martes, 15 de diciembre de 2009


La producción simbólica que se gestaba en el mundo onírico daba origen a un espacio fundamental para la creación de una imaginería y un tejido fantasioso que, en algunas ocasiones, pasaba a constituirse en realidades perfectamente aplicables a la naturaleza, transformándose, de este modo, en una nueva medida o categoría de la realidad. Por otra parte, determinaban un conjunto de acciones, presentes y futuras, como premoniciones y profecías, fundamento principal del surgimiento de toda una mitología regidora de los destinos humanos. Las interpretaciones oníricas de los Caldeos y Egipcios (es el caso del relato bíblico del sueño del Faraón, interpretado por José), son muestras culturales en donde el simbolismo onírico se asocia a un valor profético fundamental y determinante para la sociedad.

Estas formas de pensamiento, han encontrado su expresión artística en obras literarias, como el caso de Artemidoro quien, en su La Chef des Songes, emplea una forma narrativa que se conduce por los intrincados laberintos de los sueños. En todas estas manifestaciones artísticas e historias oníricas, se ha podido establecer, en cierta medida, una clasificación de símbolos que se encuentran en una cultura específica, aunque difícilmente se les puede otorgar un grado determinante universal. Lo que se ha podido establecer, es que en cada individuo existe un particular repertorio de símbolos, con su respectiva y singular significación. Esta realidad, la ha puesto de manifiesto la teoría psicoanalítica la que, a partir del material onírico con el que se cuenta y utilizando la asociación libre, puede descubrir el contenido latente de los mismos. El contenido de los sueños y sus respectivos símbolos, provienen del paso y transformación en imágenes visuales o auditivas que nuestra memoria toma de los elementos de la realidad y que llegan mediante las percepciones captadas durante el día o en el transcurso del mismo sueño, para luego aparecer simbólicamente durante los sueños y organizadas de acuerdo a leyes distintas y contrarias a las del pensamiento vigil. Esta organización no es azarosa, corresponde a la realidad y capacidad imaginativa de cada individuo. Existe una íntima relación entre la personalidad del individuo y la dinámica de sus sueños, por este motivo, lleva razón Nietzsche cuando afirma: "Queréis ser responsable de todo, excepto de vuestros sueños. ¡Qué penosa debilidad, qué falta de valor!. Nada es más propiamente vuestro que vuestros sueños".

Sueños, imaginación, creación, son hechos inherentes al pensamiento individual y los cuales el hombre debe asumir y centrar su ateción para luego universalizarlos. Recordemos que todo lo que el hombre ha hecho y deshecho, creado y recreado es producto de su imaginación, de sus sueños muchas veces inverosímiles y descabellados. Incluso, su propia vida es producto de su imaginación. Con su capacidad imaginativa ha podido alejarse de la naturaleza al construirse su propio mundo en el cual ha existido espiritual e históricamente. El hombre es el poeta que habita en el mundo, "su" propio mundo. Este mundo, un día estuvo hecho del material de sus sueños gestados en la intimidad de su pensamiento en donde se retira para meditar. Con su capacidad de fantasear desarrolló un poder creador para forjar nuevas realidades que luego plasmó, directa o indirectamente, en la naturaleza otorgándole de esta menera múltiples e infinitas significaciones.

Pero su poder creativo no tan sólo se ha volcado hacia la realización del mundo exterior, en la naturaleza, sino que también se ha dirigido a su propia intimidad, dando origen a una trama interior, gobernada y regida por leyes, categorías y principios que han regido su pensamiento, conducta y personalidad. El ser humano piensa y su pensar se rige por leyes que la imaginación ha puesto y supuesto. De esta manera, la topología del pensamiento es también producto de la extraordinaria fuerza creadora de la imaginación. El hombre esencialmente es un poeta, creador de novelas, forjador de mundos, artífice de leyendas, gestador de mitos.

"El sueño de la razón produce monstruos"... pero, además, permite que la imaginación quede libre de la compleja maquinaria categorial racionalista. La imaginación, en perfecta armonía con el pensamiento nos abre un mundo de infinitas posibilidades, opuesto a la cotidianidad y precisión de la razón ... ¡Es posible un pensar superior de la imaginación! El sueño de la razón se produce por agotamiento, por incesante repetición de lo mismo, por ... aburrimiento.

En nuestro pensamiento se ha ido incubando sueños de diversa naturaleza, imaginería surgida en torno a los diversos temas, asumamos nuestros propios sueños. La naturaleza de nuestra invención proviene de dicha incubación y surge en nuestra conciencia en forma de intuición, lo que la moderna psicología llama insight. Esta situación es producto de una actitud creadora del pensamiento cuando, muchas veces, "se busca la solución" a tal o cual problema. Los ejemplos son múltiples: Descartes descubrió los axiomas de geometría siguiendo este camino y a Kekulé, se le reveló en sueños el hexágono bencénico. Esto viene a subrayar el papel de la imaginación en el proceso creativo en un pensamiento desligado de la "realidad". En este sentido, el polo imaginativo prima sobre el polo realista del pensamiento. Cuando la conciencia se encuentra desligada de sus formas y principios rígidos y realistas es el momento oportuno para la "claridad" de la creación. En el mundo artístico encontramos en una multiplicidad de ejemplos, es oportuno citar el caso de Wagner quien compuso el Preludio del Oro del Rin en un estado hipnagógico.

Una vez que el polo imaginativo de nuestro pensamiento ha creado un nueva estructura o un nuevo mundo de posibilidades, es necesario, en el caso de las ciencias, su posterior verificación, es decir, proceder a constatar en la relidad su probable aplicación. En el caso del pensamiento artístico, no es susceptible esta verificación, dada la compleja trama del nuevo mundo artístico. Por este motivo, se desatiende y se descuida esta constatación en la realidad, ya que el propósito de esta manifestación del pensamiento imaginativo es otro al de buscar soluciones concretas como acontece con el pensar científico. En el mundo de las ciencias se conjugan dos actitudes a saber: una hipercrítica y otra creadora. En el logro de las ciencias, la imaginería depende de un cierto equilibrio y armonía entre ambas actitudes. El científico que quiere progresar y desarrollar su ciencia debe, en cierta medida, abandonar su ciencia.

El mundo de la imaginación nos presenta un repertorio de infinitas posibilidades en la gestación de nuevos mundos, externos e internos. Si el hombre quiere lograr un nivel superior de su pensamiento, de su capacidad racional, debe seguir el camino de la imaginación; de esta manera, puede tener acceso a la brecha abierta a un mundo nuevo, a otra dimensión del pensar. Pero este problema específico dependerá de una actitud distinta ante las capacidades de nuestro pensamiento.

El filósofo que ha seguido el camino estricto y riguroso del racionlismo, debe olvidar su saber (aunque sea temporalmente) y romper con sus antiguos hábitos de investigación filosófica. De esta manera se podrán comprender los problemas planteados en la imaginación y el pensar poético. Debemos preparar el ámbito adecuado para que surja en este pensar la llama del ser imaginativo. Es preciso y necesario fundar una filosofía de la imaginación, en entendiendo a ésta, como el estudio del fenómeno de la imagen, de su génesis y de todas sus consecuencias conceptuales e idiomáticas.

Debemos ser poetas en el ámbito que nos ha correspondido desarrollar y ejecutar nuestro pensamiento y acción espiritual. No desechemos nuestros propios sueños, asumamos nuestra loca fantasía, consideremos como un descubrimiento importante aquella llamarada, tal o cual imagen, esa idea que, de pronto, casi sin saberlo, surge en la conciencia y que es producto de nuestros sentimientos, de nuestra alma y de nuestro ser.

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