Giordano Bruno
Bruno era consciente del poder de la magia ritual y la tradición oculta,
pero sabía que una gran parte de ellas no eran más que superstición, fantasía
descabellada y meros deseos tomados por realidades. Sabía que la magia ritual
producía resultados, pero lo atribuía al poder hipnótico del ritual en sí.
Sabía que los símbolos y los encantamientos pueden ejercer una poderosa
influencia sobre la mente, y que los resultados dependían de las motivaciones
de los participantes.
Si la intención de uno es corromper o desestabilizar,
entonces el resultado podría ser definido como «magia negra», mientras que los
«magos blancos» recurren al proceso ritual para producir un resultado positivo
o, cuando menos, neutral. En cualquier caso, el poder del ritual siempre
depende de las características mentales y emocionales de las personas
involucradas y no tiene nada que ver con fuerzas externas como espíritus o
demonios. La única fuerza que actúa es el poder de la mente humana.
Bruno sentía una empatía natural hacia la teología precristiana de los
antiguos egipcios, y la consideraba más próxima a la fuente de la Verdad. Para
Bruno, las antiguas enseñanzas poseían una pureza y una simplicidad que todavía
no habían sido mancilladas por una organización corrupta, en tanto que
consideraba a la Iglesia y sus estamentos administrativos como una fuerza
destructiva.
Hoy en día nuestra percepción de lo oculto y la magia es muy diferente a la
que tenían los hombres del Renacimiento. Si llegamos a pensar en esas cosas,
visualizamos lo oculto como algo oscuro y aterrador, la trama de una película
de serie B, o lo desechamos como meramente fantasioso. Pero Bruno, quien epitomizaba
el enfoque de la inmensa mayoría de intelectuales del Renacimiento, consideraba
lo oculto como un patrón de ideas, una red de conceptos a la cual se podía
acceder para adquirir una mayor comprensión del universo.
El Renacimiento dio
cuerpo al concepto de la fusión de disciplinas aparentemente inconexas, y la
intelectualidad del siglo XVI pensaba de la misma manera con respecto a lo
oculto. Muchos filósofos se dedicaron con entusiasmo a amalgamar ideas
procedentes de la tradición hermética con la filosofía natural, el arte, la
poesía, el estudio del lenguaje, la retórica, la medicina, la música e incluso
la arquitectura y la ingeniería, en un intento de producir una dinámica que
acabase llevando a una gran revelación. De hecho, la esencia del gran logro de
Bruno radica precisamente en su convicción de que podía mejorar sencillamente
el mundo si fusionaba con éxito la filosofía natural y la tradición oculta, las
antiguas religiones y el cristianismo.
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