viernes, 17 de julio de 2009

No se trata d cerrar los ojos y estar a solas con tus pensamientos, se trata d cerrar los ojos y estar a solas con el universo

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jueves, 2 de julio de 2009


Antonio Damasio nos explica que las emociones es la regulación homeostática que asegura la supervivencia , y se agrupan en procesos polarizados sensaciones positivas y negativas, de placer o dolor, acercamiento alejamiento, recompensa o castigo, ventaja o desventaja. Muy bien podríamos decir, inspirados en Schopenhauer, que estas son una expresión de la voluntad: ingredientes esenciales primarias como la alegría, la tristeza, el miedo, la sorpresa y el disgusto.

La música no puede representar las ideas y los motivos sino a las emociones.

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La música no es capaz de representar el objeto de un deseo o de tui tu timiento, ni sus motivos, sino solamente aquellos e1ementos que tienen que ver con la voluntad: facilidad o dificultad, relajamiento y tensión, satisfacción o deseo, placer o dolor. La música es una representación de aquello que no puede ser representado.

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UNA ESTATUA DE PROPORCIONES PERFECTAS, viene a estar como animada por un espíritu, se vuelve estatua mágica. Los magos introducen los espíritus en las estatuas, con ritos que reflejan la armonía de los cielos. Si se aplicase esto a las imágenes talismánicas internas, su poder consistiría en sus proporciones perfectas.

Bruno no alcanzó a presentarle su reforma religiosa-basada en el hermetismo- al Papa, por que antes fue quemado por la inquisición. El templo en que se celebrarían los rituales de la religión de bruno estaba dentro de la cabeza de cada uno.

Imaginen que cierran los ojos y a diez metros enfrente de ti, hay un hombre vestido de oriental tomado sonoramente una taza de té. Atrás hay un oso que se levante y posa sus cuatro patas en el suelo, a diez metros a la izquierda hay un búho leyendo un libro y al otro lado una persona que hecha humo por su cabeza y traje, cada una de estas personificaciones es una puerta para entrar a una sala igual.

A su vez miro al cielo y cada planeta tiene la forma de un arquetipo, el padre, la ley, la madre, la virtud, etc. Como si yaciera dentro de nuestra imaginación la bóveda celeste y en ella sus planetas combinándose en las orbitas que dibujan en el cielo, las cuales puedo mover a voluntad y con ella regular los destinos que marcan los cielos, entendiendo que nuestro carácter es nuestro destino.

Cada dios y cada diosa de la mitología Bruniana representan un carácter humano diferente. Entre los 12 dioses y sus conceptos acompañantes, y la combinación de unos con otros, tenemos una buena aproximación a la mayoría de los diferentes comportamientos humanos posibles. Los dáimones (imágenes personificadas) hoy siguen, en la sombra, presentes. Antes convivían imaginariamente en el mundo, en una realidad ambigua, no dual, sin categorías dentro/fuera, este/otro mundo.

Es una peculiaridad estrictamente occidental confundir lo físico con lo que es literalmente real, resultado de la polarización cristiana entre alma y cuerpo; fuera del cristianismo y de otras religiones monoteístas el alma es casi material como el cuerpo casi espiritual y ambos forman un todo daimónico; somos organismos fluidos que pasamos fácilmente de este mundo al otro, de la vida a la muerte; también nosotros somos daimónicos, realidades míticas. Los mitos nos dicen que vivamos sin resoluciones, en un estado de tensión creadora con nuestra doble dimensión. Cuando leemos una novela no construimos sólo la historia en nuestra imaginación, también transformamos al “yo” que lee.

Cada uno de nosotros es un manojo de fantasías y de viejos temores que transfiere y proyecta en sus relaciones cotidianas y personales.

Bruno era ambicioso, su objetivo era alcanzar la gnosis hermética, reflejar el mundo en la mente gracias a los procedimientos mágicos, entre los que se hallaba el aprendizaje mnemónico de las imágenes mágicas de las estrellas y convertirse de este modo en un gran mago y dirigente religioso capaz de efectuar milagros. Y Bruno predicó su contrarreforma egipcia, su pensamiento del hermetismo mágico egipcio y trató de profetizar un retorno a las enseñanzas de Hermes, así como una ética y moral muy especial, que quizás fueron la base de la francmasonería que aparece en Inglaterra en los comienzos del siglo XVII y se ganó la muerte en manos de la inquisición, fue quemado vivo en plaza pública, Campo di Fiori.

