Opinión:
Las pruebas para los emergentes
Carry Trade, y burbujas en las economías emergentes son las pruebas que vienen.
David Wessel La crisis asiática de fines de los años 90 les enseñó una lección a los mercados emergentes: tratar de mantener un tipo de cambio fijo puede desencadenar una catástrofe si un país se aferra a esta política por demasiado tiempo.
Los gobiernos no tenían las reservas o la capacidad de elevar las tasas de interés lo suficiente para apuntalar sus monedas. Estas colapsaron y arrastraron a bancos y empresas con mucha deuda en moneda extranjera.
Antes y durante la crisis reciente, varias economías latinoamericanas y asiáticas -con la notable excepción de China- permitieron la fluctuación de sus divisas. Las tasas de cambio flexibles ayudan a absorber los shocks. Sin la necesidad de defender un tipo de cambio fijo con altas tasas de interés, los bancos centrales de los mercados emergentes redujeron los intereses y protegieron parcialmente a los deudores domésticos de las turbulencias. Brasil, por ejemplo, redujo sus tasas en 2,75 puntos porcentuales y vio como el real se depreció 35% durante los meses en que la crisis arreciaba.
Los mercados emergentes más afectados fueron los de Europa del Este que le dijeron a su población que las tasas de cambio no variarían. Letonia defendió al lat y acabó en la unidad de cuidados intensivos del Fondo Monetario Internacional. Polonia, en cambio, no pretendió que podía contener la marea. Permitió la flotación del zloty y le fue mejor que a sus vecinos.
Sólo una parte
Los tipos de cambio sólo cuentan una parte de la historia. Varias economías emergentes acumularon gigantescas reservas en dólares, como un seguro para evitar viajes indeseados al FMI. Los países con sistemas bancarios robustos salieron mejor parados de la crisis. La poderosa economía china capeó la tormenta y mantuvo su moneda atada al dólar. La Reserva Federal, por su parte, canjeó dólares por moneda local con los bancos centrales de Brasil, México, Corea del Sur y Singapur para que estos se los pudieran prestar a sus bancos y, de esta manera, eludir los atribulados mercados cambiarios.
Los argumentos sobre el mejor régimen cambiario a menudo son más religiosos que empíricos. En esta ocasión, las pruebas empíricas son fuertes. A los países que permitieron la flotación libre de sus monedas les fue "inmensamente mejor", dice el economista de la Universidad de California en Berkeley Barry Eichengreen.
Lo peor de la crisis financiera quedó atrás y los inversionistas que se refugiaron en masa en la seguridad que ofrecía el dólar están trasladando sus fondos a lugares más atractivos. Como resultado, el dólar ha vuelto a caer y las monedas de los mercados emergentes se han disparado. Los libros de texto dicen que eso debería ayudar a restaurar el equilibrio de la economía mundial: Estados Unidos debería importar menos y exportar más y los países asiáticos deberían hacer lo contrario. Pero los países emergentes que han utilizado las exportaciones como camino a la prosperidad no están muy convencidos. Su preocupación es justificada.
Lo último que necesitan Brasil, Corea del Sur y otras economías en desarrollo es un alza insostenible en los precios de sus acciones, bienes raíces o monedas, es decir una burbuja provocada por el ingreso de capital foráneo.
Varios países están interviniendo en los mercados cambiarios para contener la apreciación de sus monedas y proteger a los exportadores. Tailandia, por ejemplo, ha gastado US$ 15.000 millones en lo que va del año en estas intervenciones, según su ministro de Finanzas. Se trata de una respuesta que puede ser contraproducente si los mercados deciden que un gobierno está tratando en vano de impedir el alza de su divisa.
En última instancia, los mercados emergentes afrontan dos grandes obstáculos fuera de su control. Las bajas tasas de interés en EE.UU. tientan a los inversionistas a tomar prestado en dólares e invertir en mercados emergentes, donde las economías se están recuperando y las tasas de interés son más altas. A ello hay que sumar la negativa de China de permitir que el yuan se aprecie contra el dólar, lo que hace que sus vecinos sean renuentes a permitir que sus divisas suban mucho frente al dólar.
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