jueves, 24 de abril de 2008

Gómez de Liaño mantiene viva la vocación peleona en su última obra

Si la obra de un autor fuera un territorio, la de Ignacio Gómez de Liaño tendría lugares con nombres como Oriente, cifra, espíritu, psicodelia, comuna, cuerpo, andrógino, Apocalipsis. Espacios diversos para una obra muy vasta ya. En el centro, y presidiéndolo todo, la imaginación.

Es un juego, claro, porque los lugares también podrían llamarse Occidente, ciencia, provocación, Eros, el binomio sentir-entender, Dios. Y podría hablarse también de memoria en vez de imaginación ("son facultades que tienen mucho en común: una hacia el futuro; la otra, hacia el pasado", dice el escritor y filósofo). "La imaginación ha sido el gran tema de toda mi obra", explica. "No sólo como una facultad esencial para la creación artística literaria, sino como algo imprescindible para la formación personal y los movimientos sociales, para conservar la salud psicológica".

Hipatia, Bruno, Villamediana (Siruela), la última entrega de este pensador atípico y heterodoxo, reúne tres piezas dramáticas. Las recorre un hilo conductor: tratan de pensadores que se enfrentaron a unos poderes que pretendían reinar sobre las conciencias de su tiempo, y lo pagaron. Hipatia, matemática y astrónoma y directora de una academia de filosofía en Alejandría, fue linchada el año 415 por unos fanáticos cristianos. Giordano Bruno, el fraile que recorrió Europa defendiendo la filosofía natural, fue quemado en 1600 en Roma por hereje. Juan de Lassis, conde de Villamediana, molestó por su libertad de espíritu a la rígida corte de Felipe IV y fue asesinado en la calle Mayor de Madrid en 1622, con la complicidad del conde-duque de Olivares.

El interés de Gómez de Liaño por la imaginación lo ha llevado a recorrer un montón de caminos para explorar su inagotable riqueza: la investigación filosófica, la elaboración de su propia filosofía y la creación literaria (novelas, poemas, textos dramáticos). "Junto a la imaginación, he dado mucha importancia a las ficciones. Pero no como productos literarios ajenos, sino como parte esencial de la vida".

"Mantengo viva la llama de la experimentación", dice. Y una vocación peleona que demuestra al hablar sobre Hipatia, una de las piezas de su último libro: "La intolerancia de los cristianos que la asesinaron tiene mucho que ver con el fundamentalismo islámico de ahora". Él se coloca siempre del lado de los provocadores. Como Bruno y Villamediana, espíritus libres perseguidos por la mediocridad dogmática.

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