"Lo mismo que el espacio exterior al mundo, el mundo imaginal, debe estar, según mi opinión, lleno de seres inteligibles, es decir, afines a la divinidad de dicho espacio, así el imaginario se halla absolutamente ocupado por seres vivos"

La religión de la mente y el mundo de Bruno se trata de construir una casa para Dios como escenario de íntimas meditaciones. El creyente se transforma en un artista de imágenes divinas para interpretarlas, entenderlas y experimentarlas en toda su complejidad.

Al morir Bruno, creo al mártir de su propia religión y legó su imagen talsimánica en forma de estatua mágica en el Campo de Fiori.

"El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo".

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El primer 'book-trailer' de la literatura española
El leonés Javier Menéndez Llamazares relata las peripecias de su abuelo durante la Segunda


Los llamados 'book-trailers' son una nueva forma de presentar la literatura, de un modo novedoso, a través de internet. Estos 'avances audiovisuales' consisten en una grabación de duración breve -oscilan entre uno y cuatro minutos, al estilo de los videoclips musicales- en los que se condensa el argumento del libro y se dan a conocer los personajes y algunos pasajes. Más extendidos en el mundo anglosajón, la editorial Funambulista inaugura este nuevo formato en la literatura española con la producción de una 'novela-trailer', 'El método Coué', de Javier Menéndez Llamazares.

La novela se vende en papel, en las librerías, pero tiene la particularidad de que el lector puede 'ambientarse' a través de la red. La historia ha sido llevada al formato audiovisual por el cineasta José Luis Santos. Este innovador 'trailer-book' puede verse tanto en la página del libro: www.elmetodocoue.com, como en el portal Youtube.com.



La memoria familiar, la imaginación y la recreación histórica van de la mano en una novela que nos traslada a la Segunda Guerra Mundial. "Es la historia de mi tío abuelo Manuel Llamazares, piloto de la Escuadrilla Azul, unidad aérea española que combatió junto a los alemanes", explica el autor.

El protagonista deja un país roto por la posguerra para vivir el apogeo de la Alemania nazi, primero como aviador en el Frente de Moscú y después como personal diplomático en la embajada española en Berlín. Bajo el enigmático título de El método Coué -una peculiar psicoterapia ideada a principios del siglo XX por el psicólogo francés Émile Coué, pretendidamente capaz de materializar el poder de la mente, en la que el paciente ha de repetirse cada mañana: "Hoy me siento mejor, me encuentro mucho mejor"-, se siguen los pasos del protagonista en la capital alemana. Tras combatir en el frente ruso y convertirse en un héroe de la aviación alemana, recaló en Berlín, donde descubrió el mundo de los corresponsales extranjeros, pero también el amor, en la persona de una bella alemana, Claudia Stolz, secretaria en el Ministerio de Propaganda.

"Este paseo por el amor y la muerte le condujo hasta la Prinz-Albrechtstrabe, sede de la temible Gestapo", precisa el autor, quien prefiere no desvelar más elementos de la intriga.
Además de la originalidad de contar con un 'trailer', la obra se está dando a conocer al público con espacios ideados para la participación, como un novedoso sistema de 'videoreseñas' en el que cualquier lector puede grabar y añadir un video con sus propias opiniones. Javier Menéndez Llamazares (León, 1973) es titulado en Biblioteconomía, Lingüística y Tecnologías de la Información. Ha trabajado como documentalista en Colonia (Alemania), como periodista en la localidad leonesa de La Bañeza (León) y posteriormente como editor en Santander, donde reside desde 2004.

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miércoles, 1 de julio de 2009


La imaginación: raíz común de nuestras facultades cognitivas


Si, con los conocimientos que tenemos hoy sobre los procesos cognitivos de nuestra mente, leemos atentamente la Crítica del Juicio –o facultad de juzgar-, nos daremos cuenta de que muchas intuiciones kantianas sobre nuestra forma de conocer, están resultando ser compatibles con las últimas ideas de las neurociencias.


La imaginación en Kant, juega un papel crucial en su relación con las demás facultades cognoscitivas1, a la hora de producir universales –esquema-, estableciendo el enlace necesario entre la sensibilidad y el entendimiento. Claro que hay toda una interpretación kantiana dedicada a enfatizar la marcada frontera que el pensador estableció entre lo racional y lo emocional –demasiado encarnado y pasivo para la visión de Kant-, pero no por ello puede ignorarse la importancia del sentimiento de placer/displacer en los procesos cognitivos, ni la centralidad de la imaginación, raíz común entre el conocimiento puro y práctico, dentro de su fundamentación trascendental.


