martes, 15 de diciembre de 2009

Giordano Bruno De vinculis in genere


En la Universidad de Oxford se considera que la breve obra de Giordano Bruno De vinculis in genere, oscura pero muy profunda, es una piedra angular del pensamiento político moderno- junto con el Príncipe de Maquiavelo. Efectivamente, muchos historiadores e intelectuales anglosajones y europeos consideran al De Vinculis, por su modernidad, como la obra política más visionaria e inteligente. La Facultad de Economía de Londres la usa como texto nuclear por su utilidad para entender los esquemas de comportamiento en la vida social contemporánea. El hombre creado por la naturaleza como un ser que "desea" e intenta hallar satisfacción y completitud fuera de sí mismo, está en el centro de la obra de Giordano Bruno. El deseo humano es de naturaleza conectiva, busca la unión, es por lo tanto primariamente erótico -en el significado más espiritual y abarcador de la palabra- y puede abarcar tanto los elementos instintivos como las contemplaciones místicas. Por esta razón, en su variadas características, el Eros es capar de crear imagenes mentales fantasiosas tanto en la propia mente (como originador) como en la de los demás (aquellos que, en tanto que amados, se benefician del Eros de sus amantes). Esto es así porque el Eros es una experiencia que puede encenderse y transportarse a la psique de otras personas.

En las relaciones interpersonales esta capacidad de sugestión erótica posibilita la creación de vínculos y lazos con sus diversas formas, como por ejemplo, entre dos amantes, dos amigos, entre los miembros de un partido político, entre un líder y sus seguidores. Y en política es el Eros -y no la razón como pretendía Aristóteles- lo que constituye la esencia del tejido de conexiones que mantiene unidas a las partes del todo, es decir, la sociedad. Visto desde este ángulo, el punto de encuentro entre quienes ejercen el poder y quienes lo aceptan encuentra un lugar de compensación y equilibrio - el llamado "consenso". El político no basa sus decisiones tanto en la fuerza y la violencia como en el arte del consenso. Y el político puede lograr esto si toma en cuenta la voluntad del pueblo. Un gobierno con consenso sobre las garantías mutuas -esto es lo que vemos en las democracias avanzadas, a pesar de todas las distorsiones.


Los países democráticos avanzados suelen encargar sofisticadas y detalladas investigaciones de mercado acerca de todo: a fin de interpretar los gustos y tendencias de sus ciudadanos y, sobre todo, a fin de entender sus deseos ocultos, sus placeres secretos. La publicidad está llena de mensajes eróticos, algunos evidentes, algunos subliminales. Es un gobierno mediante la manipulación de sus consumidores y mediante la inducción de estilos de vida. Básicamente, el giro de la lógica de Maquiavelo hacia la de Bruno consiste en una recalibración de la imagen del hombre y de cómo funciona en sociedad. Desde la fuerza bruta de Maquiavelo con un infinito potencial para el vicio y la virtud hacia la capacidad de deseos e infinitud de Bruno.

La fuerza impulsora es el Eros, con todas sus variaciones, y con su impacto sobre la mente racional e imaginativa. Es la imaginación la que conquista el trono político, no la fuerza. Y así el político deviene el relojero de las aspiraciones y los sueños del hombre, de los clubs, las asociaciones y de los grupos sociales. Su meta es crear, identificar, canalizar y guiar los deseos que brotan de la naturaleza erótica del hombre. Además de la reflexión este sistema tiene un elemento "operativo". Es aquí que el político/filósofo asume el rol del artista/mago. El líder moderno asume el poder, pero no a la rígida manera de Maquiavelo ni en las variaciones de príncipe-partido de Gramsci. Para Bruno, lograr y mantener el poder es una operación "mágica" (en el verdadero sentido de la palabra) porque mientras la meta es la misma (tener control de la situación) lo que cambia es el medio (la persuasión).

Así como un amante arroja una red mágica alrededor del objeto/sujeto de su amor con gestos, palabras, servicios y regalos, así "el mago de la sociedad" arroja la red de su visión fantasiosa sobre el mundo para capturar su "presa" logrando su consentimiento. En la visión de la república de Maquiavelo, el ciudadano es, en el mejor de los casos, un sujeto complaciente; en la de Bruno el ciudadano es un enamorado que debe ser conquistado y seducido. Bruno llama a esta cadena de operaciones "vinculare" (vencer, "vincere") y a sus procedimientos les da el nombre genérico de lazos, es decir "vincula". La política no es la ciencia de Maquiavelo del mando y el poder, sino el arte de entender cómo manipular la mente de los pueblos y los individuos. Bruno trata con la situación desde el punto de vista del manipulador. Es el teórico por excelencia de la política moderna.

