos hicieron creer que la indignación es un modo de defender la dignidad cuando es todo lo contrario. Si la mujer no se libera de su indignación no podrá recuperar su indagación y, por lo tanto, su dignidad.
* A lo largo de la historia, la sociedad patriarcal y machista ha intentado mantener bajo control la sexualidad femenina imprimiéndole normas estrictas y estereotipando modelos femeninos estancos: uno marginal, denigrado, atacado pero reafirmado (la prostitución), y otro, opuesto, "legal" y "respetado": la mujer como símbolo de la maternidad asexuada. Es decir, "la señora" en un rincón y "la puta" por el otro.
El psicoanálisis se ha hecho un pic-nic desgranando el tema desde otras miradas, explorando la simbólica asociación entre sexo, pecado y dinero. Pero esa es otra historia. De lo que se habla muy poco es de otra cosa: de la prostituta que todas las mujeres llevamos adentro. ¿Será así? ¿Me dejan afirmarlo?
Siempre recuerdo una frase de Niesztche que me provocó enormes contradicciones pero que es útil y pertinente en esta ocasión: "cada mujer es una ramera de corazón y hasta que el hombre no comprenda ésto no le será posible penetrar en la virginal pureza de su ser".
Yo creo que es verdad, que todas las mujeres tenemos una ramera dentro que puja por salir y encontrar espacio y destino y que está constreñida por siglos de restricciones morales que la esperaban somnolienta a la hora de hacerse cargo de su propia sexualidad.
De hecho (y como una forma de confirmación) en la mayoría de las mujeres la fantasía más común es la de la prostituta, aquella mujer que tiene permitido el libre uso de su sexualidad. Hablo de la prostituta en tanto perfil de la mujer sexual, en tanto emblema de lo deseado y deseable, en tanto imagen de los permisos, en tanto legalización del poder femenino en el territorio de lo sexual. Hablo del personaje que cobija nuestros miedos y expande nuestros límites, el que nos permite jugar con nuestro cuerpo y representar lúdicamente nuestro despliegue erótico, libre de censuras y restricciones.
Hablo de la prostituta como símbolo, como ícono. Esa prostituta nos representa. Forma parte de nosotras como género. Nos permite desvestirnos de pudores y mostrar el deseo que nos habita, expresarnos de maneras no habituales, ponerle precio al intercambio y adueñarnos del poder en la escena vincular.
¿Y el varón? Puedo arriesgar que muy probablemente estará encantado de poder permitirse ver a su mujer más allá de lo esperable, algo que sin duda lo ayudará a vencer sus propios temores y le permitirá atreverse a jugar con su imaginación desde el personaje
Liberemos nuestras fantasías y eliminemos nuestros fantasmas. Saltemos sobre los pudores y démosle rienda suelta a la ramera que, sin duda, está más cerca de lo que nos permitimos creer.
Adriana Arias, psicóloga, psicodramatista, sexóloga y autora del libro Locas y Fuertes y Bichos y Bichas del Cortejo.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio