DIALÉCTICA DE LA FORMA Y EL PROCESO
ESTÉTICA DEL CAMBIO
DIALÉCTICA DE LA FORMA Y EL PROCESO
Al repasar su propia obra, Bateson (1979a) señaló que sus "procedimientos
de indagación estuvieron puntuados por una alternancia entre la
clasificación [de la forma] y la descripción del proceso". Esta "escala en
zigzag entre la tipología [de la forma], por un lado, y el estudio del proceso,
por el otro" (pág. 193)[trad. cast. 172-73] fue diagramada en varias
formas en su libro Mind and Nature. En la figura 1 presentamos un gráfico
modificado y más general de esta clase de análisis. En él se pone de
relieve un enfoque recursivo de la epistemología, que en vez de explicitar
las jerarquías ideales de abstracción, propone "una escala que asciende
en zigzag [como ilustración] de la dialéctica entre la forma y el proceso"
(pág. 194) [trad. cast. 174].
La columna de la derecha de la figura 1, denominada "Descripción del
proceso", se refiere a la unidad que es objeto de observación. Estas unidades
de la observación se derivan del modo en que el observador puntúa la
corriente de sucesos. Las descripciones del proceso remiten, en general,
a un orden de observación que podríamos denominar "experiencia basada
en los sentidos". Esta experiencia es la más próxima que podemos alcanzar
respecto de los "datos elementales", y es una forma de descripción
despojada, para todos los fines prácticos, de altas abstracciones teóricas.
Dentro de este sistema de análisis de la experiencia, para pasar de un
orden de descripción a otro, se requiere un acto de doble descripción: vale
decir, hay que yuxtaponer las visiones correspondientes a los dos la-dos de la relación a fin de generar una idea de relación en su conjunto.
Por ejemplo, la interacción se discierne combinando las descripciones de
cada acción simple de los participantes. En un orden superior de análisis,
el percatamiento de las pautas coreográficas se obtiene a partir de las relaciones
entre los episodios de interacción; por ejemplo, las relaciones diádicas
"sanas" pueden caracterizarse porpautas de alternancia entre temas
complementarios y simétricos. Una vez más, deben combinarse las visiones
obtenidas desde ambos lados de la relación -que esta vez envuelven
las descripciones de las pautas de interacción- a fin de formarse una imagen
de la coreografía.
La columna intermedia de la figura 1, que es al mismo tiempo la de la
izquierda en la "escala que asciende en zigzag" en nuestro análisis, se denomina
"Clasificación de la forma", y corresponde a los nombres asignados
a las pautas organizadoras de las acciones simples, las interacciones
y la coreografía. Una clasificación de la forma es una abstracción que "organiza"
cada orden de descripción vinculando sus elementos de manera
significativa. El examen paso a paso de cada uno de los "peldaños" de esta
escala ascendente nos revela cómo se entrelazan forma y proceso.
Las descripciones de una acción simple se refieren a observaciones de
unidades, de acciones simples, singulares y aisladas, incluida la expresión
facial, la postura corporal, la manera de respirar y de fijar la vista, el
tono y el volumen de voz, el ritmo de las elocuciones o preferencias verbales,
las palabras, frases y oraciones pronunciadas, etc. En el caso de
las acciones simples de una danza, este orden de análisis implicaría
prestar atención a los sucesos inmediatamente perceptibles que caracterizan
cada paso de baile (p.ej., el pie derecho de la bailarina se adelanta
al par que sus hombros se echan hacia atrás y la cabeza gira hacia la
derecha).
Cuando los rubros que componen una acción simple se clasifican y se
los considera pertenecientes a una determinada categoría de acción, se pasa
al otro lado del análisis, el de la forma. Clasificar cinco minutos de una
acción como un "baile" o como un "juego" constituye una manera de
designar una categoría de acción. Esta categorización -que hemos llamado
"clasificación de la forma" en la columna de la izquierda de nuestra escala
ascendente- es un modo de identificar y designar la pauta que organiza
el orden del proceso observado. Las categorías de acción -juego, exploración,
combate, delito, esquizofrenia, terapia, etc.- son nombres que
adjudicamos a la forma en que están pautadas las acciones simples. Importa
advertir que una misma acción simple puede pertenecer a diversas
categorías. Por ejemplo, "alzar el brazo" puede formar parte de un baile,
de una ceremonia militar, de la respuesta de un alumno a su maestro en el
aula o de una actividad deportiva. La designación de una categoría de acción sólo nos indica que vemos las acciones simples como organizadas
significativamente dentro de un contexto determinado.
Si nos movemos en nuestra escala ascendente hasta el próximo nivel
del proceso, comprobamos que no se ocupa de fragmentos aislados de acción
sino de cadenas o secuencias de acciones, tal como las muestran los
individuos o grupos que interactúan. No obstante, estas descripciones de
la interacción siguen siendo expresadas en un lenguaje basado en los sentidos.
