miércoles, 24 de agosto de 2011


El invitado, Bernard Lietaer, uno de los Presidentes del Banco Central de Bélgica y conocido como uno de los arquitectos del Euro. Un economista serio, de clase mundial y que enfrentó desafíos mayores de la profesión.

En este encuentro Bernard, con un estilo muy amable, afectuoso y cercano, nos contó  el proceso que vivió con la creación de la moneda para Europa. Su primera pregunta frente a este desafío fue: ¿qué es el dinero? Y para sorpresa de él, descubrió que la mayor parte de los economistas, y en rigor la mayor parte del mundo, usaban y trabajaban con el dinero sin saber lo que era, cómo se creaba y, menos aún, si existían otras formas posibles de dinero. Lo que sí estaba fuera de reflexión en esos años eran las consecuencias del tipo de dinero que usamos (más bien nadie piensa qué es un tipo de dinero, sino que el dinero es de una manera y punto).

Producto de su investigación y una gran cantidad de entrevistas y jornadas de reflexión, Bernard llegó a varias conclusiones muy impactantes. Una de ellas es que gran parte de los problemas que tiene nuestra sociedad tienen su raíz en la forma en cómo se concibe, opera y se crea el dinero. Según él, y nos quedó muy claro a todos, los problemas de inequidad, de distribución no homogénea y de pobreza, entre otros, tienen su raíz en la concepción del dinero que usamos en el mundo: las monedas nacionales. Según él los problemas son estructurales y constitutivos del dinero que usamos. El dinero tradicional se basa en la escasez, y genera competencia e incentivos para que los actores económicos se centren sólo en el corto plazo, dejando de lado aspectos centrales como la sustentabilidad.

Un corolario de esto es que cualquier comunidad puede ser destruida con un “buen” manejo del dinero. Cualquier sistema puede ser destruido con un “buen” manejo del dinero.

Otra de las conclusiones de sus años de estudio fue que vendría una crisis profunda del sistema económico. Bernard estaba convencido de que el dólar caería; su pregunta en ese momento era si lo haría de manera lenta o estrepitosa. Nos habló también de lo que haría el FED y otros bancos centrales para lidiar con esto y nos explicó por qué todo lo que harían finalmente no serviría. Anticipó que la crisis duraría varios años y que sólo habría algunos rebotes temporales, pero que no sería posible detenerla. No por malas decisiones, sino porque la crisis era inherente al dinero y a la forma en que se estaba usando. Ese día nos describió, como si fuera un adivino o un clarividente, todo lo que hemos ido viviendo año a año, mes a mes y día a día.

Para todos fue una jornada muy reveladora, impactante y asustadora. Algo muy raro, porque en ese momento el entorno mostraba señales distintas. En esa época estábamos en bonanza económica, los especialistas comenzaban a decir que al parecer se había superado el ciclo económico y que, de ahí en adelante, sólo vendría crecimiento. El ambiente en general (y en Chile en particular) era de mucho optimismo, ambición y esperanza.

Bernard nos mostró que una de las posibilidades para lidiar con la crisis era la creación de nuevas monedas locales, que él llama monedas complementarias. Con otra concepción y desde otro paradigma, estas monedas son colaborativas, no se basan en la escasez y son creadas y administradas por la propia comunidad.

Al regresar le conté todo esto a mis alumnos de último año de ingeniería y, debo ser sincero, varios de ellos se rieron incrédulamente. “¡Este profe!”, decían sus caras. “Siempre con sus cosas raras”. Pero el tiempo le ha dado la razón a Bernard. Y mis alumnos se acuerdan de ello (algunos me llamaron para decirme con mucha sorpresa que lo que habíamos conversado un día se hizo realidad).

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