hipnosis
Esta conferencia se llevó a cabo el día 31 de enero de 2009, y fue publicado el mismo día con le título “Conferencia sobre hipnosis” en el blog
http://milo-detodounpoco. blogspot.co.il/
En forma muy resumida y gráfica, trataré de explicar el mecanismo de la hipnosis. Sabemos que todo nuestro cuerpo tiene su imagen en el cerebro. Cuando una zona de él es estimulada se obtiene una reacción en la parte correspondiente del cuerpo. Esos estímulos pueden ser auto generados, o ser impartidos desde el exterior a traves de los sentidos. Gracias al conocimiento del significado de las palabras, es decir, del idioma, los estímulos verbales, que no son otra cosa que estímulos físicos sonoros con una longitud de onda y una frecuencia determinadas, son descifrados y ubicados por el cerebro en la zona justa, produciéndose la respuesta correspondiente, pero condicionada a la voluntad del receptor.
En el estado hipnótico o trance como también se lo llama, el ser humano se convierte ni mas ni menos, en una computadora con un programa que responde a estímulos sonoros, con la diferencia que la computadora no tiene la capacidad de negarse por que en ella la voluntad no existe, mientra que en el ser humano sí existe, disminuída o encubierta durante el estado hipnótico. Es por eso que al recibir el cerebro la siguiente orden, por ejemplo, ¡levante la mano izquierda!, la mano izquierda se levanta como si fuera un reflejo condicionado, como si fuera un robot, sin que el paciente se de cuenta de ello.
Es interesante que cuando la orden o el estímulo afectan a su moral, aún dormido no siempre se cumple. Lo comprobé cuando, por querer verificar la profundidad del estado hipnótico de un paciente, le ordené que se sacara el zapato de la pierna hizquierda. Dormido y con los ojos cerrados llegó sólo a tocarse el zapato pero no se lo sacó. Una vez despierto me confesó que no lo hizo por que tenía vergüenza, tenía la media rota.
El hipnotizador no solamente puede gobernar los nervios motores de una persona, si no, mediante los mismos estímulos idiomáticos, puede inducir sentimientos y actuar sobre el resto de sus sentidos.
Todos podemos llegar a ese estado, pero no todos lo hacemos en el mismo grado. Para entrar en él se necesita la ayuda de un guía, el hipnotizador, que se basa en métodos con precisos pasos graduales tanto para entra o como para salir de ese estado. Para despertar al paciente, las órdenes deben ser impartida con extrema suavidad, a fin de no producir secuelas secundarias que, aunque pasajeras no son agradables. Las indicaciones deben ser impartidas en voz baja y monótona, sin cambios tonales y acompasadamente, como el canto de esa madre. En primer lugar, el paciente tiene que estar completamente relajado. Un solo músculo contraído, es parte del cerebro que trabaja.
El cerebro sólo debe mantener sus funciones indispensables, dejando claro acceso a la voz del profesional que le indica en qué debe pensar, qué miembro debe mover, o qué debe imaginar. El paciente está completamente distraído y desconectado del mundo, menos de esa voz que lo acompaña desde la primera sesión. Es por eso que se recomienda poca luz, silencio o una música de fondo adecuada y tibio calor. Es decir, el sujeto debe sentirse confortable. Otras tres condiciones son indispensables: La primera es la voluntad de ser hipnotizado. Nadie puede ser hipnotizado contra su voluntad. La segunda es no temer a la hipnosis. Temor que algo malo le pueda suceder.
La hipnosis es completamente inocua. Un temor muy común es el miedo que el hipnólogo muera cuando él está en trance. En este caso, nada grave le sucederá al paciente. Al cabo de un rato, cambiaría el sueño hipnótico por un sueño fisiológico y seguiría durmiendo el tiempo que su organismo lo requiera. Y la tercera condición es confiar en el profesional, es decir, confiar en su capacidad y que no aprovechará de su estado para otros fines que no sean los establecidos.
