jueves, 19 de noviembre de 2009

7 de Noviembre de 2009

Análisis Internacional

Europa Oriental: el fiasco del capitalismo de cátedra

Europa Oriental: el fiasco del capitalismo de cátedra


Sustituyeron la utopía comunista fracasada por la utopía del libre mercado, que predicaba el capitalismo de cátedra y que simbolizaba EE.UU., sistema que intentaron imitar. Creyeron que así finalmente la gallina pondría huevos de oro, que se transformarían en sociedades de consumo de masas, que se integrarían, incluso para trabajar, en el Occidente avanzado.

Por Iván Auger*

Recientemente se conmemoraron 20 años de la caída del muro de Berlín, emblema del supuesto fin de la historia. "Una crisis es una extraña manera de celebrar un aniversario", comentó Erik Berglöf, economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD).

Cierto, los países ahora llamados "en transición" están entre los más afectados por la crisis cuyo epicentro fue la implosión de Wall Street y que provocó un tsunami en la economía mundial. Y, como dice la canciller Merkel, la unificación alemana todavía no está terminada, a pesar de un gasto de más de 1,5 billones de dólares (una cifra de 12 ceros).

De inmediato surgió la pregunta acerca de si el capitalismo fracasó como antes el comunismo. La respuesta de Martín Wolf, jefe de análisis económico del Financial Times, es no, algunos países en transición están en crisis, pero no la transición.

De inmediato, sin embargo, relativizó esa respuesta: la reforma es necesaria. La gran virtud de las democracias liberales con economías de mercado, agrega, es su capacidad de adaptarse. Lo han hecho antes y lo harán de nuevo. Y así metió en un mismo saco a las diversas versiones que entran en esa definición, desde el modelo nórdico al anglosajón, pasando por el desarrollismo asiático.

Sin embargo, la crisis no afectó con igual intensidad a todos los países, sino a unos más que a otros. En el caso de los países en transición de Europa Oriental, según el BERD, la caída del PIB será este año, en promedio, de 6,2%, la más alta en el mundo en desarrollo.

Las cifras varían, desde 18,4% en Lituania, 16% en Letonia, 14% en Ucrania y 13,2% en Estonia, a "sólo" 7,8% en Eslovenia, 6,5% en Hungría, 6,0% en Eslovaquia y 4,3% en la República Checa. Polonia es la excepción, crecería 1,3%.

La mayor o menor contracción se explicaría por el tamaño más alto o más bajo de la deuda externa y de la explosión del crédito interno, como lo sentenció a posteriori el BERD. Ahora bien, ¿por qué se endeudaron tanto esos países en transición?

Sustituyeron la utopía comunista fracasada por la utopía del libre mercado, que predicaba el capitalismo de cátedra y que simbolizaba EE.UU., sistema que intentaron imitar. Creyeron que así finalmente la gallina pondría huevos de oro, que se transformarían en sociedades de consumo de masas, que se integrarían, incluso para trabajar, en el Occidente avanzado.

A algunos de esos países les fue tan bien que fueron calificados, como a los admirados asiáticos, de "tigres" del báltico lo que entusiasmó hasta a un ministro de Hacienda chileno. Y así se sumó al céltico, Irlanda, y al nórdico, Islandia, que también tendrán caídas sustanciales del PIB este año, 7,5% y 8,5%, respectivamente. Todo ello gracias al crédito barato y al multiplicador financiero. El dinero fabricaba más dinero.

Así se olvidaron de la salud de la ponedora. Y al poco andar descubrieron que esos huevos de oro eran virtuales, acepción tres del diccionario, "que tiene existencia aparente y no real"

La pompa de jabón financiero estalló, y se esfumó de súbito la magia de la mano invisible del mercado. La sustituyó, de inmediato, la muy visible del Estado, incluso en los EE.UU. de Bush.

El valor total del socorro estatal mundial a la banca ha sido nada menos que de 14 billones de dólares, que es similar al PIB de EE.UU. (el mundial es de 60 billones). Eso es capitalismo de Estado concluyó Martin Wolf.

En esa tarea se ha distinguido Washington, que entre estímulos económicos, rescates financieros, garantías y seguros, ha reforzado la economía norteamericana con 80 mil dólares por habitante (el PIB per cápita es de 46 mil).

Si concentramos el problema en sanar el sistema financiero, como muchos aconsejan, habría que dejarlo a las vicisitudes del mercado, y para ello parcelarlo, no podría haber instituciones demasiado grandes para caer, o someterlos a una rígida y regulada tutela del Estado, como lo dice hasta el Financial Times.

La razón es muy obvia. No se puede socorrer a la banca con miles de millones de dólares mientras se abandona a millones de ciudadanos que pierden sus viviendas por no poder pagar las hipotecas. La privatización de las ganancias y la socialización de la pérdidas para los poderosos no son muy populares en democracia.

En el caso de los países en transición deberán disminuir la dependencia de la deuda externa y mejorar sustancialmente las regulaciones y supervisiones de sus sistemas financieros.

Con todo, ello, más los socorros de los organismos financieros internacionales, no son suficientes. Ni siquiera su país estrella en estos 20 años, Polonia, pudo mantener a sus hijos, que siguen emigrando por decenas de miles. Y el gásfiter polaco es la caricatura del inmigrante indeseable en Francia.

Como todos los países en desarrollo mediano, se encuentran encajonados entre los que tienen una economía basada en tecnología sofisticada y los que la tienen fundada en mano de obra barata. Para surgir, necesitan de una ingeniería social pragmática, a lo Popper, y no utópica como el fundamentalismo del mercado, y teniendo presente que toma su tiempo.

Educación de excelencia para todos, capacitación profesional, alentar la innovación, negociación y construcción de consensos entre el capital y el trabajo, cerrar los resquicios legales, en especial en materias tributarias y laborales, etc. es la fórmula repetida. Y, por supuesto, más ingenieros y menos gásfiters.

La otra opción que, por desgracia, comienza a asomarse en Europa, en especial en los países más afectados por la crisis, es el populismo derechista, que es tribal, patriotero y xenófofo. Es de esperar que esa nueva cara del fascismo no se enraíce en Europa.

Mientras tanto, los tigres asiáticos ahora prefieren llamarse dragones y aprender chino mandarín en vez de inglés.

*Iván Auger es economista.

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