domingo, 22 de marzo de 2009


Uno. «The more complicated, the better»; El experimento de Bavelas *

Durante las décadas de los años ‘50 y ‘60, una serie de experimentos audaces y de gran envergadura llevados a cabo en Stamford por el profesor Alex Bavelas despertaron un notable interés por las consecuencias que de éstos se han podido extraer.

"Cuanto más complicado, mejor" [«The more complicated, the better»]2, es el nombre de uno de esos estudios, el que precisamente se expone al comienzo del presente trabajo para introducirnos en la temática del fantasma. Tan sólo agreguemos por ahora, que con el estudio de marras - publicado por Paul Watzlawick en ¿Es real la realidad?3, Bavelas ha llegado a demostrar que la desinformación tiene una influencia de gran alcance en el sentido en que se configura la realidad para un ser humano.




a. El experimento

En un gabinete, dos sujetos, "A" y "B", son ubicados frente a una pantalla de proyección, separados por una pared de modo que no haya comunicación entre ambos. A continuación se le presentan diapositivas médicas de células sanas y enfermas. El test consiste en que los participantes deberán aprender a reconocer cuál es cuál por ensayo y error. Para emitir sus respuestas, cada uno de ellos cuenta con dos botones: uno para marcar sano y otro para marcar enfermo realizando, así, su diagnóstico, al tiempo que en un tablero también situado al frente de los sujetos una luz se enciende con un color señalando si su respuesta es correcta y, con otro color, en el caso de que el diagnóstico sea incorrecto.

Comienza el experimento. Las diapositivas son proyectadas de a una por vez. Pero hay cierto ardid instrumentado por el diseñador del experimento que los participantes desconocen: a ambos se les presentan las mismas diapositivas; pero, en tanto a "A", quien dirige el experimento le responde correctamente si su conjetura de hecho es correcta o incorrecta -, a "B", en cambio, lo que se le responde es lo mismo que a "A" independientemente de que su respuesta sea correcta o incorrecta. Es decir que "B" recibe una respuesta totalmente “contingente”, en tanto no guarda relación alguna con su propio diagnóstico sino con las conjeturas de "A".

En el curso del experimento, la mayoría de los sujetos que ocupan el lugar "A" claramente son los que aprenden a distinguir, mediante el método de ensayo y error, las células sanas de las células enfermas con un grado justo de corrección (cerca de 80 por ciento de los casos presentados).

Como paso siguiente "A" y "B" son invitados a reunirse para discutir sobre lo que han llegado a considerar las reglas o argumentaciones que los han llevado a distinguir entre células sanas y enfermas. Las explicaciones de "A" son simples y concretas. Los sujetos que han ocupado el lugar "B" en el experimento, en cambio, lejos de sentirse desanimados frente un desafío de imposible solución, arman una serie de elucubraciones muy sutiles y complicadas a partir de las cuales explican porqué algunos son correctos o incorrectos, después de todo, tuvieron que construir sus hipótesis en base a datos sumamente contradictorios. Por supuesto que todos los resultados son fallados; sin embargo, contingencia mediante, a "B" lo han conducido a creer que existe un orden; en otras palabras, "B" ha buscado un orden donde no hay ninguno, y a partir de allí ha podido construir sus propias conclusiones.

Lo asombroso es que “A”, lejos de considerar como innecesariamente complicadas o absurdas las explicaciones de “B”, no sólo se muestra fascinado por la "brillantez sofisticada" de las elaboraciones de su adversario; sino que además tiende a sentirse inferior y vulnerable debido a la simplicidad de sus propios argumentos.

Antes de pasar a una segunda prueba, se les solicita que conjeturen quién habrá de progresar en esta ronda. Ambos coinciden en que "B" será quien lleve la ventaja, dado que su discurso es comparativamente mucho más profundo y sutil, que las obtusas explicaciones de "A".

El experimento de Bavelas tiene consecuencias de gran amplitud que son analizadas y desarolladas por Watzlawick.

