el arte de la memoria y marcadores cognitivos
No deja de ser inquietante que un tratado romano de retórica del año 85 a.C., que recoge la antigua tradición griega, contenga el núcleo de la conocida hipótesis del «marcador somático” propuesta por algunos neurobiólogos actuales. El marcador somático es una asociación interna entre situaciones emocionales y ciertos estímulos complejos.
La conexión implica una marca somática (positiva o negativa) que se agrega al recuerdo de un determinado estímulo, lo cual facilita la toma rápida de decisiones cuando posteriormente se repite el estímulo. Se supone que estas marcas forman parte de un sistema interno de preferencias alojado en la corteza prefrontal. La hipótesis del marcador somático ha sido desarrollada principalmente para explicar, que las funciones neuronales, la importancia de las emociones en el razonamiento y en la toma de decisiones.
Pero es una hipótesis que tiene implicaciones más amplias, pues además de describir cómo se ‘etiquetan” emocionalmente ciertas experiencias que se almacenan en la memoria, propone una interpretación de la manera en que las convenciones sociales y las normas éticas se “interiorizan” bajo la forma de marcas que asignan valores positivos o negativos a las experiencias.
La antigua mnemotecnia, por su parte, se proponía efectuar por medios artificiales externos marcas en la memoria interior, asociadas a emociones, con el objeto de facilitar que los recuerdos se guardasen ordenadamente y fluyesen con facilidad en el momento en que eran requeridos para expresarlos en público en discursos o parlamentos.
Las imagines agentes son marcadores que señalan la existencia de puntos de conexión entre el medio sociocultural y el cerebro. Nos indican que hay conductos por los que fluyen señales artificiales capaces de modificar los circuitos cerebrales.
Muchas personas que gozan de memoria prodigiosa —y que compiten en concursos internacionales— utilizan todavía la antigua mnemotecnia inventada por Simónides y exaltada por Cicerón). La técnica consistía en imitar artificialmente a la naturaleza, pues se partía de que los sucesos cotidianos ordinarios se suelen olvidar, mientras que los acontecimientos extraños, nuevos o maravillosos se retienen en forma natural en la memoria.
La eficacia del método proviene, me parece, de que es capaz de “traducir” las secuencias internas de señales neuronales a símbolos, y viceversa: convertir series ordenadas de símbolos en marcas neuronales que funcionan como enlaces ligados a emociones y a experiencias. ¿Cómo intentan los neurobiólogos actuales explicar este fenómeno? Suelen acudir a la propuesta de Donald Hebb, quien partió de la idea de que las conexiones entre neuronas que disparan simultáneamente se fortalecen.
Teniendo en mente la teoría de los reflejos condicionados, Hebb supuso que las neuronas que se activan al escuchar una campana se conectan con neuronas cercanas que se activan cuando en el mismo momento se le ofrece al perro (con el que experimentaba Pavlov) alimento. Así se forma un circuito neurona que “sabe” que la campana y la comida están relacionadas. Algo similar podria ocurrir en el ejemplo que da el antiguo tratado romano de retórica que he citado (Ad Herennium).
Para que el defensor en un juicio por asesinato recuerde un punto clave de la acusación, propone imaginar unos testículos de cordero: ello trae a la memoria, por similitud fonética, que hubo unos testigos que presenciaron el crimen. Esta imagen es parte de una secuencia ordenada, en la que aparecen otros símbolos: una copa (veneno) y unas tablillas (testamento, que indica el motivo del crimen).
Podemos suponer que las neuronas que se activan cuando se contemplan unos testículos se ligan a otras que disparan cuando se sabe que en la escena del crimen hubo testigos. Entre las neuronas “testimoniales” y las “testiculares” se forma un enlace permanente o, al menos, de larga duración. Ello se explica porque la activación simultánea de las neuronas provoca que las sinapsis que las unen se potencien.
El problema consiste en que las enzimas y las proteínas que fortalecen o debilitan las sinapsis deben ser sintetizadas a partir de genes específicos. Pero ¿cuáles son las señales que activan a estos genes? La explicación de Douglas Fields, a partir de experimentos en su laboratorio, es que os fuertes estímulos provenientes de disparos simultáneos de varias sinapsis (o de una sola activándose repetida mente) despolarizan la membrana de una célula nerviosa.
El potencial de acción de estos disparos hace que los canales de calcio, sensibles al voltaje, se abran. Entonces los iones de calcio interactúan con las enzimas y proteínas, que activan un factor de transcripción (CREB), el cual a su vez activa a los genes que fabrican las proteínas que provocan el fortalecimiento de las conexiones sinápticas.
Esto quiere decir que el núcleo de la neurona escucha directamente los disparos de la célula y al hacerlo determina cuándo hay que fortalecer permanentemente la sinapsis para que la memoria sea durable)
El antiguo autor de Ad Herennium explicaba que con el método para fijar datos en la memoria “el arte complementará a la naturaleza” Es decir, que ciertos mecanismos culturales se convierten en suplementos o prótesis de las redes cerebrales.
