sábado, 12 de abril de 2008


El mejor ejemplo de esto lo constituye la obra de Platón: por un lado sus "estudiosos" se quejan de su oscuridad "teórica", agravada por su expresión en forma de diálogos que incluyen diferentes puntos de vista sobre la cosmogonía y opiniones divergentes sobre algún tema –ejemplo que imitan concienzudamente–, por el otro no encuentran en su obra –y pensamiento– algo fijo que puedan clasificar, o proposiciones lógicas, sino en algunos fragmentos que no siempre encajan con los otros, o a su parecer se contraponen. Por lo que todo el aparato crítico y filológico que elaboran, que desde un punto de vista es valiosísimo (establecimiento de textos, traducciones, anotaciones eruditas), necesario, útil y esclarecedor en un aspecto horizontal, es desde otro completamente nulo en cuanto no constituye en la mayoría de los casos, una hermenéutica, y ni siquiera una exégesis de la obra, asunto que no figura en sus intenciones aunque es el más importante; otra cuando no son capaces de comprender que el lenguaje en que están escritos es precisamente el de la metafísica, siempre evasivo.

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