Lo que diferencia a este orden del proceso respecto de las descripciones
de la acción simple es que presta atención a la forma en que se conectan
los fragmentos de acción simple entre los participantes. Si lo que
se analiza es el baile de una pareja, esta descripción nos dará un ordenamiento
serial del flujo de sus pasos respectivos. Por ejemplo, el paso M
puede ser seguido por el paso N, luego paso por el paso O, el paso N, el
paso O, etc. Desde esta perspectiva, cualquier descripción de una acción
simple debe ser acompañada por la descripción de las acciones de otra
persona que la preceden y la siguen. Aquí, el ordenamiento de las cadenas
de acciones es más importante que las acciones individuales.
Cuando se procura clasificar descripciones de la interacción, esta clasificación
de las formas consiste en designar las pautas de la relación, y no
las pautas de la acción. Las categorías de la interacción se refieren a las
pautas características de la relación entre las acciones de los distintos
partícipes. Por ejemplo, todos los pasos de baile de un integrante de la
pareja serán precedidos y seguidos por los pasos del otro integrante. La
pauta de cada episodio de interacción puede clasificarse considerándola o
bien simétrica, o bien complementaria. Cada paso subsiguiente será
precedido y seguido por otros pasos, y cada nueva pauta de interacción
puede clasificarse en consecuencia.
Adviértase que si bien la relación se da entre las acciones de dos individuos
(o grupos, o partes de individuos o de grupos), para clasificar estas
relaciones se necesita ver al menos tres fragmentos de acción Simple.
Como propusieron Bateson y Jackson (citados en Sluzki y Beavin,
1977), una relación será simétrica o complementaria según "como se vincule
cada fragmento de conducta con los fragmentos anteriores y posteriores
de la relación cara a cara" (pag. 77).
Volviendo a la columna de descripción del proceso en nuestra escala
ascendente, el próximo orden de análisis concibe estas pautas de interacción
como parte de una trama organizativa aun más amplia. Así pues, las
descripciones de la coreografía establecen cómo son pautadas, a su vez,
las pautas de interacción que se habían discernido previamente (los temas
simétricos y complementarios), o sea, establecen de qué manera se conectan
entre sí o forman una secuencia. Por ejemplo, el ballet, el jazz y los
bailes de salón especifican diferentes maneras de organizaría acción sim-
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pie y las categorías de la acción. Por consiguiente, dentro de una clasificación
de la forma a estas pautas de organización de orden superior se las
puede denominar categorías de la coreografía.
Estos diversos modos de puntuar una cadena de sucesos y de designar
las pautas emergentes guardan correspondencia con determinados órdenes
de recurrencia en las distinciones trazadas por un observador (primera
columna de la izquierda en la figura 1). Veamos como ejemplo el
planteo entre el marido que fastidia y la esposa que se retrae. Podemos
comenzar describiendo y clasificando acciones simples. Las verbalizaciones
del marido, junto con su orquestación corporal concomitante,
pueden clasificarse como "fastidio", en tanto que los silencios y bostezos
de su esposa pueden clasificarse como "retraimiento". Aquí, el orden de
distinción que está enjuego es el de la conducta. La identificación de las
categorías de la acción nos lleva a analizar el contexto -próximo orden de
recurrencia-, donde la interacción, y no la acción simple, pasa a ser la
unidad de análisis que organiza de manera serial fragmentos particulares
de la acción. Por ejemplo, la alternancia de fastidio y de retraimiento (descripción
de la interacción) puede designarse como una relación complementaria
(clasificación de la forma). Estos contextos o secuencias de interacción
están sujetos, a su vez, a una organización de orden superior: los
metacontextos-^órdenes máximos de recurrencia en este sistema- que aluden
a la forma en que son pautadas las interacciones como parte del sistema
total de la coreografía. En este orden de análisis, la interacción
complementaria creciente de la pareja puede a su vez someterse a restricciones
de orden superior -p.ej., si se recibe una queja de algún vecino, o
el marido tiene un ataque de asma, o un hijo del matrimonio desobedece
una orden que se le ha impartido-. Con esta descripción de la coreografía,
es lógico que procedamos a designar la categoría que le corresponda;
pero, por desgracia, contamos con muy pocos elementos en el
lenguaje (si es que hay alguno) para este orden de categorización. Ni siquiera
el término "cismogénesis" designa el conjunto pautado de interacciones,
pues se refiere al proceso mediante el cual interacciones repetitivas
(o sea, no controladas) originan una tensión intolerable y promueven
la disolución del vínculo. Respecto de la expresión "doble ligadura",
podríamos proponerla como designación de una categoría de interacción
coreográfica; esto concuerda con lo que sostenía Bateson (1972), para
quien "doble ligadura" era la designación de una pauta de "proceso transcontextual"
(pág. 272) [trad.cast. 302].
Una concepción organizational más amplia demuestra que la acción y
las secuencias de acción forman parte siempre de un sistema ecológico
más abarcador. Y es esta concepción inclusiva la que ha atraído la atenlias
y las redes sociales.