El proceso mnemotécnico comienza por asociar palabras, cosas o ideas a dos tipos de imágenes visuales, ya que se consideraba, como dijo Cicerón, que “el sentido de la vista es el sentido más agudo”) La primera imagen es un locus preciso ubicado en una construcción arquitectónica. La segunda imagen es una marca: la figura de una persona, una máscara, un dios, un héroe o un objeto que produzcan un impacto emocional.
Si continuamos la secuencia en términos modernos, diríamos que los temas, los loci y las marcas activan tres conjuntos diferentes de neuronas que inician disparos sincronizados hasta lograr que las sinapsis que conectan a los tres grupos se fortalezcan de manera permanente.
Aunque estamos todavía muy lejos de poder descifrar las señales eléctricas y químicas que generan redes neuronales interconectadas para fijar la memoria, podemos comprender que la mnemotecnia haya tenido un impacto tan profundo y duradero en la cultura occidental.
El arte de la memoria era un sistema que comunicaba el mundo cultural con el microcosmos interior. Y no sólo abría un canal de comunicación: permitía que con los artificios de la cultura se manipulasen las esferas del alma. Por supuesto, esta intromisión forzada de los poderes de la imaginación en las elevadas partes racionales del alma fue un reto para la escolástica cristiana. Alberto Magno y Tomás de Aquino, con la ayuda de la filosofía aristotélica, lograron justificar la manipulación de imágenes propia de la memoria artificial. La imaginería mediadora con fuertes impactos emociona les (las imagines agentes) fue sustituida por “similitudes corporales’ lo que fue legitimado por el hecho de que la cognición humanal es más poderosa ante las cosas sensibles. Ello ayudaba a que temas muy sutiles y espirituales fueran mejor recordados en el alma como formas corporales. Frances Yates ha dedicado un maravilloso la historia de la memoria artificial, y ha descrito cómo este antiguo arte desembocó en el pensamiento renacentista. Me parece que la lectura del libro de Yates muestra que la exaltación del arte de Iç memoria fue, entre otras cosas, una búsqueda de aparatos traductores: de artificios para transformar ideas en señales capaces de sumergirse en el micromundo interior de la memoria y reorganizar poderes del alma.
El análisis del pensamiento de Giordano Bruno es uno de los pasajes más fascinantes del trabajo de Yates. Es un ejemplo magnífico de la obsesión por entender y perfeccionar el arte de la memoria como aparato mediador y traductor. No debe extrañarnos que Bruno usara en esta tarea de desciframiento y manipulación de símbolos, metá foras y señales, algunos de los recursos que su cultura le ofrecía: la cabalística, la hermética, la magia y la astrología. Utilizó como marcadores las imágenes de las estrellas y los planetas, las pensó como “agentes superiores” y las colocó en el centro de un sistema de círculos concéntricos (cada uno con 150 imágenes) concebido como una extraña combinatoria mediadora que conecta las esferas celestes con las ruedas internas de la memoria. Las imágenes de las estrellas se enlazan, en el siguiente círculo, con símbolos de vegetales, animales, piedras, metales y otros objetos varios. El siguiente círculo consiste en una variada lista compuesta solamente de adjetivos, todos escritos en acusativo. Los siguientes círculos se componen de una lista de inventos (agricultura, cirugía, flauta, esfera, etc.) junto con sus correspondientes inventores (Osiris, Quirón, Marsias, Atlas, etc.). Frances Yates descubrió que las series de imágenes de Bruno forman parte de un sistema de círculos combinatorios como el que creó Ramon Llull. Giordano Bruno construyó un mecanismo mediador que, al manipular las imágenes de las estrellas (que son en realidad “sombras de ideas”), permitía imprimir en la memoria, por medio de las ruedas concéntricas, las imágenes adecuadas de los “agentes superiores”. Como señala Yates, las concepciones renacentistas de un cosmos animado, como la de Bruno, abrieron el camino a la idea moderna de un universo mecánico basado en procesos matemáticos, como el que exploró Leibniz. Pero a Bruno le interesaba menos el mundo externo que la mecánica interior y el funcionamiento de las ruedas de la memoria.
Si se quiere tener una idea concreta y viva de lo que significa esta maquinaria mnemónica, basta con leer el hermoso libro del gran psicólogo A. R. Luna sobre el caso de un hombre que, gracias a una acentuada sinestesia, tenía una memoria absolutamente excepcional. Esta persona asociaba imágenes visuales, sabores, colores, números y palabras de manera espontánea, lo que le permitía construir la sociedad promueve la insatisfacción corporal con el fin de suscitar el deseo indiscriminado de "remedios de belleza" y la persecución de un ideal imposible.
Etiquetas: EL ARTE DE LA MEMORIA, marcadores cognitivos
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