Cada uno de nosotros es un manojo de fantasías y de viejos temores que transfiere y proyecta en sus relaciones cotidianas y personales. Algunos logran domeñar esos fantasmas, otros se entregan a alguna autoridad edípica para reprimirlos, otros los subliman en alguna actividad productiva, otros los suavizan en el confesionario día tras día.
Y otros, no logran domeñarlos nunca hasta que, llegado el momento, la fantasía toma el control.
Etiquetas: reflexiones
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