Sólo un diez porciento de la población puede entrar en ese sueño hipnótico profundo, capaz de no sentir el dolor de un pichazo, recordar pasajes olvidados de su vida, llorar, reir, oler olores inexistente, sentir frío, sentir calor, entrar en catalepsia, ver visiones y hasta ser objeto de una operación quirúrgica sin anestesia.
Sigmund Freud lo hacía para corregir perturbaciones psicológicas. Mediante su psicoanálisis ayudado por la hipnosis, erradicaba traumas, espinas irritativas enclavadas en el subconsciente.
Mucha veces estamos ditraídos y no vemos objetos aunque los estemos mirando. Sucede que nuestra mente estaba totalmente ocupada por otro estímulo, generalmente un pensamiento. Ese pensamiento nos ha auto hipnotizado por un momento, sin que lo hayamos notado.
Pero también un pensamiento o sugestión, puede obrar como estímulo nocivo y provocar una enfermedad sin lesión, como sucede en los enfermos histéricos con sus cegueras o parálisis si alteraciones orgánicas. Son estos los enfermos que curaban con éxito los curanderos, los magos, los brujos, los hechiceros, los poseídos, los sacerdotes y los santos de la antigüedad, incluyendo al ya citado médico alemán Franz Anton Mesmer.
Otras enfermedades en la que la psiquis tienen ingerencia, son las psicosomáticas, donde la alteración física se hace presente. En este caso el tratamiento médico será difícil o imposible si es que la mente no es liberada al mismo tiempo. En la actualidad la hipnosis es un medio valioso que contribuye a su cura.
Es conocido el caso de enfermedad histérica que se relata en la película Candilejas, en donde Charles Chaplin con un cachetazo hace bailar a su protegida quien se sentía paralizada.
Recuerdo otro caso interesante. Un par de mellizos uno de los cuales había nacido mudo. El padre resuelve llevarlo a EEUU para que lo vea un gran especialista. Durante el viaje, mientras todos brindaban por el nuevo año, el chico exclamó repentinamente: ¡feliz año nuevo!. El padre no lo podía creer. Al llegar, telegrafió a su esposa: ¡Querida, el chico habla!- y ésta le contestó: ¡Tarado, te llevaste al otro!.
Experiencia personal
El desconocimiento de la historia de la hipnosis y sólo estar influenciado por los que la usaban en los teatros, hizo que yo nunca creyera en ella. No podía pensar que existiera una fuerza que trasmitida a traves de los ojos del hipnotizador llegara a inmovilizar a otros.
Nunca creí en poderes sobrenaturales. Pero un hecho trascedental ocurrió durante mi asistencia en las jornadas odontológicas de la ciudad de La Plata del año 1954. En una de sus variadas sesiones, el doctor Duyos, prestigioso odontólogo local, hacía una demostración de “hipnodoncia”, así se llama a la hipnosis aplicada a la odontología. Lo que allí ví, no lo pude creer. Entró un paciente al escenario y se recostó en el sillon odontológico.
El doctor Duyos palmeó una sola vez y el paciente quedó profundamente dormido. Tomó el torno, le perforó un diente y le extrajo el nervio sin haberlo anestesiado. Quedé impactado. No podía ser que el doctor Duyos, profesional honesto de mucha reputación en la ciudad, se prestara para hacer trucos teatrales. Recién en ese entonces, el hipnotismo dejó de ser un mito para mí. Después de unas cuantas sesiones del curso que el doctor José Torres Norry impartía en el consultorio del mismo doctor Duyos, impulsado por mi enorme deseo de hipnotizar, lo intenté sin éxito con miembros de mi familia. Sin perder las esperanzas busqué otros candidatos, todos con el mismo resultado.
Muy decepcionado hasta que dí con Mary, la sirvienta de mi casa. Al llegar al tercer paso de los varios que había que seguir, Mary ya no podía levantar sus párpados. En vez de ponerme contento, casi me desmayo del susto. Y por el susto me olvidé cómo se sigue. Gracias a los apuntes que los tenía a mano, todo volvió a la normalidad. De aquí en adelante yo ya no era Milo el dentista, sino Milo el hipnotizador.