En primer lugar, afirma Watzlawick, partimos de un estado de desinformación, "A" y "B" desconocen la información correspondiente, la tienen que elucubrar.

El segundo paso, es que se llega, de algún modo, a una conclusión provisoria. Al ponerlos a discutir entre ellos, "A" y "B" obtienen una información adicional. Ahora bien, esta segunda información, no da lugar a ninguna corrección sino, por el contrario, a una reelaboración y refinamiento de la conclusión primera, que pasa a ser una suposición que no admite refutaciones, es decir es una suposición auto-obturadora.’ Watzlawick lo dice en estos términos:



"Los seres humanos tendemos a buscar un orden en el curso de los hechos, y una vez que hemos insertado ese orden, la visión de realidad que de aquí se deriva se va autoconfirmando mediante una atención selectiva."4



Y, una vez que se ha formado y consolidado una premisa, observa Watzlawick, el resto ‘del creciente delirio se produce en forma casi inevitable, a base de conclusiones, al parecer totalmente lógicas, extraídas de aquella única y absurda premisa.’5

Toda realidad según el constructivismo al que Watzlawick adhiere es entonces una construcción de aquellos que se esfuerzan por descubrirla e investigarla. En "La realidad inventada" afirma lo siguiente:



"En un sentido puro y radical el constructivismo es incompatible con el pensamiento tradicional. Por diferentes que sean entre sí las más de las imágenes filosóficas del mundo, científicas, sociales e individuales, todas ellas tienen sin embargo algo en común: el supuesto de que no sólo existe una realidad real sino de que esa realidad se corresponde más claramente con ciertas teorías, ideologías o convicciones personales."6



Hasta aquí podría afirmarse que en cuanto a la concepción de la noción de realidad, constructivismo y psicoanálisis se condicen. Desde el psicoanálisis, podemos imaginar un momento mítico, un punto inicial en donde uno supone un Otro, un Otro enigmático, sobre el que uno se podría preguntar ¿qué me quiere? en tanto no da muestra y efectivamente no dice qué quiere. Ante este enigma entonces se trata de determinar un orden; en ese orden de realidad uno concluye una primera premisa, y a partir de ella todas las informaciones posteriores van a seguir alimentando y justificando esa primera premisa. De allí que el sujeto desconcertado al comienzo, luego llegue a forjarse una hipótesis -que en lo sucesivo, y aún cuando no sean correctas, le parecen que son cada vez más confiables. Lo que este sujeto ["B"] no sabe - como ya anticipamos- es que entre las respuestas que da y las reacciones del experimentador no existe una relación inmediata. El experimentador crea así en el sujeto una concepción de "la realidad" que sirve de base para un cierto orden. Esto es, que ocasionalmente al menos, "B" supone haber descubierto un orden o una regularidad que se le ha escapado al investigador.

Algo similar solía suceder con muchos adolescentes que emprendían el primer tramo de lo que se llama test de Orientación Vocacional. La Orientación Vocacional consiste - o al menos consistía esencialmente hasta hace unos años - en otorgarles información de las diversas carreras a las que aspiraban los adolescentes. Pero, dado que en gran parte, los sujetos arribaban ya con la suposición de una o dos carreras, cuando observaban el material que les era suministrado, lo que hacían era convalidar que esas efectivamente eran las carreras que deseaban seguir. Es decir que con la información se confirmaban sus premisas, aquellas que Watzlawick expone en términos de ‘creciente delirio’. Tal como los sujetos "B" sometidos al experimento, y al cual inmediatamente - en términos lacanianos- por una cuestión fantasmática de que a uno siempre le falta algo porque uno está castrado, "A" acepta que "B" es realmente un ser dotado de sinigual brillantez frente a la opacidad intelectual que el propio "A" se adjudica. Realidad a la que -como deja entrever el experimento- "A" termina plegándose.






