carismaticos catolicos y neopentecostales
Celebración y liberación en la espiritualidad pentecostal
1.1. Nueva ida en Cristo: liberación y salvación.
Todo hermano o hermana pentecostal hablará de sí mismo como una nueva criatura: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es las cosas viejas pasaron y he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). La conversión de una criatura vieja a una criatura nueva se consigue por la fe en Jesús como único y suficiente salvador (en esto se insiste remarcadamente), y también mediante la acción del Espíritu que hace posible la transformación profunda de la persona.
De la conversión se dice que es un encuentro personal con Jesús, el cual suele ser profundo y dramático como el encuentro del propio Pablo (Hec. 9:1-9). El cambio o transformación que se opera en las personas a partir de este encuentro con Jesús es verdaderamente asombroso, y le ha ocurrido a miles de personas en el seno del pentecostalismo, y muchas veces a las personas temerarias y enemigas de la fe, igual que Pablo.
La condición pasada, (condición pecadora) es percibida como obscuridad, esclavitud inconsciencia siempre recuerda "el Señor tuvo misericordia de mí y me sacó de las tinieblas a la luz", "antes, en la vieja vida, éramos esclavos del pecado, pero el Señor nos ha liberado". Por eso se canta con mucho gozo "libre tu me hiciste libre oh mi buen Señor, rotas fueron las cadenas que estaban atando a mi corazón". La nueva condición en cambio es percibida como una hechura nueva, una resurrección con Cristo, vida de luz, estado espiritual que le iguala con los ángeles celestiales, por eso nunca se olvida el momento cuando ocurrió la conversión.
También se percibe la condición pasada como un estado de inferioridad de la persona, causada no siempre el propio pecado, sino también por las fuerzas del mal presentes en el mundo que afligen su alma y limitan su condición humana así por ejemplo, la inconsciencia: "antes yo no sabía lo que hacía pero el Señor me abrió los ojos y me dio la oportunidad de servirle sólo a El" la mala vida de parientes cercanos, el descarrío de los hijos, situaciones conflictivas en el hogar, desempleo, pobreza extrema, rupturas familiares, etc. Son situaciones que hacen sentir fragilidad y debilidad humana y llevan finalmente a la persona a un encuentro dramático con Jesús.
La conversión entonces realiza una liberación y una nueva creación, por eso se identifica también con la salvación (ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús), pero esta liberación-salvación que se recibe se probará constantemente en la vida diaria.
Cuando se opera una transformación radical de la vida de la persona, ésta se consagra por entero a Dios, entablándose a partir de entonces una encarnizada lucha con las fuerzas del mal que siguen jalonando hacia la condición pasada el Espíritu de dios es el instrumento que le permitirá a la persona ganar su batalla diaria la lucha es individual, pero la victoria se celebra en comunidad.
En la nueva vida que empieza la persona es incorporada a una comunidad que le recibe con gozo y le acompaña y protege, pero así mismo, esta comunidad es la vara que mide el grado de crecimiento espiritual que la persona va alcanzando en su nueva vida. En esta comunidad la persona tiene que dar evidencias concretas de esa novedad de vida: rechazo absoluto de las "cosas viejas" (el viejo hombre), fraternidad, solidaridad, amor por el hermano y hermana, adoración profunda y respeto por todo aquello que es objeto de su fe.
Esta constatación se realiza principalmente en la experiencia testimonial a través del culto, por eso asistir al culto es condición obligatoria para la pertenencia al cuerpo de Cristo "No dejen de congregarse como muchos tienen por costumbre" (He. 10:25). El que deja de asistir al culto o deja de participar visiblemente en la celebración de su fe (a través del testimonio y los diversos ministerios), dará muestras de enfriamiento espiritual o "descarrío" esta señal será suficiente para que la comunidad de fe se ponga sobre aviso en relación con lo que pueda estar ocurriendo a la persona.
1.2. Liberación de la exclusión.
Para la gente pentecostal, el Espíritu que descendió en pentecostés para llenarlo todo, y a todos, y a todas, es un regalo que ha llegado de parte de Dios para liberar de temores, ataduras, enfermedades, fuerzas diabólicas, opresión, sufrimientos, limitaciones humanas, y discriminaciones. De esta forma Dios se muestra solidario con la debilidad humana.
El Espíritu es en esta dinámica el instrumento que une la vida propia con la vida de D y en esa unión está la liberación, por eso se buscará con insistencia y esmerada dedicación.
La persona, investida de la gracia que el Espíritu Santo le confiere, empieza a participar activamente en la comunidad se hace útil y sirve a los propósitos divinos en la diversidad de ministerios. Esta participación es de una importancia vital porque contribuye para una reconstrucción de la persona en el plano individual y social.
Aquella persona que viene marcada por la experiencia de la exclusión y la marginalidad social, que ha sido sólo un número en largas filas de espera en la escuela, el hospital, en los centros de beneficencias, deja de ser un rostro desdibujado en la multitud, sin nombre, y se vuelve ahora una persona importante, para Dios primeramente, y también para sus hermanos y hermanas de fe, quienes a diario le dan muestras de esta nueva realidad en su vida. En la dinámica del Espíritu y en la experiencia comunitaria renacen sus esperanzas, y un renovado gusto por la vida comienza a motivarle hacia la superación personal y espiritual.
1.3. El culto pentecostal: fiesta de comunión.
El carácter festivo es otro aspecto vital en la adoración pentecostal. El culto y la vida toda son un himno de alegría alegría por el perdón, la salvación, el Espíritu de Dios que se recibe y por la novedad de vida que se inaugura a partir de la conversión. Por eso el culto es una experiencia gozosa y festiva donde las tristezas y quebrantes se transforman en risa santa. El culto es una fiesta porque El Cristo vivo está en medio de la comunidad que ha resucitado juntamente con El, acompañándole, sanándole, restaurando sus vidas, enseñándole, y como dijo el mismo Jesús, en su presencia no cabe hacer ayuno, sin sólo hacer fiesta (Lc. 5:34)
Para que podamos valorar la Fiesta como experiencia cristiana, pensemos en el sentido teológico del descanso de Dios como Fiesta.