Fue tal mi entusiasmo que no había paciente al yo no probara si era suceptible a la hipnosis o no. El que se encargaba de difundir mi nueva actividad era mi padre que siempre le interesaron las cosas raras. Eso trajo como consecuencia que amigos y vecinos solicitaran de mí que les solucione problemas que nada tenían que ver con mi profesión. Nunque me negué porque lo hacía con gusto a pesar que por ello no cobraba un centavo. Por supuesto, siempre cuidando de no perjudicarlos y de no incurrir en una falta de ética profesional.
Un hecho extra profesional fue el caso de Fredy. Fredy era un aventajado estudiante de física nuclear. La puntuación de sus exámenes no bajaba de diez. Me llama por teléfono para pedir mi ayuda. Tenía que rendir su último exámen pero no se podía concentrar para prepararlo. Después de varias sesiones de hipnosis me informa que obtuvo, como siempre, diez puntos y que ya era físico nuclear.
Hayde una niña de no más de diez años de edad en aquel entonces, no podía tragar después de una operación de amigdalectomía. Consultado su médico, éste afirmó que todo estaba en orden y que el problema residía en la mente. Sólo era un impedimento psíquico. Como éramos amigos su padre pidió mi intervención. Accedí después de obtener el correspondiente permiso del médico que la intervino. El éxito nos reportó unas vacaciones en el departamento que la familia tenía en Mar del Plata.
Otro caso espectacular fue el de Ricardo, sobrino de un gran amigo ya fallecido. Este jovencito de 12 años que vivía en Basabilbaso, una mañana se levantó con una rodilla que no podía doblar. Viajó a La Plata para que el conocido traumatólogo doctor Piqué de Buenos Aires lo atendiera. No hubo inyección que lo ayudara. Problema mental según conclusión del profesional. Milo el mago intervino y todo volvió a la normalidad. Me dijo mi mi amigo muy asombrado, que Jesús Cristo era un poroto al lado mío. Creo que su problema se produjo al haberse sugestionado por un cancer en una pierna que le fué extraído a su tío.
Corría el año 1956 cuando algunos médicos del “Hospital de Clinicas General don José de San Martín” de la ciudad de La Plata, Argentina, entre ellos mi cuñado el doctor Manuel Borisosky, acordaron que el doctor Solari efectuara en ese hospital, una menisectomía a una paciente que propuse, nuestra sirvienta Mary, bajo anestesia hipnótica que yo realizaría, y para cuyo propósito la había preparado en casa durante varias semanas.
Su estado hipnótico fue tan hondo que se logró dormir solamente la zona a intervenir, es decir, la rodilla. La paciente estaba completamente lúcida conversando conmigo mientras los médicos operaban. Post operatorio espléndido. Sin dolores ni complicaciones. El grado hipnótico a la que llegamos es el más profundo y se llama “sugestión post hipnótica complicada”. Debo aclarar que un anestesista estuvo presente para que actúe en caso de necesidad.
Yoly era mi ayudnte en el consultorio. Necesitaba una apendicectomía de urgencia. Acordamos con el cirujano doctor Rolando Ontiveros que la intervención la haría él en la clínica Mayo cuyo director era mi cuñado, y que la anestesia sería hipnótica a causa del temor que Yoly le tenía a la anestesia general. Acostada en la cama de operaciones y a pedido de ella, comencé a hinotizarla unos 15 minutos antes de que el cirujano llegara.
Pero el cirujano llegó después de una hora cuando yo ya estaba muy consado de hablar tanto. Así fue que, no faltando mucho para concluír con la operación, le pedí al anestesista doctor Navajas, presente por cualquier eventualida, que prosiguiera con anestesia endovenosa. Este doctor era un paciente mío muy miedoso, pero con un humor especial.
Casi todos lo médico le temen mucho al dentista. Cierta vez al encontrarnos en la calle por casualidad, me agradeció varias veces la gran satisfacción que yo le había producido el día anterior. Le dije que no sabía qué le pude haber hecho, si ese día yo estaba en la ciudad. Justamente por eso, me contestó. Fui a su consultorio a atenderme y usted no estaba...