b. Watzlawick, Lacan y la noción de realidad

¿Qué diferencia puede situarse entre la noción de realidad planteada por Watzlawick y la concebida por el psicoanálisis? A simple vista sólo una, y es que el psicoanálisis sostendrá que esa construcción delirante de la realidad implica una recuperación de goce, una ganancia de satisfacción. Uno de los puntos cruciales aquí es el de la fijación a aquellas premisas aún cuando, inicialmente, sean supuestas o provisionales. En otros términos, no se trata aquí de un aparato exclusivamente simbólico considerado en términos de desinformación y recuperación de esa información como propone Bavelas, sino que allí donde hay un vacío, una falta de saber, el sujeto inventa -vía el síntoma o la fantasía- algo que le permite, a su vez, recuperar o ganar cierto placer.

Lo que la clínica psicoanalítica conduce a constatar es que el fantasma tiene una función de consolación, función observada tempranamente por Freud, quien introdujo al fantasma en psicoanálisis como una producción imaginaria que el sujeto tiene a su disposición para ciertas ocasiones más o menos frecuentes. Freud la llamó “ensueño diurno”, y bajo esa forma irrumpió el fantasma en el discurso analítico. Es en ‘El creador literario y el fantaseo’7, donde Freud observa que cuando el niño deja de jugar comienzan sus actividades de fantaseo. Y agrega que en el adulto, el fantaseo viene al lugar del juego, permitiéndole ante la realidad dura e insatisfactoria de la vida, asunto no fácil de soportar, recuperar una parte de la satisfacción perdida.

En el Seminario 108, Lacan introduce insistentemente la noción de la realidad como marco fantasmático. Es decir, algo así como que a los seres humanos se nos presenta la realidad siempre enmarcada en un cierto contexto, que no es otro que el de nuestro fantasma; de allí que determinadas situaciones que hacen vacilar al fantasma llevan al sujeto a abruptas salidas fuera de dicho sostén como es el caso del pasaje al acto, pasaje a través de la ventana, del escenario que lo sostiene en el mundo.

Agreguemos que el fantasma en la neurosis explica qué me quiere el Otro en términos que incluyen la significación fálica traspolada al registro oral, anal, escópico, etc. Ante el ¿Qué me quiere?, es decir el "¿Che vuoi?"9 acuñado por Lacan, las respuestas pueden ser de las más variadas: me quiere una asquerosa rata hinchada, que es el equivalente del falo – la respuesta fantasmática que da el Hombre de las Ratas10 – Es curioso aquí - apuntaría Freud - cómo desde la dimensión fantasmática, el asco, lo repulsivo, o lo espantoso puedan equivaler a lo maravilloso, al falo requerido por el Otro. En el caso Dora11, por ejemplo, el falo entra en relación con lo oral: la lengua, la boca. Dora entendía todo lo concerniente a lo más significativo de su vida, a su deseo, a su goce, en esos términos, tal como lo testimonia el historial.

¿Qué sucede en el neurótico cuando algo no entra cómodamente dentro de su matriz fantasmática? Desde su neurosis, suele descartarlo por ‘extraño’ o ‘anormal’. Es por esta razón que para constituir su clínica, el psicoanálisis introduce la necesidad ética de que todo psicoanalista se abstenga de considerar que lo que a él se le impone como ‘la’ realidad necesariamente deba ser la realidad del otro. El analista, en la medida que para acceder a su posición, ha debido en su propio análisis atravesar su fantasma, sabe que el sentido común no conduce a lo real, por el contrario, quien se ata él permanece en la realidad de “los fantasmas compartidos, los más comunes, banales y estériles; como así tampoco se horroriza ante el infierno de la realidad cotidiana de la que los otros hacen su confort, "confort culpable, y siempre un poco deteriorado por el malestar de la civilización."






