sábado, 12 de abril de 2008


La maravillosa creación, la Obra de un Ser Infinito, no es incompatible con una cárcel en la que el Espíritu y la deidad se hallan atrapados; tampoco una forma de ver distinta y simultánea del mundo tiene por qué asociarse necesariamente con algo tan mudable como una visión "optimista" o "pesimista".

Es más, si no fuera por esta prisión cósmica, la Revelación Hermética y el camino que propone (así como su cosmogonía) no tendrían razón de existir, e incluso sería nulo el Mundo Intermediario; más cuando se piensa en Hermes como un psicopompos, o lo que es lo mismo, en Poimandrés como un Pastor capaz de liberarnos, al punto de tornar la cárcel en nuestra casa, y ordenar nuestra salida del cosmos.

"todo debe resultar de la oposición y de la contrariedad: y es imposible que sea de otro modo".


Sin embargo el Deus–Noûs no tiene nombre, es más, es incognoscible y no puede aplicársele ninguna determinación, apareciendo sólo de manera racional en términos negativos, lo que hace al Conocimiento Divino una paradoja infinitamente majestuosa.

El hombre es pues mediador, no sólo en su función central sino también como un pequeño demiurgo en una creación que ha existido desde siempre y que se encuentra permanentemente inacabada, viva, en constante metamorfosis y que él puede transformar ya que aparece como el punto o la unidad donde convergen todas las energías creacionales, coronando y dando sentido al plan divino al restablecer los contactos que revelan las analogías, pues el mundo sensible se refleja en el inteligible como el inteligible en el sensible. Todo ello gracias a una red donde el Amor es el protagonista y el matrimonio (Hieros Gamos) entre el Cielo y la Tierra una cópula perpetua. Lo que es equivalente en otro simbolismo a una cadena de iniciados (El hilo de Oro) que se transmite del Noûs a Poimandrés, de este a Hermes, de Hermes a Tat y de este a todos los Adeptos y teúrgos de la tradición Hermética. De allí que el Corpus Hermeticum constituya una revelación y que la sola comprensión de sus enunciados conforme una Gnosis, dado que somos la materia de lo que conocemos y el Verbo Primordial se manifiesta en lo humano posibilitando el surgimiento del hombre pneumático, paradigma del iniciado, que sabe leer los signos de la naturaleza y los símbolos cambiantes de su aventura cósmica, adecuándose a las circunstancias de su viaje, que asimila al Conocimiento, y que el texto del Corpus Hermeticum transmite.

El Conocimiento, o sea, la Realización Espiritual, está tan lejos de la religión como de la magia, según estos términos son entendidos normalmente por el mundo moderno; es más, estas suelen constituirse en enemigos implacables en un proceso iniciático. Cuenta de ello dan el judaísmo sionista, el cristianismo integrista y el islamismo fundamentalista. Ni que hablar de la literalidad de la magia llamada ceremonial (siempre sujeta a la dualidad causa–efecto) con respecto a las tradiciones arcaicas que utilizaban las fórmulas, encantamientos y talismanes en un contexto de creencias y símbolos cosmogónicos grupales, nunca aislados de su razón de ser última, e igualmente con respecto a la "magia natural" renacentista y lo que son auténticamente las correspondencias y analogías como vehículos de acceso a la cosmogonía, la ontología y la metafísica, es decir la Via Simbólica en su verticalidad ascendente, que se manifiesta en el microcosmos como diversos estados del Ser Universal. Debe advertirse, que las palabras religión y magia tomadas en su sentido más amplio y esotérico, pueden ser válidas, como es el caso en ciertos autores de lengua inglesa, donde la costumbre las utiliza sin demasiada precisión; incluso en ese idioma los términos misticismo y ocultismo tienen un significado general que el uso de alguna manera legitimiza. Sin embargo en materia de doctrina, es decir, de la propia comprehensión intelectual de tales conceptos, es necesario redefinirlos ya que pueden significar ideas diametralmente opuestas a lo que verdaderamente expresan.

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