Podría decir que con esta chica Mary, logré perfeccionarme. Estando de vacaciones con mi familia, noto que Mary esta buscando algo. No recordaba dónde había dejado sus anteojos. Aprovechando su gran facilidad para la hipnosis, me ofrecí ayudarla. Estando dormida me informó con claridad dónde los había puesto. Para hacerlo mas espectacular, le ordené que al despertarse no recordara haber hablado conmigo. Y así fue.
Mary era una enferma de histeria. Más de una vez no volvía de sus tiempos libres al trabajo a causa de un ataque que la tomaba en cualquier lado. Le inculqué en estado hipnótico profundo, que cuando note que el ataque está por llegar, simplemente pronuncie la palabra “bienestar”, como pudo haber sido cualquier otra palabra, y los síntomas habrán de desaparecer. Desde entonces no supimos de otro ataque.
También debo agragar que mi señora no sintió los dolores del parto cuando dió a luz a su hija Clarisa, gracias a la hipnosis impartida por su marido
Hicimos muchas demostraciones en casa particulares con gente amiga. Y para asombro de todos, hasta hipnotizamos a una gallina. La gallina, igual que el conejo, si lo acostamos en una mesa por su lomo y le sostenemos el pico por unos instantes, se mentiene sola en esta posición durante cierto tiempo, como si estuviese hipnotizada. Los invito a que lo prueben. Con conejos no tratamos.
Aplicando la hipnodoncia, hemos hecho tratamientos de conductos y extracciones dentarias sin anestesia, sin dolor y sin hemorragia. Es dificil creer que con la hipnosis se puede detener una hemorragia, pero he aquí la explicación. La coagulación es el componente biológico que actúa para que la hemorragia se detenga. El otro componente es el motor, que responde a una orden cerebral que hace que la arteria se contraiga. Es allí donde actúa la hipnosis.
Es curioso ver cómo con la hipnosis se puede provocar una ampolla en un dedo. En las quemaduras de primer grado se produce un eritema, la piel se enrojece por dilatación de los capilares. En las de segundo grado, una orden cerebral produce una la dilatación mayor, para permitir el transvase de plasma que servirá como barrera al calor, y de esta manera evitar que el daño llegue a tejidos más profundos. Si en estado hipnótico se le inculca al paciente que esta tocando un hierro caliente, el cerebro responderá con la misma orden y la ampolla se producirá.
Un caso gracioso sucedió cuando atendía mi consultorio en Berisso. Entra una pareja. La mujer me solicita tratamiento con anestesia hipnótica. La mujer se recuesta en el sillón, mientras el marido observa parado atrás a unos metros, al lado de la puerta de acceso. Preparo el ambiente y comienzo el procedimiento. A los 5 minutos oigo un golpe en la puerta: el marido se estaba cayendo hipnotizado.
Un paso que asombra y que llama fuertemente la atención en el procedimiento que se sigue para hipnotizar, es el llamado “signo señal”. Fue lo que más me asombró en la demostración del doctor Duyos durante las jornadas. Las primeras tres sesiones son de relajamiento y de algunas sugestiones motoras y anestésicas, hasta llegar a la hipnosis. En ese paso el paciente no puede levantar sus párpados. Es entoces cuando se le inculca que en la próxima sesión, cuando escuche una señal determinada como, por ejemplo, el sonido que se produce al golpear el vidrio de la salivadera con algún instrumento metálico, sus párpados caerán pesados, no los podrá abrir y entrará en sueño profundo. Y es curioso ver que efectivamente eso se cumple..
Si bien me encantaba hipnotizar a la gente, económicamente no daba buenos resultados. Perdía mucho tiempo haciendo las pruebas de suceptibilaidad, la mayoria de ellas negativas y por las cuales no me atrevía pedir honorarios. Como ya puntualizamos, solo un diez porciento de la población es sensible a la hipnosis profunda. Fue así que, muy a pesar mío, lentamente me fuí alejando de su práctica.
http://milo-detodounpoco.
