Jesús no escribió nada, excepto la efímera frase en la tierra con su dedo
Cuando hablamos del Nuevo Testamento nos hacemos a la idea de la existencia de un “Antiguo”. Esto no siempre fue así. Lo que los primeros cristianos llamaban “Palabra de Dios” se encontraba registrada en los textos de la Biblia judía. A estos textos se les conocía como “la Escritura” o “la Ley y los profetas”. En los orígenes de la Iglesia cristiana no había otra cosa que esto, los libros que contienen lo que ahora llamamos “Antiguo Testamento”. Sin embargo, un cristiano leía de manera diferente los escritos de Moisés, los Salmos y las profecías a como los leía un judío en el primer siglo de nuestra era.
El judío leía teniendo como fundamento central el “pacto” hecho por Dios con el pueblo de Israel y sus promesas derivadas de ese “pacto” [La palabra berit, que significa precisamente “pacto” también se traduce como “testamento”, de allí el nombre de Antiguo y Nuevo Testamento]. El cristiano, en cambio, leía los escritos antiguos a través de unos “lentes” que permitían ver un nuevo mensaje. Estos “lentes” son la predicación y la vida de Jesucristo. La vida y mensaje de Jesús permitían ver el cumplimiento de la promesa de un “Nuevo Pacto” hecho por Dios con la humanidad a través del mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo, su Hijo. Esta promesa ya se encontraba anunciada en los escritos sagrados de los judíos, sólo que para poder encontrarla se necesitaban los “lentes” de la fe en Jesucristo.
Pero Jesús no escribió nada, excepto la efímera frase en la tierra con su dedo (Juan 8:6). No dejó ninguna “autobiografía” ni ningún escrito de su mensaje. Durante años tampoco los cristianos escribieron al respecto. La predicación cristiana se trasmitía de forma oral; se predicaba la vida de Jesucristo enfocándose principalmente en el mensaje de su muerte y su resurrección a la luz del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo y a la humanidad en los escritos sagrados de los judíos.
El Nuevo Pacto incluye a los que era gentiles..
El judío leía teniendo como fundamento central el “pacto” hecho por Dios con el pueblo de Israel y sus promesas derivadas de ese “pacto” [La palabra berit, que significa precisamente “pacto” también se traduce como “testamento”, de allí el nombre de Antiguo y Nuevo Testamento]. El cristiano, en cambio, leía los escritos antiguos a través de unos “lentes” que permitían ver un nuevo mensaje. Estos “lentes” son la predicación y la vida de Jesucristo. La vida y mensaje de Jesús permitían ver el cumplimiento de la promesa de un “Nuevo Pacto” hecho por Dios con la humanidad a través del mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo, su Hijo. Esta promesa ya se encontraba anunciada en los escritos sagrados de los judíos, sólo que para poder encontrarla se necesitaban los “lentes” de la fe en Jesucristo.
Pero Jesús no escribió nada, excepto la efímera frase en la tierra con su dedo (Juan 8:6). No dejó ninguna “autobiografía” ni ningún escrito de su mensaje. Durante años tampoco los cristianos escribieron al respecto. La predicación cristiana se trasmitía de forma oral; se predicaba la vida de Jesucristo enfocándose principalmente en el mensaje de su muerte y su resurrección a la luz del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo y a la humanidad en los escritos sagrados de los judíos.
El Nuevo Pacto incluye a los que era gentiles..
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