3. Cerrazón de los sistemas ideológicos

El experimento de Bavelas resulta interesante para pensar cómo se construyen ciertos sistemas ideológicos, políticos, o ciertas creencias económicas, en función de premisas a las que luego toda información adicional habrá de ir insuflándolas en una creciente y exasperada entelequia. Tal es así que si observamos la historia del mundo, encontramos que las conjeturas 'irrefutables' han sido responsables de las peores atrocidades, desde la inquisición hasta las ideas de la superioridad racial, la demanda de ideologías totalitarias en su pretensión de haber encontrado la última respuesta, o el de ciertas políticas que no cejan en negociar al por mayor, por paquetes, a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles.

Para abordar esta problemática recurriremos a alguno de los ejemplos que ofrece Zizek al referirse al fantasma como soporte de la realidad llevada al plano de ciertas construcciones ideológicas. La base de la argumentación zizekiana, es que la construcción ideológica siempre encuentra sus límites en el terreno de la experiencia diaria, experiencia que a su vez es incapaz de sacudir, reducir o aniquilar el nivel post-ideológico. En vías de elucidar esta cuestión, el autor propone imaginar a un individuo típico de la Alemania de fines de la década del treinta. Este sujeto - bombardeado por la propaganda antisemita que siempre ha descripto al judío como la reencarnación del Mal, el gran intrigador político y demás-, regresa a su casa y encuentra al Sr. X, su vecino judío, un buen hombre con quien suele platicar a diario, cuyos hijos juegan con los suyos. Sin embargo, esta experiencia cotidiana de ningún modo ofrece una irreductible resistencia a la construcción ideológica. Pues si la ofreciera, la ideología antisemita todavía no se hubiera apoderado de nosotros. Una ideología se “apodera de nosotros” sólo cuando no sentimos ninguna oposición entre ella y a realidad. ¿Cómo reaccionaría el individuo alemán, si fuera un buen antisemita, ante esta brecha entre la figura ideológica del judío (maquinador, intrigador, explotador, etcétera) y la experiencia común de todos los días de su buen vecino, el Sr. X? Su respuesta sería la de convertir esta brecha, esta discrepancia, en una argumentación a favor del antisemitismo: ¿Ves cuán peligrosos son en realidad? Es difícil reconocer su verdadera naturaleza. Ellos la esconden tras la máscara de la apariencia cotidiana – y es exactamente este ocultamiento de la propia naturaleza, esta duplicidad, lo que constituye un rasgo básico de la naturaleza judía. "Una ideología - concluye Zizek - triunfa cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen comienzan a funcionar como argumentación en su favor." 13




"Pegan a un niño". Vacilaciones fantasmáticas y efecto de derelicción

Los analistas tenemos la oportunidad de escuchar frases que denotan el goce de un castigo proferido a un lugar tercero y ejecutado por alguien que no está en principio referido al otro paterno. La dimensión gozosa en tanto goce del castigo, de la paliza, la deduce Freud de la construcción de la frase intermedia, inconsciente: “yo soy pegado por mi/el padre”. La frase del fantasma manifiesto es “pegan a un niño” o “un niño es siendo pegado” para expresarla con el movimiento y la actualidad con que se presenta. La asociación conduce sin grandes tropiezos a la rivalidad edípica: “el padre pega a un niño odiado por mi”. Y la frase inconsciente, que se deduce por construcción en análisis: “soy pegado por mi padre”. Mostraría por un lado como esa fraseología se deduce del tránsito por el Edipo y Castración y como es consecuencia de las operaciones que allí se dan. Mostrarían un punto de sometimiento al castigo paterno y también ciertas vías de solución.

La experiencia analítica nos enseña además que el paciente, a propósito de su síntoma, habla mucho. Es la razón por la que se analiza. En relación al fantasma, en cambio, la situación es completamente diferente.- normalmente el paciente no se lamenta. Muy por el contrario, podemos decir que a través de él obtiene cierto placer. Se trata aquí de dos vertientes diferentes.