En forma muy resumida y gráfica, trataré de explicar el mecanismo de la hipnosis. Sabemos que todo nuestro cuerpo tiene su imagen en el cerebro. Cuando una zona de él es estimulada se obtiene una reacción en la parte correspondiente del cuerpo. Esos estímulos pueden ser auto generados, o ser impartidos desde el exterior a traves de los sentidos. Gracias al conocimiento del significado de las palabras, es decir, del idioma, los estímulos verbales, que no son otra cosa que estímulos físicos sonoros con una longitud de onda y una frecuencia determinadas, son descifrados y ubicados por el cerebro en la zona justa, produciéndose la respuesta correspondiente, pero condicionada a la voluntad del receptor.
En el estado hipnótico o trance como también se lo llama, el ser humano se convierte ni mas ni menos, en una computadora con un programa que responde a estímulos sonoros, con la diferencia que la computadora no tiene la capacidad de negarse por que en ella la voluntad no existe, mientra que en el ser humano sí existe, disminuída o encubierta durante el estado hipnótico. Es por eso que al recibir el cerebro la siguiente orden, por ejemplo, ¡levante la mano izquierda!, la mano izquierda se levanta como si fuera un reflejo condicionado, como si fuera un robot, sin que el paciente se de cuenta de ello.
Es interesante que cuando la orden o el estímulo afectan a su moral, aún dormido no siempre se cumple. Lo comprobé cuando, por querer verificar la profundidad del estado hipnótico de un paciente, le ordené que se sacara el zapato de la pierna hizquierda. Dormido y con los ojos cerrados llegó sólo a tocarse el zapato pero no se lo sacó. Una vez despierto me confesó que no lo hizo por que tenía vergüenza, tenía la media rota.
El hipnotizador no solamente puede gobernar los nervios motores de una persona, si no, mediante los mismos estímulos idiomáticos, puede inducir sentimientos y actuar sobre el resto de sus sentidos.
Todos podemos llegar a ese estado, pero no todos lo hacemos en el mismo grado. Para entrar en él se necesita la ayuda de un guía, el hipnotizador, que se basa en métodos con precisos pasos graduales tanto para entra o como para salir de ese estado. Para despertar al paciente, las órdenes deben ser impartida con extrema suavidad, a fin de no producir secuelas secundarias que, aunque pasajeras no son agradables. Las indicaciones deben ser impartidas en voz baja y monótona, sin cambios tonales y acompasadamente, como el canto de esa madre. En primer lugar, el paciente tiene que estar completamente relajado. Un solo músculo contraído, es parte del cerebro que trabaja.
El cerebro sólo debe mantener sus funciones indispensables, dejando claro acceso a la voz del profesional que le indica en qué debe pensar, qué miembro debe mover, o qué debe imaginar. El paciente está completamente distraído y desconectado del mundo, menos de esa voz que lo acompaña desde la primera sesión. Es por eso que se recomienda poca luz, silencio o una música de fondo adecuada y tibio calor. Es decir, el sujeto debe sentirse confortable. Otras tres condiciones son indispensables: La primera es la voluntad de ser hipnotizado. Nadie puede ser hipnotizado contra su voluntad. La segunda es no temer a la hipnosis. Temor que algo malo le pueda suceder.
La hipnosis es completamente inocua. Un temor muy común es el miedo que el hipnólogo muera cuando él está en trance. En este caso, nada grave le sucederá al paciente. Al cabo de un rato, cambiaría el sueño hipnótico por un sueño fisiológico y seguiría durmiendo el tiempo que su organismo lo requiera. Y la tercera condición es confiar en el profesional, es decir, confiar en su capacidad y que no aprovechará de su estado para otros fines que no sean los establecidos.
Sólo un diez porciento de la población puede entrar en ese sueño hipnótico profundo, capaz de no sentir el dolor de un pichazo, recordar pasajes olvidados de su vida, llorar, reir, oler olores inexistente, sentir frío, sentir calor, entrar en catalepsia, ver visiones y hasta ser objeto de una operación quirúrgica sin anestesia.
Sigmund Freud lo hacía para corregir perturbaciones psicológicas. Mediante su psicoanálisis ayudado por la hipnosis, erradicaba traumas, espinas irritativas enclavadas en el subconsciente.