Parece pertinente establecer un lazo entre una determinada lectura de la obra crítica kantiana y los últimos descubrimientos que las imágenes cerebrales nos están desvelando. El haber situado su última crítica, la del Juicio, al centro de la razón pura y de la razón práctica, aquello que nos es legítimo conocer y aquello que nos es legítimo decidir, hace del puro reflexionar la desconocida raíz común necesaria para emitir juicios y poder también determinarlos. Y eso es lo que continuamente hacemos o deberíamos hacer para vivir preferiblemente en el bienestar.


Dentro de esta lectura kantiana, no deja de sorprender el lugar central que ocupan los juicios estéticos y muy especialmente el faktum de la belleza en nuestras capacidades de conocer. Su investigación minuciosa acerca de las mismas condiciones de posibilidad de que pueda existir el conocimiento, la teleología de la naturaleza, le hará pensar sobre el estado cognitivo –placentero- del puro reflexionar, que no es otro estado que el de una búsqueda sin fin de figura, imagen, que no llega a determinarse, la belleza. Un estado de máxima actividad donde la imaginación entrelaza la sensibilidad y el entendimiento para crear figuras. El momento estético necesario para poder incluso imaginarse los conceptos científicos más complejos-, el eureka del genio que hace la regla.

También los debates entre filósofos y neurocientíficos contemporáneos nos hablan de cuestiones éticas y estéticas, produciendo cada vez más conocimiento sobre nuestros procesos cognitivos comunes, sin abandonar la pregunta de qué es el conocimiento. Quizá en este sentido, más que una post-modernidad libre de grandes relatos e ideologías, vivimos en una modernidad no completada, inacabada, puede que incluso perdida. Tiempos de perfectos bárbaros tal y como lo demuestra la historia.


Es en la crítica del gusto donde Kant establecerá, a mi parecer, una clara frontera entre lo puramente carnal –sensible [agradable/desagradable]- y lo que pertenece al libre juego entre el entendimiento y la sensibilidad, los juicios estéticos. En la legitimación del discurso estético, y la posibilidad de que sea universalizable, en la producción de imágenes que pueden ser compartidas, la posibilidad de compartir sentidos, Kant encuentra también la misma posibilidad de que haya conocimiento. El hecho de que las cosas en la naturaleza puedan ser comprensibles, conceptualizables. Y visto desde esta perspectiva, el puro reflexionar deviene imprescindible para poder determinar.


Si pensamos ahora la facultad de imaginar como una pura reflexión prelingüística, capaz de representar plásticamente sobre nuestras disposiciones somatosensoriales cerebrales ideas complejas del cuerpo y de la mente, nos daremos cuenta de que esta disposición nos permite reconocer y recuperar lo que Damasio llama mapas neurales [patterns] del cuerpo y de la mente. Huellas que representan estados complejos del ser vivo. No es casualidad el hecho de que, en esta coderiva ontogénica de lo viviente, los mecanismos adaptados para el tratamiento de imágenes en los sistemas nerviosos de los seres vivos sean un conjunto de estrategias mucho más probadas e interiorizadas en la evolución que el pensamiento lingüístico.


Pero cómo el cerebro hace eficiente esa contextualización inmediata de lo mediato en el mismo cuerpo, es el camino que nos lleva a preguntarnos por el papel cognitivo de nuestras emociones y sentimientos, y cómo éstas se relacionan con el lenguaje y las cosas que pensamos –sus referencias-.

Sólo recordar por ahora que para Maturana, todo ser vivo es una estructura autopoiética clausurada, entrelazada emocionalmente a los demás y a su entorno, y que cualquier cambio estructural que se produce dentro de su organismo es debido a las posibilidades emergentes de su determinación en relación con el medio. Estas consideraciones que clausuran al material vivo en una posibilidad determinada de cambios emergentes en su estructura, son importantes a la hora de situar en lo humano – también en el lenguaje- los conceptos de emoción y sentimiento en su danza estructural con el entorno, y entender su función en los procesos de homeostasis biológicos individuales y sociales.


Para Maturana, el lenguaje se extiende a lo que denomina lenguajear, concepto que incluye todo tipo de actos, gestos y expresiones consensuadas que se dan dentro de una coherencia estructural a la hora de establecer una comunicación entre seres vivos orientados a la acción. La homeostasis de estos organismos autopoiéticos socialmente entrelazados, es también materia de estudio para las nuevas disciplinas neurobiológicas. También lo fue para Kant en su Metafísica de las Costumbres y en su extraordinaria obra política producida desde su antropología fenomenológica, y que sigue siendo imprescindible para entender incluso el marco político internacional en el que se mueve el hombre contemporáneo.