CONSTRUCCIÓN DE UNA REALIDAD
La "descripción del proceso" (columna de la derecha en la figura 1) remite
a lo que Bateson (1979a) describía como "un análogo de la suma de
fenómenos que se quiere explicar" (pág. 191) [trad.cast. 170]. Vale decir,
los ítems que figuran en esta columna son los más próximos a lo
que podemos considerar los "datos de los sentidos". Hemos identificado
los órdenes de descripción como fragmentos de acción, episodios interaccionales
y coreografía. Aunque en realidad no tenemos experiencia directa
de ninguno de ellos, cabe diferenciar entre una descripción de nuestra
experiencia sensorial y una tipología o categorización de dicha descripción
(clasificación de la forma).
Por ejemplo, un terapeuta puede dar cuenta de las expresiones faciales
de su cliente, su manera de respirar y los movimientos que hace con las
piernas. Luego, estas descripciones pueden clasificarse o tipificarse como
una clase de acciones (p.ej., de "temor" o de "entusiasmo"). No obstante,
carece de sentido que el terapeuta sostenga que ve "temor" o "entusiasmo"
en la persona que tiene delante, pues estos términos son clasificaciones
de descripciones de la experiencia sensorial, y no corresponden a
nada percibido en forma directa.
La diferencia entre la "descripción del proceso" basada en la experiencia
sensorial y la "clasificación de la forma", abstracción de orden superior,
no es nada trivial. En la obra de Bandler y Grinder (1979) se destaca
que la mayoría de los clínicos (y sus clientes) habitualmente confrontan
el mundo sin distinguir entre su experiencia sensorial y las abstracciones
que han creado acerca de ella. El problema reside en que estas abstracciones
de orden superior creadas por los clínicos se convierten con
frecuencia en los datos primarios de la terapia, reemplazando a su experiencia
sensorial más inmediata. De este modo, el clínico hace caso omiso
de una enorme cantidad de información de base sensorial durante
el curso de la terapia cerrándose frente a ella y desconectándose así de los
sucesos en curso en la interacción social.
Podría argüirsc que la alternativa consiste en centrarse en la experiencia
basada en los sentidos; hacer esto exigiría detener el diálogo interno
de las abstracciones de orden superior-"parar el mundo", como lo llamaba
don Juan-. En esencia, esto implicaría eliminar de la conciencíalas
abstracciones de orden superior a fin de permitir una confrontación más
directa de la experiencia basada en los sentidos. Una flor, verbigracia, no
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sería vivenciada como la categoría "flor", sino como una agrupación sensorial
de color, forma y perfume.
No obstante, las descripciones de la experiencia basadas en los sentidos
están siempre vinculadas a alguna especie de sistema simbólico interiorizado
-como el lenguaje que empleamos-, el cual determina ciertas
maneras particulares de "confrontar el mundo" a través de los propios
sentidos. El hecho de que las abstracciones estén entremezcladas con la
experiencia sensorial nos sugiere que no existe nada parecido a la "experiencia
sensorial pura" o a los "datos elementales". Bateson (1979a) afirma,
además, que "un primer postulado necesario para toda comprensión
del mundo viviente" es advertir que los organismos no pueden tener una
experiencia directa de su objeto de indagación (pág. 191) [trad. cast.
170]. Aquello con lo cual nos confrontamos (como hemos procurado
demostrar) son mapas de mapas.
Una concepción más inclusiva es la que considera que los organismos
experimentan el mundo participando en una dialéctica entre los sistemas
abstractos creados por ellos y la forma en que sus órganos de los sentidos
"se frotan" con ese mundo. Esta dialéctica, expuesta en la figura 1
como un dialéctica general entre la forma y el proceso, es un modelo que
describe de qué manera el proceso mental genera y organiza nuestro mundo
de experiencia. La escala en zigzag ascendente de la descripción del
proceso de base sensorial, por un lado, y la clasificación de la forma, por
el otro, constituyen un proceso dialéctico recurrente.
En este proceso dialéctico, repitámoslo, la manera de ver el mundo deriva
parcialmente de las distinciones que trazamos en él. Es como si con
nuestra propia mano dibujáramos bocetos en nuestra retina. Este proceso
es recursivo: uno dibuja lo que ve y ve lo que dibuja. Y como la forma y
el proceso se pueden "devorar" uno al otro recurrentemente, igual que el
"Uróvoro", siempre es posible generar diferentes órdenes de visión.
Hemos visto que la parte de la escala ascendente llamada "descripción
del proceso" se basa primordialmente en distinciones trazadas por
(o en) nuestro aparato sensorial. A las distinciones provenientes de esta
columna las llamamos "descripciones basadas en los sentidos". El otro
lado de la escala, el de la "clasificación de la forma", deriva en mayor medida
de nuestros sistemas simbólicos. Para Bateson, esto era un análogo
de lo que él denominaba "tautología"; pero en vez de emplear este término,
prefiero hablar de armazones de relaciones simbólicas mediante los
cuales pueden estructurarse las descripciones. Estos armazones proporcionan
una suerte de tejido conjuntivo que nos permite ligar o vincular diversas
descripciones del proceso.
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