Mucha veces estamos ditraídos y no vemos objetos aunque los estemos mirando. Sucede que nuestra mente estaba totalmente ocupada por otro estímulo, generalmente un pensamiento. Ese pensamiento nos ha auto hipnotizado por un momento, sin que lo hayamos notado.
Pero también un pensamiento o sugestión, puede obrar como estímulo nocivo y provocar una enfermedad sin lesión, como sucede en los enfermos histéricos con sus cegueras o parálisis si alteraciones orgánicas. Son estos los enfermos que curaban con éxito los curanderos, los magos, los brujos, los hechiceros, los poseídos, los sacerdotes y los santos de la antigüedad, incluyendo al ya citado médico alemán Franz Anton Mesmer.
Otras enfermedades en la que la psiquis tienen ingerencia, son las psicosomáticas, donde la alteración física se hace presente. En este caso el tratamiento médico será difícil o imposible si es que la mente no es liberada al mismo tiempo. En la actualidad la hipnosis es un medio valioso que contribuye a su cura.
Es conocido el caso de enfermedad histérica que se relata en la película Candilejas, en donde Charles Chaplin con un cachetazo hace bailar a su protegida quien se sentía paralizada.
Recuerdo otro caso interesante. Un par de mellizos uno de los cuales había nacido mudo. El padre resuelve llevarlo a EEUU para que lo vea un gran especialista. Durante el viaje, mientras todos brindaban por el nuevo año, el chico exclamó repentinamente: ¡feliz año nuevo!. El padre no lo podía creer. Al llegar, telegrafió a su esposa: ¡Querida, el chico habla!- y ésta le contestó: ¡Tarado, te llevaste al otro!.
Experiencia personal
El desconocimiento de la historia de la hipnosis y sólo estar influenciado por los que la usaban en los teatros, hizo que yo nunca creyera en ella. No podía pensar que existiera una fuerza que trasmitida a traves de los ojos del hipnotizador llegara a inmovilizar a otros.
Nunca creí en poderes sobrenaturales. Pero un hecho trascedental ocurrió durante mi asistencia en las jornadas odontológicas de la ciudad de La Plata del año 1954. En una de sus variadas sesiones, el doctor Duyos, prestigioso odontólogo local, hacía una demostración de “hipnodoncia”, así se llama a la hipnosis aplicada a la odontología. Lo que allí ví, no lo pude creer. Entró un paciente al escenario y se recostó en el sillon odontológico.
El doctor Duyos palmeó una sola vez y el paciente quedó profundamente dormido. Tomó el torno, le perforó un diente y le extrajo el nervio sin haberlo anestesiado. Quedé impactado. No podía ser que el doctor Duyos, profesional honesto de mucha reputación en la ciudad, se prestara para hacer trucos teatrales. Recién en ese entonces, el hipnotismo dejó de ser un mito para mí. Después de unas cuantas sesiones del curso que el doctor José Torres Norry impartía en el consultorio del mismo doctor Duyos, impulsado por mi enorme deseo de hipnotizar, lo intenté sin éxito con miembros de mi familia. Sin perder las esperanzas busqué otros candidatos, todos con el mismo resultado.
Muy decepcionado hasta que dí con Mary, la sirvienta de mi casa. Al llegar al tercer paso de los varios que había que seguir, Mary ya no podía levantar sus párpados. En vez de ponerme contento, casi me desmayo del susto. Y por el susto me olvidé cómo se sigue. Gracias a los apuntes que los tenía a mano, todo volvió a la normalidad. De aquí en adelante yo ya no era Milo el dentista, sino Milo el hipnotizador.
Fue tal mi entusiasmo que no había paciente al yo no probara si era suceptible a la hipnosis o no. El que se encargaba de difundir mi nueva actividad era mi padre que siempre le interesaron las cosas raras. Eso trajo como consecuencia que amigos y vecinos solicitaran de mí que les solucione problemas que nada tenían que ver con mi profesión. Nunque me negué porque lo hacía con gusto a pesar que por ello no cobraba un centavo. Por supuesto, siempre cuidando de no perjudicarlos y de no incurrir en una falta de ética profesional.
