jueves, 14 de mayo de 2015

Si la realidad depende de cómo la miramos; podemos trabajar nuestra mirada, y de este modo alterar  las apariencias. No hay aquí ninguna idea de creación “de la nada” que abra un abismo sobre el que el pensamiento racional se vea incapaz de tender un puente.

Parte de la grandeza del sujeto, es la capacidad para hacerse dueño de sus representaciones mentales. Tu mente comienza a ser tuya cuando reparas lo mucho que tienes de prestado.

En la escuela no se enseña a usar la imaginación, a asociar lo nuevo con lo viejo, para que se evoquen mutuamente, ya sea por similitud o contraste, por cercanía o temporalidad, por contiguidad o contingencia.

"Ninguno de los libros de este mundo/ te aportará felicidad,/ pero secretamente te devuelven/ a ti mismo./ Allí está todo lo que necesitas,/ sol y luna y estrellas,/ pues la luz que reclamas/ habita en tu interior./ Ese saber que tanto buscaste/ en bibliotecas, resplandece/ desde todas las páginas,/ puesto que es tuyo ahora". El poema "Libros", de Hermann Hesse, resume esa alquimia única, difícil de explicar al que no la ha vivido, entre los libros y nuestra interioridad. Vivir esa suerte de éxtasis que comienza con la sensualidad tipográfica y termina en ese lugar lleno de sol, luna y estrellas que tenemos todos dentro, nuestra propia "tierra incógnita".

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