Giordano Bruno, en Inglaterra, se relacionó con Philip Sydney y la condesa de Pembroke y con los círculos de eruditos de ambos, entre los que se contaba con John Dee que escribió sobre algunos planes reunificadores en torno a un saber coincidente y que luego prosiguió su actividad en Praga, en la Corte del Emperador Rodolfo II. Este John Dee influyó considerablemente en su protegido italiano Francesco Pucci. Francesco Pucci, autor del libro “Forma d’una republica cathólica”, desarrolló temas de la tercera vía, incluso la de un “colegio” esclarecido e invisible, fue detenido en Salzburgo, conducido a Roma, donde se le juzgó y condenó a ser quemado; el mismo fin de Giordano Bruno, delatado a la Inquisición y cuyas razones exactas de condenación aún nos son desconocidas. En torno al emperador Rodolfo II, hasta la victoria de la Contrarreforma en la Montaña Blanca (1620), hubo un gran círculo de actividad de la tercera vía, donde se exaltó el intelecto instruido.
En los países protestantes e Inglaterra los propugnadores de la tercera vía resultaban políticamente sospechosos, en tanto que del lado católico estaban expuestos al riesgo de la Inquisición y la ejecución en la pira.
Esta tercera vía, al no poder superar el antagonismo, fracasó. Era una vía propugnadora de la tolerancia, de marcado carácter pelagiano, i.e., confiaba en la capacidad humana, de ahí que pensadores como Rouseau fuesen pelagianos. Era una vía defensora de una reforma a base de un mínimo de dogmas, dejando el resto a la discusión de los teólogos; algo así como aceptar un mínimo común denominador que posibilitara salvar la unidad de la Europa occidental.
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