Podríamos decir entonces, que el fantasma repite en operaciones la metáfora paterna. Estas secuencias del fantasma tienen su inflexión en relación a un punto de imposibilidad que solemos nombrar como vacilaciones del fantasma, colapsos del fantasma, de 'encuentros con lo real'. Para recapitular sobre este encuentro con lo real,y la función defensiva del fantasma, cito unas frases de Eduardo Said:

" El fantasma, por más de que sea sufrido, o de flagelación, suele resolver la angustia que produciría la radicalidad de un vacío absoluto, un efecto de derelicción, de desubjetivación.

Las vacilaciones del fantasma en análisis son las que permiten un movimiento hacia su travesía, su construcción, su decantación y al aligeramiento de las formas de goce sintomáticas que a él se anudan."

Si el encuentro con el enigma del deseo del Otro, es el punto de surgimiento de la angustia, tal como lo caracteriza Lacan. ¿Cuáles son las estrategias defensivas para no caer en un estado permanente de angustia? Precisamente ese bagaje de frases construidas, listas, pret-a-porter, que en tanto forman parte de nuestro guión existencial detonan automáticamente ante el enigma de ¿Qué me quiere el Otro?. La señal más sutil será así interpretada a partir del axioma inicial que se confirmará una y otra vez mientras son sistemáticamente desoídas las pruebas que lo contradicen. “A” partir de allí todas las elucubraciones serán tendenciosas y de este modo cada quien inventa su respuesta y arma una estrategia defensiva. De allí que el investigador "B" en el experimento de Bavelas lejos de caer en un estado de desasosiego y angustia, alcanza a armar sus propias elucubraciones. El fantasma limita, de algún modo, u otorga un marco de referencias, significaciones e interpretaciones a la enormidad de las respuestas posibles como significado del Otro. El Otro, en tanto Otro deseante, Otro barrado, caracterizado así por Lacan, que es precisamente el que le respondía a nuestro ‘mártir B’.






3. El encuentro amoroso como engarce fantásmatico; El mito del andrógino



Uno de los destinos de mayor implicancia de los fantasmas es operar como condición de la vida amorosa. Que no es posible amar sin guión, lo sabemos; y enamorarse consiste en estar sujeto a un libreto escrito mucho antes de que tuviéramos la pretensión de una originalidad absoluta. Al guión de la existencia los griegos lo llamaron destino, y no lo consideraron como una mera acotación escénica sobre la que podían intentar múltiples improvisaciones, sino como un libreto inapelable. Según ellos, nadie puede escapar de las garras de la fatalidad, aún cuando intente huir de lo que está escrito.

Que el fantasma sostiene el deseo. es también otra las proposiciones simples y de aceptación generalizada. A su vez, el deseo es búsqueda de goce, de ser, de plenitud. Así como el deseo es falta en ser, el goce - aún a riesgo de simplificar y esquematizar demasiado estas cuestiones - podríamos considerarlo como el ser.

Desde la clínica psicoanalítica, es además muy conocida la pareja entre la histérica y el obsesivo, ella más o menos demandante y él respondiendo a las demandas de ella. ¿Por qué ésta es la pareja 'habitual'? No alcanza con responder que estadísticamente las mujeres suelen quedar del lado histérico y los hombres del lado obsesivo, porque, aunque sea cierto en general, de hecho no siempre lo es; como así tampoco cualquier histérica forma dupla con cualquier obsesivo.

Avanzando algo mas en estas elucidaciones, señalamos que una pareja se forma por"engarce fantasmático - como ha sido designado por Estacolchic. Esto es una zona donde la secuencia fantasmática inconsciente de uno de los partenaires 'cabalga' sobre la secuencia fantasmática del otro. Este encaje incluye quejas, demandas y lamentos concientes." 14

Evoquemos el mito del andrógino de Aristófanes15, esos seres dobles condenados por los dioses a buscar su mitad perdida. Freud aborda estas cuestiones desde la perspectiva del narcisismo, punto de vista acertado si es que uno advierte que el narcisismo, la imagen completa, vela el objeto del fantasma. Tal es así que si existe una demanda persistente y desmesurada en su irreductible obcecación, ésa es justamente la de “ser de Verdad” una mujer o un hombre. O de que le sea donado algún objeto empírico, el cual le restituiría un ser verdadero que le es hurtado o negado.

