lunes, 9 de junio de 2008


TAROT, EL ARTE DE LA MEMORIA ,

FILOSOFÍA HERMÉTICA

El naipe es un " palacio notable de la memoria » ya que incorpora al mismo conjunto espacio temporal una continuación coherente de lugares (cuatro series "menores" de diez cartas jerarquizadas + veintidós cartas "mayores", ellos mismas ordenadas por una numeración) e imágenes que, siendo ya más o menos conocidas unos utilizadores (pues más fáciles memorizar y ya reenviando informaciones diversas), poseen detalles sorprendentes. Anotaremos también que el uso lúdico del naipe finalmente no es nada más que la puesta en práctica de la regla principal del Arte de la memoria, a saber recorrer frecuentemente y con afecto los edificios de la memoria con el fin de revivificar las imágenes; más aunque otros juegos de cartas, el uso lúdico del naipe acude en efecto fuertemente a la memoria.

Existen unos juegos de cartas que explícitamente son unos juegos de Arte de la memoria y cuyos ciertos detalles iconográficos distintamente evocan el espíritu de los arcanos mayores del naipe. Así, en 1509, Thomás Murner publica en Estrasburgo un tratado titulado Logica memorativa, que se funda totalmente sobre un juego de cartas. Ya, hacia 1465, el juego italiano falsamente atribuid a "Mantegna", constituido por 50 cartas exclusivamente "mayores", cuya gran parte es perfectamente análoga a los arcanos del naipe, puede estar arreglado sin duda en la categoría de los juegos educativos fundados sobre la tradición clásica y erudita del Arte de la memoria.

“El Tarot es un libro del antiguo Egipto cuyas páginas contienen el secreto de una medicina universal, de la creación del mundo y del destino del hombre. Sus orígenes se remontan al 2170 antes de Cristo, cuando diecisiete magos se reunieron en un cónclave presidido por Hermes Trismegisto. Enseguida fue grabado en plaquetas de oro colocadas alrededor del fuego central del Templo de Memfis. En fin, después de diversas peripecias, fue reproducido por grabadores mediocres de la Edad Media con una cantidad de inexactitudes de modo que su sentido original fue desnaturalizado”.


Etteilla restituyó al Tarot lo que él creía que era su forma primitiva, remodeló la iconografía y lo bautizó “El libro de Thot”. La herencia del Neoplatonismo y del hermetismo del Renacimiento está claramente presente en las manipulaciones operadas por Etteilla. En efecto, en los ocho primeros Triunfos, reproduce las fases de la creación; en los cuatro siguientes, subraya que las virtudes conducen las almas hacia Dios; y finalmente en los diez últimos representa las condiciones negativas a las que están sometidos los seres humanos.


Las 56 cartas numeradas fueron interpretadas como sentencias adivinatorias para los mortales. Gracias a estas revelaciones, cobró gran vuelo la moda de la cartomancia, y más tarde la dimensión mística del libro de Thot fue revalorizada por Eliphas Lévi. Eliphas Lévi denunció los errores de Etteilla, afirmando que los 22 Triunfos correspondían a las 22 letras del alfabeto hebreo. Y explica la conexión con las operaciones mágicas, con el simbolismo francmasón y sobre todo con los 22 senderos del Arbol de la Kábbala, que reflejan las estructuras idénticas en el hombre y en el universo.


Recorriendo los 22 canales del supremo saber, el alma humana podría llegar a la contemplación de la luz divina. Las teorías de Lévi fueron retomadas por numerosas confraternidades ocultistas y cada una de ellas recreó nuevas cartas de Tarot conforme a su propia filosofía.


Para algunos, el objetivos de los iniciados era la realización de un gran Templo Humanitario apuntando la creación de un Reino del Espíritu Santo fundado sobre el esoterismo común a todos los cultos. Para otros, el Tarot representaba las etapas de un recorrido individual de elevación mística o de exaltación psíquica mediante la obtención de grandes poderes mágicos.

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