Un hecho extra profesional fue el caso de Fredy. Fredy era un aventajado estudiante de física nuclear. La puntuación de sus exámenes no bajaba de diez. Me llama por teléfono para pedir mi ayuda. Tenía que rendir su último exámen pero no se podía concentrar para prepararlo. Después de varias sesiones de hipnosis me informa que obtuvo, como siempre, diez puntos y que ya era físico nuclear.
Hayde una niña de no más de diez años de edad en aquel entonces, no podía tragar después de una operación de amigdalectomía. Consultado su médico, éste afirmó que todo estaba en orden y que el problema residía en la mente. Sólo era un impedimento psíquico. Como éramos amigos su padre pidió mi intervención. Accedí después de obtener el correspondiente permiso del médico que la intervino. El éxito nos reportó unas vacaciones en el departamento que la familia tenía en Mar del Plata.
Otro caso espectacular fue el de Ricardo, sobrino de un gran amigo ya fallecido. Este jovencito de 12 años que vivía en Basabilbaso, una mañana se levantó con una rodilla que no podía doblar. Viajó a La Plata para que el conocido traumatólogo doctor Piqué de Buenos Aires lo atendiera. No hubo inyección que lo ayudara. Problema mental según conclusión del profesional. Milo el mago intervino y todo volvió a la normalidad. Me dijo mi mi amigo muy asombrado, que Jesús Cristo era un poroto al lado mío. Creo que su problema se produjo al haberse sugestionado por un cancer en una pierna que le fué extraído a su tío.
Corría el año 1956 cuando algunos médicos del “Hospital de Clinicas General don José de San Martín” de la ciudad de La Plata, Argentina, entre ellos mi cuñado el doctor Manuel Borisosky, acordaron que el doctor Solari efectuara en ese hospital, una menisectomía a una paciente que propuse, nuestra sirvienta Mary, bajo anestesia hipnótica que yo realizaría, y para cuyo propósito la había preparado en casa durante varias semanas.
Su estado hipnótico fue tan hondo que se logró dormir solamente la zona a intervenir, es decir, la rodilla. La paciente estaba completamente lúcida conversando conmigo mientras los médicos operaban. Post operatorio espléndido. Sin dolores ni complicaciones. El grado hipnótico a la que llegamos es el más profundo y se llama “sugestión post hipnótica complicada”. Debo aclarar que un anestesista estuvo presente para que actúe en caso de necesidad.
Yoly era mi ayudnte en el consultorio. Necesitaba una apendicectomía de urgencia. Acordamos con el cirujano doctor Rolando Ontiveros que la intervención la haría él en la clínica Mayo cuyo director era mi cuñado, y que la anestesia sería hipnótica a causa del temor que Yoly le tenía a la anestesia general. Acostada en la cama de operaciones y a pedido de ella, comencé a hinotizarla unos 15 minutos antes de que el cirujano llegara.
Pero el cirujano llegó después de una hora cuando yo ya estaba muy consado de hablar tanto. Así fue que, no faltando mucho para concluír con la operación, le pedí al anestesista doctor Navajas, presente por cualquier eventualida, que prosiguiera con anestesia endovenosa. Este doctor era un paciente mío muy miedoso, pero con un humor especial.
Casi todos lo médico le temen mucho al dentista. Cierta vez al encontrarnos en la calle por casualidad, me agradeció varias veces la gran satisfacción que yo le había producido el día anterior. Le dije que no sabía qué le pude haber hecho, si ese día yo estaba en la ciudad. Justamente por eso, me contestó. Fui a su consultorio a atenderme y usted no estaba...
Podría decir que con esta chica Mary, logré perfeccionarme. Estando de vacaciones con mi familia, noto que Mary esta buscando algo. No recordaba dónde había dejado sus anteojos. Aprovechando su gran facilidad para la hipnosis, me ofrecí ayudarla. Estando dormida me informó con claridad dónde los había puesto. Para hacerlo mas espectacular, le ordené que al despertarse no recordara haber hablado conmigo. Y así fue.