La Fiesta "Fest" es un concepto alemán, proviene del término latino "Feraie" o "Feria", que significa días en los que no se ejerce ninguna ocupación. Esta es la idea del descanso sabático. La legislación sacerdotal del Código de la Alianza implica que por su trabajo el ser humano imita la actividad del Dios Creador. Con el tiempo libre, "Feria", o el reposo en el séptimo día, imita la "Feria", o el reposo sagrado de Dios (Ex. 31:13)
La principal característica de la "Feria" de Dios (descanso de Dios) es la libertad y soltura del que sabe recrearse contemplando con admiración y regocijo, aceptando que la vida es un don y una gracia y vale la pena vivirla (Gen.1:31, 2:1-3).
En la opinión del filósofo Otto Fiedrich Bollnow esta es la esencia del espíritu festivo: "El temple anímico de la fiesta es un flotar libre. Abunda la risa, la naturalidad, la expresión libre estallan los colores brillantes, el baile. La alegría de vivir alcanza su grado máximo".
De acuerdo con esta descripción del espíritu festivo, Dios es el primero en festejar y recrearse deleitosamente en el día de su descanso, y como creador del descanso, la Feria, le ofrece a los seres humanos la posibilidad de redimir el desgaste de la vida a través de la experiencia festiva y gozosa de los y las que entran en su reposo.
El gozo y la alegría relacionada con el culto tiene un gran sentido para la gente sufrida de nuestros pueblos que han perdido en la complicada trama de sus vidas los motivos para celebrar y estar en fiesta. La opresión por el trabajo, la enajenación del tiempo libre, la exclusión, la soledad, la miseria, la insolidaridad, el individualismo, hacen marchitar la esperanza de los pobres, la alegría se ausenta, la posibilidad de estar en fiesta y recrearse es lejana.
En el culto pentecostal, como comunidad que celebra al Jesús resucitado y hace fiesta en su presencia, la gente recupera el espíritu festivo que ha perdido. Esto es posible gracias a la acción de su Espíritu. El Espíritu de Dios vuelve el culto una Fiesta. En esa fiesta reina la alegría en esa fiesta hay música, danza espiritual, abundan los abrazos y gestos humanos alegres, la intercesión mueve a la solidaridad y provoca muestras de cariño la proclamación reanima la esperanza, se oye !Aleluya!, ofrendar es un acontecimiento feliz porque hasta el más humilde y pobre puede entregar sus dones. El afecto y la ternura se comparten, se suelta la lengua se desatan las inhibiciones, las emociones se liberan, los sentimientos afloran, los sentidos se llenan del poder del Espíritu, todo se vuelve fiesta. Fiesta que reúne a los pobres, fiesta que celebra el amor, la justicia, la paz, la hermandad, la solidaridad. Y esta experiencia particular de fe, alegría y comunión, le permite a las personas enfrentar las durezas de lo cotidiano con fuerzas y energías renovadas.
Pero hay algo más que es importante destacas y es que en esta fiesta cada uno y cada una es importante. En esta fiesta "el yo personal" tradicionalmente olvidado, recupera su importancia. Ahora puede disfrutar de un nombre, una identidad y de una fraternidad que le dignifica frente al mundo. Esto se vive en el culto a través de la alta participación del pueblo en el desarrollo del mismo, pero también a través de la libertad que el Espíritu otorga para adorar a Dios con todos los sentidos.
Hay un momento muy especial cuando es posible apreciar la realización simbólica del "yo personal" en el culto pentecostal se trata de las oraciones al unísono y en voz alta que tanta extrañeza causa a algunas personas.
Este es uno de los momentos durante el culto cuando la persona se realiza en la compañía de otros. Todos hacen una oración a la vez y crean entre todos un ambiente que resguarda la intimidad de cada uno y cada una, pero al mismo tiempo, en la grata compañía de los otros que permanecen cada uno al lado del otro. Esto tal vez parezca un desorden litúrgicamente hablando, pero al valorarlo desde la perspectiva de la participación popular, que es tan importante en el culto pentecostal, nos resulta un gesto litúrgico con mucho sentido en la dinámica del grupo.
Por diversas razones a algunas personas se les hace difícil orar en público, pero al crearse una situación comunitaria en la que cada quien tiene la misma oportunidad de dirigirse a Dios en público y en voz alta, sin que su oración sea escuchada por todos, pueden desinhibirse y participar, con la certeza al mismo tiempo de que con su oración están contribuyendo al desarrollo del momento litúrgico.
Es una forma distinta de la meditación personal y silenciosa que a veces se utiliza en algunos cultos, especialmente para los momentos de confesión. Ofrece casi las mismas posibilidades de contribución personal y comunitaria al desarrollo del culto, sólo que la otra forma es una innovación, y exige una mayor entrega en el sentido de que las personas se arriesgan a salir de su intimidad tan celosamente resguardada y se abren a la posibilidad de descubrir su fragilidad humana ante los demás.
II. LA EXPERIENCIA DE DIOS EN EL PUEBLO PENTECOSTAL.
2.1. No somos de este mundo
La separación del mundo y la absoluta entrega a Dios es la nota característica de la espiritualidad pentecostal. Queremos apuntar aquí algunas cosas que nos ayudarán a comprender la perspectiva pentecostal sobre este aspecto distintivo.
La comunidad apostólica que el pentecostalismo busca restaurar también se impuso una distancia frente al mundo porque la segunda venida de Cristo se esperaba para un futuro muy próximo, entonces había que estar preparados y santificados para el gran momento. La segunda venida marcó el desarrollo histórico de la comunidad apostólica e impuso un comportamiento comunitario de rigurosa entrega a Dios el pentecostalismo vive pendiente también de la segunda venida de Cristo, por eso la constante preocupación por la predicación y la necesidad de mantenerse apartados del mundo, a la espera del gran acontecimiento.
Pero aparte del componente doctrinal, que ciertamente es determinante, existe también una clave sociológica para analizar este distintivo particular y es que la gente pentecostal, pobre en su mayoría, necesitada de Dios en más de una forma, ha aprendido a confiar que Dios actúa en su vida diaria y se puede por lo tanto depender El y en realidad, en este mundo de creciente miseria y marginalidad social, en donde no es posible obtener ni los más elementales medios de vida, a estas personas sólo les queda su fe para sobrevivir.
