jueves, 3 de julio de 2008


Sin el gozo intelectual, que nos proporciona placer físico de la actividad mental y sin el descubrimiento de la belleza que da armonía a la inteligibilidad, no puede haber un buen desarrollo educativo de la actividad de pensar científicamente.

El gozo intelectual existe, cada vez que se intuye, se descubre o se comprende algo.


Parafraseando a Descartes podemos transformar su famosa expresión “cogito ergo sum” en cogito ergo gaudeo”, pero también hay gozo intelectual cuando, el “puer faber”, logra transformar una idea en realidad.

Proporcionar los medios y las iniciativas para alcanzar ese gozo, eso es lo que queremos.

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