El mito de Aristófanes precisamente puede servir como apólogo a la hora de ilustrar un singular matiz erróneo o si se quiere, patólogico, presente en todo neurótico. Este consiste en que los seres se pasan la vida pretendiendo una restitución narcisista, empírica, a fin de resolver una pérdida que no es real, en el sentido de algo que podría restaurarse, repararse o subsanarse, sino que es estructural, dado que esa pérdida está en la constitución misma de todo sujeto.






A modo de conclusión

Todo fantasma es un punto de vista que el ser hablante adopta para subjetivizar su falta en ser. Un poco como los personajes aquí presentados, la llegada de los seres humanos al mundo está signada por la marca de un desencuentro radical, un fracaso. La realidad 'objetiva' original está irremediablemente perdida y es inaccesible para los sujetos que, en tanto hablantes, están precedidos y determinados por el lenguaje. Lenguaje que al preexistir al sujeto establece prohibiciones, limitaciones, segregaciones, imposiilidades... Así, el sufrimiento por la falta en ser y la falta de saber se orienta en busca de razones hacia el Otro primordial que, en el mejor de los casos, ofrece un reconocimiento y alguna respuesta con la que identificarse. Este Otro en su inconsistencia estructural abre la dimensión del enigma de su deseo.

El psicoanálisis revela que el fantasma en su vertiente fundamental es la ficción que el sujeto fabrica para responder a ese interrogante. Es una representación del deseo del Otro, que será a partir de allí el 'partenaire' con el que habrá de consolarse, pelearse, quejarse, y al cual habrá de temer, desafiar, y, sobre todo, en nombre del cual habrá de justificarse. Constituye una proposición de tipo axiomática, y como tal fija, absoluta. La vida del ser humano y su concepción del mundo se estructuran y funcionan en torno a esa respuesta. Es el modo en que se organizan y se aseguran sus identificaciones, sus relaciones con los demás y consigo mismo.

La cura analítica, cuando finaliza, produce una pérdida sin retorno, la pérdida de ese asidero que encontraba el sujeto en el objeto de su fantasma y que hasta ese momento idealizaba – ya sea como “niño rechazado por el Otro”, "niño pegado", “fruto de la carne caído del continente materno”, "objeto en las fauces del Otro", etcétera. Permite, en este sentido, el atravesamiento de esa solución fantasmática y opera una mutación, un reposicionamiento: el analizante descubre la satisfacción que obtenía al ser objeto del capricho del otro, satisfacción a la que, ahora, se lo conduce a renunciar. Es una destitución subjetiva16, decía Lacan para designar ese pasaje. El psicoanálisis supone así una dimensión ética que orienta los destinos de esta ganancia de saber. El sujeto que ha perdido la inocencia del goce neurótico y que ha conquistado una nueva posición se verá confrontado con la asunción de su deseo y se sabrá responsable de las condiciones y consecuencias de su goce; y ofrece, además de su eficacia terapéutica, la posibilidad de acceder a un saber nuevo. En la ficción fantasmática y en los síntomas hay una dimensión real en la que está comprometido el goce del sujeto. Conducido hasta allí, el analizante puede vislumbrar el malentendido que regía su vida y en el que estaba atrapado. Verifica la función defensiva que la respuesta neurótica cumplía, tapar la castración del Otro y considerarse eximido de la soledad y la responsabilidad de su deseo. Esta revelación torna insostenible la posición anterior. Algunos transmiten la idea de una metamorfosis subjetiva que conjuga alivio, libertad y la transformación de los vínculos con los otros y con el saber. Los límites que imponía el fantasma se disuelven, se abren nuevas posibilidades, se pueden inventar nuevas respuestas.

Rosa Aksenchuk

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