Por otra parte, la separación del mundo ha sido interpretada por algunos sociólogos de la religión como una protesta simbólica hacia el mundo que le ha excluido y marginalizado: "cuando yo estaba en el mundo no era feliz", es una expresión que se escucha a menudo en los testimonios de los nuevos convertidos, "este mundo nada ofrece, Cristo ofrece salvación" es otra expresión muy escuchada. El mundo se ve como malo porque no contribuye al bienestar y felicidad ni a la realización personal de los pobres, por eso el rechazo categórico a todo aquello que proviene del mundo: vicios, bailes, modas, etc.
Podría argumentarse en contra de esta "protesta simbólica" que carece de una lectura política de la maldad del mundo eso es cierto, pero debemos olvidar que el pueblo pentecostal proviene de los estratos sociales más bajos de la sociedad, en primero lugar, y no se conocen categorías de análisis de la realidad ni cosa que se le parezca, de manera que la lectura que hacen del mundo carece del ingrediente político. Y por otra parte, es un movimiento muy marcado por el fundamentalismo religioso que heredaron las misiones extranjeras que los originaron, en la mayoría de los casos, pues hay excepciones aún así, hay quienes opinan que la lectura no es del todo ingenua, pues establece una diferencia: " no somos de este mundo" (Jn. 17:14-16), y busca una confrontación: "No temáis, yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33)
2.2. Vencer el mundo a través de una vida nueva
En la vida nueva la gente logra prospera en más de un sentido. Primero porque aprende una nueva forma de socializar que le realza como persona y en esa experiencia se siente crecer los testimonios en ese sentido abundan "Yo no le importaba a nadie", "Yo estaba perdido, la gente me rechazaba", "Yo peleaba mucho, pero ahora me llevo muy bien con mis vecinos y amigos", "Yo no sabía leer y ahora leo la Palabra de dios", etc.
En segundo lugar, podemos mencionar el hecho de que en la nueva vida se abandonan los vicios que resultaban en detrimento económico dando lugar a la prosperidad material, lo cual es percibido como una bendición en tercer lugar, la gente siente que el mundo con todos sus atractivos (fiestas, tabaquismo, alcohol, modas) no puede sustituir el placer que se obtiene mediante la celebración de la fe en la comunidad hay testimonios también en eses sentido, "el mundo cree que nosotros no nos gozamos", " el mundo piensa que nosotros no hacemos fiesta", "la fiesta del mundo es engañosa, esta es la verdadera fiesta" refiriéndose al culto del cual disfruta tanto.
En la nueva vida se experimenta también un nuevo valor para el cuerpo humano, porque ahora es "templo y morada del Espíritu Santo" y por lo tanto hay que cuidarlo. Orar por los enfermos puede ser en este sentido no sólo la imitación de una práctica del pasado, sino un signo real y concreto de que nuestros cuerpos rechazados, desechados por el mundo, son importantes para Dios. La oración por los enfermos es uno de los gestos más nobles de los que se disfrutan en la nueva vida, en primer lugar porque la gente recibe sanidad, y también porque ésta va acompañada de la ternura, la compresión y el cariño que ningún centro de salud en este mundo deshumanizado es capaz de ofrecer.
Hay personas tan necesitadas de ese toque tierno que a menudo solicitan la oración pro alguna dolencia, más que todo porque en ese momento reciben gratuitamente una porción de cariño de parte de Dios, que pasa sus manos sanadoras por su cuerpo doliente, y también de parte del líder eclesial o pastor que hace la oración, quienes a menudo le abrazan también haciéndole sentir estimado, y de la comunidad que se acerca para preguntar o le visita en casa para animarle y acompañarle en su aflicción.
Vencer al mundo según esta perspectiva significa poder valorar altamente todo lo bueno y significativo que la novedad de vida aporta a las personas y no necesitar ya más ninguna otra cosa. En ese sentido, sólo pueden vencer al mundo aquellas personas para quienes esta novedad de vida significa una verdadera redención y liberación. Teniendo claridad sobre este valor entonces se luchará con afán contra las tentaciones que ofrece el mundo y se logrará la victoria una vez que se establezca la radical diferencia: "no somos del mundo", sino que pertenecemos a una sociedad celestial en donde se ensayan formas de vida basadas en el amor, la fraternidad, la solidaridad.
2.3. Este es nuestro racional culto
Según los consejos del Apóstol Pablo, el culto a Dios es el que hacemos con nuestros cuerpos, es decir nuestro ser, nuestros sentidos, nuestro esfuerzo de fidelidad, nuestras vivencias, nuestro compromiso nuestra entrega personal en la vida diaria: "Así que hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer" (Rom. 12:1 Versión popular 2da edición). Esto quiere decir que nuestra entrega personal en la vida diaria, en adoración y servicio, tendremos la ofrenda perfecta para hacer la paz con Dios.
La racionalidad (o verdad) que el apóstol propone se opone a la racionalidad o verdad del culto judío institucionalizado aquel culto basado en la Ley de los hombres, excluyente y discriminatorio, pierde su vigencia ante la Ley del Espíritu que es una Ley inclusiva y liberadora. Por eso el culto "verdadero" no se podrá experimentar a través de esquemas que impidan la participación popular y niegan la integralidad de la persona. El cuerpo como modelo de adoración si ofrece esta posibilidad.
2.4. Adorando desde lo profundo con nuestro cuerpo vivo.
La perspectiva del cuerpo como modelo de adoración, establece una estrecha relación entre el culto y la vida, y tiene a su vez grandes implicaciones pastorales, principalmente para el pueblo pentecostal:
a) Partir del cuerpo para los procesos de adoración, es a partir de la experiencia de vida de los adorantes.