Siglos más tarde será Sigmund Freud (en su famosa obra sobre la psicología de las masas y el análisis del ego, 1921) quien estudiará los mismos fenómenos psicológicos y la relación entre el poder desde el punto de vista de los individuos (y no de los políticos), las masas y el individuo. Mientras que el Príncipe de Maquiavelo es el antepasado del político-aventurero, el mago de Bruno es el prototipo de los sistemas impersonales de los medios masivos, auto-censura, manipulación global y trust del cerebro que fascinan y controlan las masas en las democracias occidentales. La capacidad del mago de controlar a los ciudadanos está en directa proporción a su conocimiento de ellos y su capacidad de captar lo que más desean. Y esto se aplica tanto a grupos de ciudadanos tomados como un todo como a cada ciudadanos individual. Toda la humanidad se cuela a través del embudo amor-Eros, reconocido como más poderoso aún que la voluntad.

En este sentido Bruno es el adversario más fuerte de Nietzsche y del nihilismo, puesto que el principio amor-Eros es un principio universal que liga todo en el universo con todo en el universo y por ello con su creador, con quien todo está ligado. El deseo de poder del hombre de Nietzsche halla satisfacción en el abismo, en el cual se hunde debido a una falta de apoyo de metas ulteriores. El hombre erótico de Bruno, en cambio, no es ni lúbrico ni satánico. Puede amar la riqueza, el sexo y el poder en sus variadas formas, tanto erótica como voluptuosamente, pero estas dimensiones, que últimamente son solo marginales, no agotan su impulso.

De acuerdo a Bruno todo remite nuevamente al amor como la esencia vital del universo . ¿Y qué hay acerca de los celos? Es el amor de sí de alguien que no tolera la superioridad o la calidad en los demás. ¿La modestia? Es el amor a la honestidad. ¿El odio? es el opuesto del amor. En términos neoplatónicos, Bruno remite todas las formas de emoción, sentimiento y humanidad al Eros, el único daemon magnus. Si todo es variación de un único tema y todo remite al Eros universal, aquellos que lo poseen y lo entienden son capaces de poseer y dominar todo en el mundo, incluso las relaciones interpersonales e intersubjetivas. El De vinculis in genere enumera, estudia e interpreta (desde un punto de vista mágico e interesado) todo tipo de relación posible entre individuos y grupos de individuos. Por lo tanto es un catálogo enciclopédico, un manual práctico -de hecho, el manual- para conseguir esta forma superior de conocimiento que une la ciencia y el arte en una suprema síntesis.


El mago de Bruno es el pozo en el que todos los ríos subterráneos del Eros individual y social se unen en una trama infinita de conexiones. En los Estados Unidos (la democracia occidental cuyas políticas internas han aplicado y aún aplican los procedimientos descritos en el libro de Bruno) la búsqueda de poder y su afirmación se hace sobre la base del consenso. El Eros del hombre, la imaginación y la fe son los tres fundamentos de este trabajo detallado de conexión progresiva. Son los tres pilares sobre los que trabajan incesantemente cada día los institutos de investigación para controlar los cambios sociedades en América. Los políticos y los financieros consideran los resultados de estos estudios como oráculos, y los usan para desarrollar sus estrategias. En 1974, después de las primeras tensiones serias en las crisis del Oriente Medio y del petróleo, el Instituto Gallup, después de una encuesta, indicó que el 56% de la población norteamericana apreciaba más a los actores que a los políticos, quizás porque estos últimos están más dispuestos a hacer concesiones que ciertos pistoleros de celuloide.


Si revisamos la historia reciente de los Estados Unidos, veremos que entre los políticos que siguieron a la encuesta está como presidente el ex actor Ronald Reagan y que el actual gobernador de California, Schwarzenegger, también fue actor. El poder moldea y vuelve a moldear hasta que toma la forma del amado o del amante porque su razón de ser es su supervivencia y su ampliación hacia la satisfacción erótica y espiritual. Hoy en día el consenso es el arma que de esto modo permite un creciente desarrollo de las partes con disfrute recíproco y sin derramamiento de sangre. Pero mucho más podría decirse sobre el "orgasmo" consensual entre los políticos electos y el cuerpo electoral. Como señaló Wilhelm Reich en su obra sobre la psicología de masas y el fascismo, es un orgasmo que bajo los regímenes nazi y estalinista se transformó en un trance colectivo. Es aún tema de debate y reflexión entre los académicos de la universidad de Londres ver hasta qué punto este tipo "bruniano" de acoplamiento erótico universal de políticos y sociedad es democrático en contenido, dado su temor a desviaciones dictatoriales, totalitarias o incluso populistas, en su aplicación. Estos académicos, y entre ellos Dahrendorf, y el ahora fallecido Eliade y su discípulo Culianu, son sólo los últimos estudiosos que consideran el "De Vinculis in Genere" una obra maestra. Los primeros en reconocer la importancia del texto de Bruno fueron los rosacruces, tal como lo indican los textos sobre la historia del movimiento, de P. Arnold y de F. A. Yates.

* Traducido del artículo publicado en The Lodge Room UK

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