Muchas veces reaccionamos sin pensar en el papel que juega nuestra propia reacción, me explico. Muchas veces nuestras respuestas físicas ocurren antes de pensar, es decir, automáticamente, como si nosotros no fuéramos quienes controláramos aquello que nos sucede. |
Por poner un ejemplo les contaré el caso de mi amigo Diego que considera que es incapaz de controlar sus ataques de asma.
Siempre le ocurren cuando se enfrenta a una situación que él considera peligrosa para él, como puede ser exponerse a personas autoritarias y con mucho poder. Se convierte en una simple víctima y reacciona así.
Él no se da cuenta pero muy probablemente el diálogo interno que mantiene consigo mismo al enfrentarse a una situación así es: “esta persona es una controladora, quiere tener poder sobre todo lo que nos rodea, tengo miedo y me estoy poniendo muy nervioso. Esta situación me recuerda a la que vivía con papá de pequeño cuando me ordenaba lo que tenía que hacer y yo trataba de evitarlo a toda costa….incluso con ataques de asma”
Esta conversación él no la mantiene conscientemente consigo mismo pero lo que sí hace es apretar el mismo botón de siempre, por lo que la reacción es la misma de siempre. Es como algo que sucede automáticamente.
El asma de mi amigo, sus pensamientos y su reacción física tienen todos ellos una lógica interna que muchas veces no alcanzamos a captar pero la tiene.
El entorno no fue la causa de que mi amigo Diego experimentara esta serie de fenómenos corporales. Lo que hizo fue disparar su sistema, determinado en este caso en concreto.
Somos como un ordenador bien programado, cuando pulsamos un botón concreto la reacción que obtenemos en siempre la misma.
¿Pero y si esa canción o reacción que activamos no nos gusta?
¿Somos capaces de hacer consciente ese sistema que tenemos montado, y cambiarlo?
¿Seguirá siempre mi amigo Diego reaccionando así ante situaciones concretas?
Yo considero que estas reacciones que tenemos son como armaduras que nos creamos nosotros mismos supuestamente para sobrevivir. Las elecciones que hacemos nos empujan constantemente a hacer frente al miedo, la vergüenza, o la ira sirviéndose de alguna armadura o comportamiento automático que nos garantice la supervivencia.
Por poner un simple ejemplo: una persona que ha sido constantemente avergonzada durante su infancia podría manifestar una serie de conductas automáticas que le sirvan para evitar la vergüenza. Muy posiblemente llevará ropa discreta para no llamar la atención, se sentará en la última fila allí donde vaya, nunca se presentará como voluntaria para ninguna actividad que haya que desarrollar en público, usará un tono de voz muy bajo, etc.
Todas ellas son acciones inconscientes pero que siguen un marcado patrón.
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