Nuestros cuerpos lloran, son felices, sufren castraciones, limitaciones, tragedias, cuerpos que muestran signos de vida o de muerte. Nuestro cuerpo vivo, aquel del cual habla el Apóstol, es el ser humano que vive realidades concretas, que se ubica en una historia particular, se encarna en una cultura de sufrimiento y opresión, que se acerca a Dios con humildad, en reconocimiento de sus limitaciones, el que sueña con un mundo mejor, que construye esperanzas, que asume compromisos, que enfrenta peligros, que se solidariza en la adversidad, que cree en la actuación de Dios en el mundo.
Según esto, nuestro cuerpo vivo, nuestro ser, es el que establece el tiempo litúrgico, se encarna en la historia y la cultura propia, toma el pulso de la celebración de fe marcando el ritmo y moviendo hacia las acciones y compromisos.
En la experiencia pentecostal esto es en realidad. En un programa de radio en el que se entrevistaban a algunos líderes religiosos, un hermano llamó por teléfono y pidió que se hiciera oración por él porque ese día asistiría a una importante entrevista para un trabajo. El quería que Dios le ayudara a salir de la prueba, pues necesitaba el trabajo. El haría su mejor empeño, pero confiaba que Dios le animaría de una forma especial. Durante el desarrollo de programas muchas otras personas llamaron solicitando también la oración por diversos motivos al final de la entrevista los pastores hicieron una fervorosa oración a favor de todas las personas, con nombres y apellidos, y por cada uno de los motivos expuestos. Eso de liturgia en el sentido que señala Pablo, es decir servicio a Dios, culto a su nombre y su poder, invocación de su presencia y compañía en la vida diaria.
b) El cuerpo como modelo de adoración refiere además a una dimensión personal, individual, que es también muy importante en la experiencia pentecostal. Nuestro cuerpo vivo experimenta sentido de pertenencia, tiene nombre, por lo cual no pasa desapercibido.
De ahí se desprende la importancia que se le da a la persona en el culto pentecostal, donde el ser humano, no importa cuán humilde sea, o cual indocta sea, puede sin embargo participar y hacerse notar en la comunidad mediante el don del Espíritu Santo.
c) Y por otra parte, y esto también es muy importante en el pentcostalismo, nuestro
cuerpo vivo es un templo en el que se reverencia a Dios día y noche, por las calles, en el hogar, la escuela, el trabajo. Los espacios, lugares, tiempos específicos y cualquier otra limitación de tipo físico, desaparecen como mediación. Según esto el ser humano es capaz de acceder a Dios directamente, en una relación constante mediante la oración y la adoración fervorosa y el testimonio evangélico en la comunidad.
Jesús ya se lo había dicho a la mujer samaritana "Dios es Espíritu y todos los que adoran, en Espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn. 4:21-24). "El Día vendrá, y ya es la hora...dice Jesús...cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad" (Jn. 4:23=.
A manera de conclusión
El cuerpo como punto de partida para la adoración representa la posibilidad de un modelo menos estructurado para el culto, no necesariamente sin rito, pero si más libre y de mayor acceso a la participación de la gente. No es que se menosprecien las formas más estructuradas y elaboradas, sino que nos ayuda a valorar otra lógica litúrgica. A partir de esta otra lógica es posible dar lugar a lo que el sentimiento o el corazón y no sólo la razón, puede aportar para que la experiencia de adoración produzca verdadero gozo cristiano.
A partir de la experiencia pentecostal, se ha constatado que hay en las personas una necesidad creciente de expresar su espiritualidad en la integralidad de la mente y el corazón (el cuerpo) en ese sentido tendríamos que valorar las manifestaciones de gozo y alegría en el Espíritu, así como las oraciones al unísono en voz alta, las lenguas angelicales y otras expresiones corporales que se conocen en esta experiencia, como el lenguaje simbólico a través del cual el sentimiento y el corazón se expresan en el culto.
BIBLIOGRAFÍA
Alvarez, Carmelo (Editor). Pentecostalimo y Liberación: una experiencia latinoamericana. San José: DEI, 1992. pp. 20
Hollenweger, Walter. El pentecostalismo: historia y doctrina. Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1976, pp. 530.
Gutiérrez, Benjamín (Editor). En la fuerza del Espíritu. Guatemala: fondo de cultura Editorial, 1995 pp. 332
Moltmann, Jurgen, Temas para una teología de la esperanza, (Traducido por María Teresa Parodi) Buenos Aires: Editorial La Aurora 1978
Aldazábal, J. "Fiesta" en Conceptos fundamentales de Pastoral Madrid: Ediciones Cristiandad, S.L., 1983
Zorrilla, Hugo. Las fiestas de Yavé. Buenos Aires: Ediciones La aurora, 1988
Bollnow, Otto Friedrich. Filosofía de la esperanza. (Traducido por Arturo Orías Medina). Buenos Aires: Fabril Editora, S.A., 1962.
Dufour, X. León. "Sábado" en Vocabulario de teología bíblica Barcelona: Editorial Herder, 1990
Fuente: Red Latinoamericana de Liturgia CLAI
Acercamiento teológico y pastoral a los aspectos fundamentales del culto pentecostal
Por Elida Quevedo
Introducción
En este ensayo ofreceremos no sólo una descripción de algunos aspectos fundamentales del culto pentecostal, sino también unas reflexiones desde la teología y la pastoral deseando que puedan ser útiles a las iglesias pentecostales para formular una comprensión de lo que constituye su experiencia central: su espiritualidad.
Podemos afirmar con toda certeza que el culto pentecostal es clave para analizar y comprender esta experiencia porque en el pentecostalismo la vida y el culto están íntimamente ligados.
Para un hermano o hermana pentecostal la adoración a Dios es una experiencia que inicia el día de su conversión y continúa a lo largo de una vida totalmente consagrada al Señor diariamente se esfuerza en la constante comunicación con Dios a través de la oración, la alabanza y la lectura de su Palabra. La vida es tema litúrgico constante. Se le rinde culto a Dios en el templo, en la casa, en la calle, la escuela, el trabajo. En las intercesiones se clama por los cuerpos enfermos, por los parientes o vecinos, por los problemas, las tareas, compromisos y desafíos.
El culto, no importa donde se realice, es un espacio donde se recrea y fortalece la fe, se valor mucho el encuentro entre los hermanos y hermanas, quienes comparten en un ambiente de gran fraternidad alabanzas, testimonios, sanidades y el mensaje de parte de Dios ofrecido a la comunidad a través de quienes predican su Palabra.
