miércoles, 30 de abril de 2008


Los dáimones (imágenes personificadas) siguen, en la sombra, presentes. Antes convivían imaginariamente en el mundo, en una realidad ambigua, no dual, sin categorías dentro/fuera, este/otro mundo. Es una peculiaridad estrictamente occidental, dice Harpur, confundir lo físico con lo que es literalmente real, resultado de la polarización cristiana entre alma y cuerpo; fuera del cristianismo y de otras religiones monoteístas el alma es casi material como el cuerpo casi espiritual y ambos forman un todo daimónico; somos organismos fluidos que pasamos fácilmente de este mundo al otro, de la vida a la muerte; también nosotros somos daimónicos, realidades míticas. Los mitos nos dicen que vivamos sin resoluciones, en un estado de tensión creadora con nuestra doble dimensión.

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