Mary era una enferma de histeria. Más de una vez no volvía de sus tiempos libres al trabajo a causa de un ataque que la tomaba en cualquier lado. Le inculqué en estado hipnótico profundo, que cuando note que el ataque está por llegar, simplemente pronuncie la palabra “bienestar”, como pudo haber sido cualquier otra palabra, y los síntomas habrán de desaparecer. Desde entonces no supimos de otro ataque.
También debo agragar que mi señora no sintió los dolores del parto cuando dió a luz a su hija Clarisa, gracias a la hipnosis impartida por su marido
Hicimos muchas demostraciones en casa particulares con gente amiga. Y para asombro de todos, hasta hipnotizamos a una gallina. La gallina, igual que el conejo, si lo acostamos en una mesa por su lomo y le sostenemos el pico por unos instantes, se mentiene sola en esta posición durante cierto tiempo, como si estuviese hipnotizada. Los invito a que lo prueben. Con conejos no tratamos.
Aplicando la hipnodoncia, hemos hecho tratamientos de conductos y extracciones dentarias sin anestesia, sin dolor y sin hemorragia. Es dificil creer que con la hipnosis se puede detener una hemorragia, pero he aquí la explicación. La coagulación es el componente biológico que actúa para que la hemorragia se detenga. El otro componente es el motor, que responde a una orden cerebral que hace que la arteria se contraiga. Es allí donde actúa la hipnosis.
Es curioso ver cómo con la hipnosis se puede provocar una ampolla en un dedo. En las quemaduras de primer grado se produce un eritema, la piel se enrojece por dilatación de los capilares. En las de segundo grado, una orden cerebral produce una la dilatación mayor, para permitir el transvase de plasma que servirá como barrera al calor, y de esta manera evitar que el daño llegue a tejidos más profundos. Si en estado hipnótico se le inculca al paciente que esta tocando un hierro caliente, el cerebro responderá con la misma orden y la ampolla se producirá.
Un caso gracioso sucedió cuando atendía mi consultorio en Berisso. Entra una pareja. La mujer me solicita tratamiento con anestesia hipnótica. La mujer se recuesta en el sillón, mientras el marido observa parado atrás a unos metros, al lado de la puerta de acceso. Preparo el ambiente y comienzo el procedimiento. A los 5 minutos oigo un golpe en la puerta: el marido se estaba cayendo hipnotizado.
Un paso que asombra y que llama fuertemente la atención en el procedimiento que se sigue para hipnotizar, es el llamado “signo señal”. Fue lo que más me asombró en la demostración del doctor Duyos durante las jornadas. Las primeras tres sesiones son de relajamiento y de algunas sugestiones motoras y anestésicas, hasta llegar a la hipnosis. En ese paso el paciente no puede levantar sus párpados. Es entoces cuando se le inculca que en la próxima sesión, cuando escuche una señal determinada como, por ejemplo, el sonido que se produce al golpear el vidrio de la salivadera con algún instrumento metálico, sus párpados caerán pesados, no los podrá abrir y entrará en sueño profundo. Y es curioso ver que efectivamente eso se cumple..
Si bien me encantaba hipnotizar a la gente, económicamente no daba buenos resultados. Perdía mucho tiempo haciendo las pruebas de suceptibilaidad, la mayoria de ellas negativas y por las cuales no me atrevía pedir honorarios. Como ya puntualizamos, solo un diez porciento de la población es sensible a la hipnosis profunda. Fue así que, muy a pesar mío, lentamente me fuí alejando de su práctica.
Etiquetas: hipnosis
2 comentarios:
Es necesario aclarar que el precedente texto es una copia de la conferencia que el odontólogo Samuel Auerbach pronunció en la sede de la Organización Latinoamericana, España y Portugal en Israel, filial Natanya.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel
Es necesario gregar que la conferencia se llevó a cabo el día 31 de enero de 2009, y fue publicado el mismo día con le título “Conferencia sobre hipnosis” en el blog
http://milo-detodounpoco.blogspot.co.il/
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel
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