Las formas de adoración en el pentecostalismo son resultado de la vivencia del Espíritu. Por esto se ha identificado a las iglesias pentecostales como las comunidades del Espíritu. El Espíritu habilita, el Espíritu consuela, libera, el Espíritu educa y recuerda todo lo que la comunidad debe saber es el Espíritu t el que hace liberar las más profundas y sinceras emociones involucrando a las personas en una experiencia de adoración con todos los sentidos, con toda "la mente y el corazón" tal como lo exige el mismo Dios.
I. ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA ESPIRITUALIDAD PENTECOSTAL
Por Elida Quevedo
Introducción
En este ensayo ofreceremos no sólo una descripción de algunos aspectos fundamentales del culto pentecostal, sino también unas reflexiones desde la teología y la pastoral deseando que puedan ser útiles a las iglesias pentecostales para formular una comprensión de lo que constituye su experiencia central: su espiritualidad.
Podemos afirmar con toda certeza que el culto pentecostal es clave para analizar y comprender esta experiencia porque en el pentecostalismo la vida y el culto están íntimamente ligados.
Para un hermano o hermana pentecostal la adoración a Dios es una experiencia que inicia el día de su conversión y continúa a lo largo de una vida totalmente consagrada al Señor diariamente se esfuerza en la constante comunicación con Dios a través de la oración, la alabanza y la lectura de su Palabra. La vida es tema litúrgico constante. Se le rinde culto a Dios en el templo, en la casa, en la calle, la escuela, el trabajo. En las intercesiones se clama por los cuerpos enfermos, por los parientes o vecinos, por los problemas, las tareas, compromisos y desafíos.
El culto, no importa donde se realice, es un espacio donde se recrea y fortalece la fe, se valor mucho el encuentro entre los hermanos y hermanas, quienes comparten en un ambiente de gran fraternidad alabanzas, testimonios, sanidades y el mensaje de parte de Dios ofrecido a la comunidad a través de quienes predican su Palabra.
Las formas de adoración en el pentecostalismo son resultado de la vivencia del Espíritu. Por esto se ha identificado a las iglesias pentecostales como las comunidades del Espíritu. El Espíritu habilita, el Espíritu consuela, libera, el Espíritu educa y recuerda todo lo que la comunidad debe saber es el Espíritu t el que hace liberar las más profundas y sinceras emociones involucrando a las personas en una experiencia de adoración con todos los sentidos, con toda "la mente y el corazón" tal como lo exige el mismo Dios.
I. ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA ESPIRITUALIDAD PENTECOSTAL
1.1. Nueva ida en Cristo: liberación y salvación.
Todo hermano o hermana pentecostal hablará de sí mismo como una nueva criatura: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es las cosas viejas pasaron y he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). La conversión de una criatura vieja a una criatura nueva se consigue por la fe en Jesús como único y suficiente salvador (en esto se insiste remarcadamente), y también mediante la acción del Espíritu que hace posible la transformación profunda de la persona.
De la conversión se dice que es un encuentro personal con Jesús, el cual suele ser profundo y dramático como el encuentro del propio Pablo (Hec. 9:1-9). El cambio o transformación que se opera en las personas a partir de este encuentro con Jesús es verdaderamente asombroso, y le ha ocurrido a miles de personas en el seno del pentecostalismo, y muchas veces a las personas temerarias y enemigas de la fe, igual que Pablo.
La condición pasada, (condición pecadora) es percibida como obscuridad, esclavitud inconsciencia siempre recuerda "el Señor tuvo misericordia de mí y me sacó de las tinieblas a la luz", "antes, en la vieja vida, éramos esclavos del pecado, pero el Señor nos ha liberado". Por eso se canta con mucho gozo "libre tu me hiciste libre oh mi buen Señor, rotas fueron las cadenas que estaban atando a mi corazón". La nueva condición en cambio es percibida como una hechura nueva, una resurrección con Cristo, vida de luz, estado espiritual que le iguala con los ángeles celestiales, por eso nunca se olvida el momento cuando ocurrió la conversión.
También se percibe la condición pasada como un estado de inferioridad de la persona, causada no siempre el propio pecado, sino también por las fuerzas del mal presentes en el mundo que afligen su alma y limitan su condición humana así por ejemplo, la inconsciencia: "antes yo no sabía lo que hacía pero el Señor me abrió los ojos y me dio la oportunidad de servirle sólo a El" la mala vida de parientes cercanos, el descarrío de los hijos, situaciones conflictivas en el hogar, desempleo, pobreza extrema, rupturas familiares, etc. Son situaciones que hacen sentir fragilidad y debilidad humana y llevan finalmente a la persona a un encuentro dramático con Jesús.
La conversión entonces realiza una liberación y una nueva creación, por eso se identifica también con la salvación (ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús), pero esta liberación-salvación que se recibe se probará constantemente en la vida diaria.
Cuando se opera una transformación radical de la vida de la persona, ésta se consagra por entero a Dios, entablándose a partir de entonces una encarnizada lucha con las fuerzas del mal que siguen jalonando hacia la condición pasada el Espíritu de dios es el instrumento que le permitirá a la persona ganar su batalla diaria la lucha es individual, pero la victoria se celebra en comunidad.
En la nueva vida que empieza la persona es incorporada a una comunidad que le recibe con gozo y le acompaña y protege, pero así mismo, esta comunidad es la vara que mide el grado de crecimiento espiritual que la persona va alcanzando en su nueva vida. En esta comunidad la persona tiene que dar evidencias concretas de esa novedad de vida: rechazo absoluto de las "cosas viejas" (el viejo hombre), fraternidad, solidaridad, amor por el hermano y hermana, adoración profunda y respeto por todo aquello que es objeto de su fe.
Esta constatación se realiza principalmente en la experiencia testimonial a través del culto, por eso asistir al culto es condición obligatoria para la pertenencia al cuerpo de Cristo "No dejen de congregarse como muchos tienen por costumbre" (He. 10:25). El que deja de asistir al culto o deja de participar visiblemente en la celebración de su fe (a través del testimonio y los diversos ministerios), dará muestras de enfriamiento espiritual o "descarrío" esta señal será suficiente para que la comunidad de fe se ponga sobre aviso en relación con lo que pueda estar ocurriendo a la persona.
1.2. Liberación de la exclusión.
Para la gente pentecostal, el Espíritu que descendió en pentecostés para llenarlo todo, y a todos, y a todas, es un regalo que ha llegado de parte de Dios para liberar de temores, ataduras, enfermedades, fuerzas diabólicas, opresión, sufrimientos, limitaciones humanas, y discriminaciones. De esta forma Dios se muestra solidario con la debilidad humana.
El Espíritu es en esta dinámica el instrumento que une la vida propia con la vida de D y en esa unión está la liberación, por eso se buscará con insistencia y esmerada dedicación.
La persona, investida de la gracia que el Espíritu Santo le confiere, empieza a participar activamente en la comunidad se hace útil y sirve a los propósitos divinos en la diversidad de ministerios. Esta participación es de una importancia vital porque contribuye para una reconstrucción de la persona en el plano individual y social.
Aquella persona que viene marcada por la experiencia de la exclusión y la marginalidad social, que ha sido sólo un número en largas filas de espera en la escuela, el hospital, en los centros de beneficencias, deja de ser un rostro desdibujado en la multitud, sin nombre, y se vuelve ahora una persona importante, para Dios primeramente, y también para sus hermanos y hermanas de fe, quienes a diario le dan muestras de esta nueva realidad en su vida. En la dinámica del Espíritu y en la experiencia comunitaria renacen sus esperanzas, y un renovado gusto por la vida comienza a motivarle hacia la superación personal y espiritual.
1.3. El culto pentecostal: fiesta de comunión.
El carácter festivo es otro aspecto vital en la adoración pentecostal. El culto y la vida toda son un himno de alegría alegría por el perdón, la salvación, el Espíritu de Dios que se recibe y por la novedad de vida que se inaugura a partir de la conversión. Por eso el culto es una experiencia gozosa y festiva donde las tristezas y quebrantes se transforman en risa santa. El culto es una fiesta porque El Cristo vivo está en medio de la comunidad que ha resucitado juntamente con El, acompañándole, sanándole, restaurando sus vidas, enseñándole, y como dijo el mismo Jesús, en su presencia no cabe hacer ayuno, sin sólo hacer fiesta (Lc. 5:34)
Para que podamos valorar la Fiesta como experiencia cristiana, pensemos en el sentido teológico del descanso de Dios como Fiesta.
La Fiesta "Fest" es un concepto alemán, proviene del término latino "Feraie" o "Feria", que significa días en los que no se ejerce ninguna ocupación. Esta es la idea del descanso sabático. La legislación sacerdotal del Código de la Alianza implica que por su trabajo el ser humano imita la actividad del Dios Creador. Con el tiempo libre, "Feria", o el reposo en el séptimo día, imita la "Feria", o el reposo sagrado de Dios (Ex. 31:13)
La principal característica de la "Feria" de Dios (descanso de Dios) es la libertad y soltura del que sabe recrearse contemplando con admiración y regocijo, aceptando que la vida es un don y una gracia y vale la pena vivirla (Gen.1:31, 2:1-3).
En la opinión del filósofo Otto Fiedrich Bollnow esta es la esencia del espíritu festivo: "El temple anímico de la fiesta es un flotar libre. Abunda la risa, la naturalidad, la expresión libre estallan los colores brillantes, el baile. La alegría de vivir alcanza su grado máximo".
De acuerdo con esta descripción del espíritu festivo, Dios es el primero en festejar y recrearse deleitosamente en el día de su descanso, y como creador del descanso, la Feria, le ofrece a los seres humanos la posibilidad de redimir el desgaste de la vida a través de la experiencia festiva y gozosa de los y las que entran en su reposo.
El gozo y la alegría relacionada con el culto tiene un gran sentido para la gente sufrida de nuestros pueblos que han perdido en la complicada trama de sus vidas los motivos para celebrar y estar en fiesta. La opresión por el trabajo, la enajenación del tiempo libre, la exclusión, la soledad, la miseria, la insolidaridad, el individualismo, hacen marchitar la esperanza de los pobres, la alegría se ausenta, la posibilidad de estar en fiesta y recrearse es lejana.
En el culto pentecostal, como comunidad que celebra al Jesús resucitado y hace fiesta en su presencia, la gente recupera el espíritu festivo que ha perdido. Esto es posible gracias a la acción de su Espíritu. El Espíritu de Dios vuelve el culto una Fiesta. En esa fiesta reina la alegría en esa fiesta hay música, danza espiritual, abundan los abrazos y gestos humanos alegres, la intercesión mueve a la solidaridad y provoca muestras de cariño la proclamación reanima la esperanza, se oye !Aleluya!, ofrendar es un acontecimiento feliz porque hasta el más humilde y pobre puede entregar sus dones. El afecto y la ternura se comparten, se suelta la lengua se desatan las inhibiciones, las emociones se liberan, los sentimientos afloran, los sentidos se llenan del poder del Espíritu, todo se vuelve fiesta. Fiesta que reúne a los pobres, fiesta que celebra el amor, la justicia, la paz, la hermandad, la solidaridad. Y esta experiencia particular de fe, alegría y comunión, le permite a las personas enfrentar las durezas de lo cotidiano con fuerzas y energías renovadas.
Pero hay algo más que es importante destacas y es que en esta fiesta cada uno y cada una es importante. En esta fiesta "el yo personal" tradicionalmente olvidado, recupera su importancia. Ahora puede disfrutar de un nombre, una identidad y de una fraternidad que le dignifica frente al mundo. Esto se vive en el culto a través de la alta participación del pueblo en el desarrollo del mismo, pero también a través de la libertad que el Espíritu otorga para adorar a Dios con todos los sentidos.
Hay un momento muy especial cuando es posible apreciar la realización simbólica del "yo personal" en el culto pentecostal se trata de las oraciones al unísono y en voz alta que tanta extrañeza causa a algunas personas.
Este es uno de los momentos durante el culto cuando la persona se realiza en la compañía de otros. Todos hacen una oración a la vez y crean entre todos un ambiente que resguarda la intimidad de cada uno y cada una, pero al mismo tiempo, en la grata compañía de los otros que permanecen cada uno al lado del otro. Esto tal vez parezca un desorden litúrgicamente hablando, pero al valorarlo desde la perspectiva de la participación popular, que es tan importante en el culto pentecostal, nos resulta un gesto litúrgico con mucho sentido en la dinámica del grupo.
Por diversas razones a algunas personas se les hace difícil orar en público, pero al crearse una situación comunitaria en la que cada quien tiene la misma oportunidad de dirigirse a Dios en público y en voz alta, sin que su oración sea escuchada por todos, pueden desinhibirse y participar, con la certeza al mismo tiempo de que con su oración están contribuyendo al desarrollo del momento litúrgico.
Es una forma distinta de la meditación personal y silenciosa que a veces se utiliza en algunos cultos, especialmente para los momentos de confesión. Ofrece casi las mismas posibilidades de contribución personal y comunitaria al desarrollo del culto, sólo que la otra forma es una innovación, y exige una mayor entrega en el sentido de que las personas se arriesgan a salir de su intimidad tan celosamente resguardada y se abren a la posibilidad de descubrir su fragilidad humana ante los demás.
II. LA EXPERIENCIA DE DIOS EN EL PUEBLO PENTECOSTAL.
2.1. No somos de este mundo
La separación del mundo y la absoluta entrega a Dios es la nota característica de la espiritualidad pentecostal. Queremos apuntar aquí algunas cosas que nos ayudarán a comprender la perspectiva pentecostal sobre este aspecto distintivo.
La comunidad apostólica que el pentecostalismo busca restaurar también se impuso una distancia frente al mundo porque la segunda venida de Cristo se esperaba para un futuro muy próximo, entonces había que estar preparados y santificados para el gran momento. La segunda venida marcó el desarrollo histórico de la comunidad apostólica e impuso un comportamiento comunitario de rigurosa entrega a Dios el pentecostalismo vive pendiente también de la segunda venida de Cristo, por eso la constante preocupación por la predicación y la necesidad de mantenerse apartados del mundo, a la espera del gran acontecimiento.
Pero aparte del componente doctrinal, que ciertamente es determinante, existe también una clave sociológica para analizar este distintivo particular y es que la gente pentecostal, pobre en su mayoría, necesitada de Dios en más de una forma, ha aprendido a confiar que Dios actúa en su vida diaria y se puede por lo tanto depender El y en realidad, en este mundo de creciente miseria y marginalidad social, en donde no es posible obtener ni los más elementales medios de vida, a estas personas sólo les queda su fe para sobrevivir.
Por otra parte, la separación del mundo ha sido interpretada por algunos sociólogos de la religión como una protesta simbólica hacia el mundo que le ha excluido y marginalizado: "cuando yo estaba en el mundo no era feliz", es una expresión que se escucha a menudo en los testimonios de los nuevos convertidos, "este mundo nada ofrece, Cristo ofrece salvación" es otra expresión muy escuchada. El mundo se ve como malo porque no contribuye al bienestar y felicidad ni a la realización personal de los pobres, por eso el rechazo categórico a todo aquello que proviene del mundo: vicios, bailes, modas, etc.
Podría argumentarse en contra de esta "protesta simbólica" que carece de una lectura política de la maldad del mundo eso es cierto, pero debemos olvidar que el pueblo pentecostal proviene de los estratos sociales más bajos de la sociedad, en primero lugar, y no se conocen categorías de análisis de la realidad ni cosa que se le parezca, de manera que la lectura que hacen del mundo carece del ingrediente político. Y por otra parte, es un movimiento muy marcado por el fundamentalismo religioso que heredaron las misiones extranjeras que los originaron, en la mayoría de los casos, pues hay excepciones aún así, hay quienes opinan que la lectura no es del todo ingenua, pues establece una diferencia: " no somos de este mundo" (Jn. 17:14-16), y busca una confrontación: "No temáis, yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33)
2.2. Vencer el mundo a través de una vida nueva
En la vida nueva la gente logra prospera en más de un sentido. Primero porque aprende una nueva forma de socializar que le realza como persona y en esa experiencia se siente crecer los testimonios en ese sentido abundan "Yo no le importaba a nadie", "Yo estaba perdido, la gente me rechazaba", "Yo peleaba mucho, pero ahora me llevo muy bien con mis vecinos y amigos", "Yo no sabía leer y ahora leo la Palabra de dios", etc.
En segundo lugar, podemos mencionar el hecho de que en la nueva vida se abandonan los vicios que resultaban en detrimento económico dando lugar a la prosperidad material, lo cual es percibido como una bendición en tercer lugar, la gente siente que el mundo con todos sus atractivos (fiestas, tabaquismo, alcohol, modas) no puede sustituir el placer que se obtiene mediante la celebración de la fe en la comunidad hay testimonios también en eses sentido, "el mundo cree que nosotros no nos gozamos", " el mundo piensa que nosotros no hacemos fiesta", "la fiesta del mundo es engañosa, esta es la verdadera fiesta" refiriéndose al culto del cual disfruta tanto.
En la nueva vida se experimenta también un nuevo valor para el cuerpo humano, porque ahora es "templo y morada del Espíritu Santo" y por lo tanto hay que cuidarlo. Orar por los enfermos puede ser en este sentido no sólo la imitación de una práctica del pasado, sino un signo real y concreto de que nuestros cuerpos rechazados, desechados por el mundo, son importantes para Dios. La oración por los enfermos es uno de los gestos más nobles de los que se disfrutan en la nueva vida, en primer lugar porque la gente recibe sanidad, y también porque ésta va acompañada de la ternura, la compresión y el cariño que ningún centro de salud en este mundo deshumanizado es capaz de ofrecer.
Hay personas tan necesitadas de ese toque tierno que a menudo solicitan la oración pro alguna dolencia, más que todo porque en ese momento reciben gratuitamente una porción de cariño de parte de Dios, que pasa sus manos sanadoras por su cuerpo doliente, y también de parte del líder eclesial o pastor que hace la oración, quienes a menudo le abrazan también haciéndole sentir estimado, y de la comunidad que se acerca para preguntar o le visita en casa para animarle y acompañarle en su aflicción.
Vencer al mundo según esta perspectiva significa poder valorar altamente todo lo bueno y significativo que la novedad de vida aporta a las personas y no necesitar ya más ninguna otra cosa. En ese sentido, sólo pueden vencer al mundo aquellas personas para quienes esta novedad de vida significa una verdadera redención y liberación. Teniendo claridad sobre este valor entonces se luchará con afán contra las tentaciones que ofrece el mundo y se logrará la victoria una vez que se establezca la radical diferencia: "no somos del mundo", sino que pertenecemos a una sociedad celestial en donde se ensayan formas de vida basadas en el amor, la fraternidad, la solidaridad.
2.3. Este es nuestro racional culto
Según los consejos del Apóstol Pablo, el culto a Dios es el que hacemos con nuestros cuerpos, es decir nuestro ser, nuestros sentidos, nuestro esfuerzo de fidelidad, nuestras vivencias, nuestro compromiso nuestra entrega personal en la vida diaria: "Así que hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer" (Rom. 12:1 Versión popular 2da edición). Esto quiere decir que nuestra entrega personal en la vida diaria, en adoración y servicio, tendremos la ofrenda perfecta para hacer la paz con Dios.
La racionalidad (o verdad) que el apóstol propone se opone a la racionalidad o verdad del culto judío institucionalizado aquel culto basado en la Ley de los hombres, excluyente y discriminatorio, pierde su vigencia ante la Ley del Espíritu que es una Ley inclusiva y liberadora. Por eso el culto "verdadero" no se podrá experimentar a través de esquemas que impidan la participación popular y niegan la integralidad de la persona. El cuerpo como modelo de adoración si ofrece esta posibilidad.
2.4. Adorando desde lo profundo con nuestro cuerpo vivo.
La perspectiva del cuerpo como modelo de adoración, establece una estrecha relación entre el culto y la vida, y tiene a su vez grandes implicaciones pastorales, principalmente para el pueblo pentecostal:
a) Partir del cuerpo para los procesos de adoración, es a partir de la experiencia de vida de los adorantes.
Nuestros cuerpos lloran, son felices, sufren castraciones, limitaciones, tragedias, cuerpos que muestran signos de vida o de muerte. Nuestro cuerpo vivo, aquel del cual habla el Apóstol, es el ser humano que vive realidades concretas, que se ubica en una historia particular, se encarna en una cultura de sufrimiento y opresión, que se acerca a Dios con humildad, en reconocimiento de sus limitaciones, el que sueña con un mundo mejor, que construye esperanzas, que asume compromisos, que enfrenta peligros, que se solidariza en la adversidad, que cree en la actuación de Dios en el mundo.
Según esto, nuestro cuerpo vivo, nuestro ser, es el que establece el tiempo litúrgico, se encarna en la historia y la cultura propia, toma el pulso de la celebración de fe marcando el ritmo y moviendo hacia las acciones y compromisos.
En la experiencia pentecostal esto es en realidad. En un programa de radio en el que se entrevistaban a algunos líderes religiosos, un hermano llamó por teléfono y pidió que se hiciera oración por él porque ese día asistiría a una importante entrevista para un trabajo. El quería que Dios le ayudara a salir de la prueba, pues necesitaba el trabajo. El haría su mejor empeño, pero confiaba que Dios le animaría de una forma especial. Durante el desarrollo de programas muchas otras personas llamaron solicitando también la oración por diversos motivos al final de la entrevista los pastores hicieron una fervorosa oración a favor de todas las personas, con nombres y apellidos, y por cada uno de los motivos expuestos. Eso de liturgia en el sentido que señala Pablo, es decir servicio a Dios, culto a su nombre y su poder, invocación de su presencia y compañía en la vida diaria.
b) El cuerpo como modelo de adoración refiere además a una dimensión personal, individual, que es también muy importante en la experiencia pentecostal. Nuestro cuerpo vivo experimenta sentido de pertenencia, tiene nombre, por lo cual no pasa desapercibido.
De ahí se desprende la importancia que se le da a la persona en el culto pentecostal, donde el ser humano, no importa cuán humilde sea, o cual indocta sea, puede sin embargo participar y hacerse notar en la comunidad mediante el don del Espíritu Santo.
c) Y por otra parte, y esto también es muy importante en el pentcostalismo, nuestro
cuerpo vivo es un templo en el que se reverencia a Dios día y noche, por las calles, en el hogar, la escuela, el trabajo. Los espacios, lugares, tiempos específicos y cualquier otra limitación de tipo físico, desaparecen como mediación. Según esto el ser humano es capaz de acceder a Dios directamente, en una relación constante mediante la oración y la adoración fervorosa y el testimonio evangélico en la comunidad.
Jesús ya se lo había dicho a la mujer samaritana "Dios es Espíritu y todos los que adoran, en Espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn. 4:21-24). "El Día vendrá, y ya es la hora...dice Jesús...cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad" (Jn. 4:23=.
A manera de conclusión
El cuerpo como punto de partida para la adoración representa la posibilidad de un modelo menos estructurado para el culto, no necesariamente sin rito, pero si más libre y de mayor acceso a la participación de la gente. No es que se menosprecien las formas más estructuradas y elaboradas, sino que nos ayuda a valorar otra lógica litúrgica. A partir de esta otra lógica es posible dar lugar a lo que el sentimiento o el corazón y no sólo la razón, puede aportar para que la experiencia de adoración produzca verdadero gozo cristiano.
A partir de la experiencia pentecostal, se ha constatado que hay en las personas una necesidad creciente de expresar su espiritualidad en la integralidad de la mente y el corazón (el cuerpo) en ese sentido tendríamos que valorar las manifestaciones de gozo y alegría en el Espíritu, así como las oraciones al unísono en voz alta, las lenguas angelicales y otras expresiones corporales que se conocen en esta experiencia, como el lenguaje simbólico a través del cual el sentimiento y el corazón se expresan en el culto.
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