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Para Schopenhauer hay una analogía entre la secuencia temporal propia de la melodía y la conciencia humana. La conciencia conecta todas sus partes en un flujo vital unificado. La melodía, por su parte, es una secuela de tonos en un proceso que tiene un principio y un final, pasa por etapas que presuponen secciones anteriores y que apuntan ha una continuación más o menos esperada.

Lo mismo ocurre con la vida Humana consciente, cuyo sentido une en una sola secuencia temporal un pasado que se conecta con un futuro esperado. Para Schopenhauer es propia de la melodía la alternancia de disonancias y reconciliaciones y dos elementos: el ritmo y la armonía. En el plano armónico la melodía se desvía de la tónica hasta que en un cierto momento es alcanzada una nota armoniosa: aquí se produce una satisfacción incompleta a partir de la cual la melodía retorna a la nota fundamental, con lo que se logra la plena satisfacción.

Para que esto ocurra es necesario que los momentos armoniosos sean apoyados por el ritmo que acentúa ciertos compases. Así, en ciertos puntos los intervalos armónicos coinciden con el ritmo acentuado y en otros se separan, de manera que hay momentos de descanso y puntos de satisfacción.

La sucesión de consonancias y disonancias le permite a Schopenhauer establecer vínculos entre la alegría y las melodías que transitan del deseo a la satisfacción en ciclos rápidos. En cambio, la tristeza es representada por melodías lentas que usan disonancias dolorosas y que tardan muchos compases antes de retornar a la tónica.

Y así, en esta línea, asimila el allegro maestoso, con sus largos pasajes y desviaciones, a las nobles fuerzas dirigidas a un objeto lejano que por fin es alcanzado. Un adagio se refiere al también noble sufrimiento que desprecia la felicidad superficial.

A podamos comparar esta paradójica situación a aquel extraño experimento realizado por Goethe, que tanto le gustaba a Schopenuer: había organizado para la representación de algunas de sus obras a unos cortesanos que sólo se sabían su papel, pero desconocían el conjunto de la pieza hasta que llegaba el día de la presentación en público.

La vida, creía Schopenhauer, era una representación este género, donde los actores desconocen el parlamento de los más. El teatro cerebral de las emociones podrá ser algo similar: sólo cuando aparecen representados en el escenario público externo adquieren un sentido pleno.

Las artes, especialmente la música son como una cámara oscura —como un teatro dentro del teatro o una escena dentro de otra escena— que permite ver los objetos mayor pureza y abarcarlos de una sola ojeada. La ventaja de la Jca sobre el resto de las artes, cree Schopenhauer, es que mientras éstas reproducen sólo sombras aquélla representa esencias.

Antonio Damasio se le ocurrió aplicar la metáfora de una partitura musical a la mente. Los flujos de imágenes, que constituyen la contrapartida interna de lo que observamos, son como diferentes partes musicales de una partitura orquestal en la mente, que represetan escenas externas, objetos, sentimientos y emociones.

Cree, sin embargo, que hay una porción de la partitura interna para la cual no hay una contraparte externa precisa, y es la que entona el sentimiento de identidad propio de la autoconciencia. Damasio piensa en la música como una metáfora de la manera en que diversos grupos de instrumentos concurren para formar un flujo coherente.

La música real que escuchan las personas es, además de una metáfora útil, también una prolongación externa de esos incrementos y decrementos en la de sustancias químicas transmisoras de las neuronas subcorticales que se asocian a sensaciones de aceleración o freno y de placer gusto. Las alucinaciones musicales que sufren algunas personas afectadas de sordera —equivalentes a los miembros fantasma c comentado— podrían indicar que, cuando se interrumpe el t información acústica, los circuitos cerebrales que convierten nidos sencillos en patrones complejos buscan la música en mona y la procesan como si proviniera del exterior. A falta necesarios estímulos provenientes del exterior, en algunas p los circuitos internos fabricarían su propia prótesis fantasma.

El propio Damasio escribe que “la tristeza activa consistente las regiones medias de la corteza prefrontal, el hipotálamo y el cortex cerebral, mientras que la cólera o el miedo no activan ni la prefrontal ni el hipotálamo’. Sin duda las emociones proc dos” y señales en el cerebro que apenas se han comenzado a d frar. Por lo pronto los neurocientíficos escuchan y registra concierto de sincronías, discordancias, frecuencias en la osc.. periódica, velocidades de los disparos neuronales, sustancias misoras que inhiben o estimulan y modulaciones de intensidad.

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el arte de la memoria y marcadores cognitivos


No deja de ser inquietante que un tratado romano de retórica del año 85 a.C., que recoge la antigua tradición griega, contenga el núcleo de la conocida hipótesis del «marcador somático” propuesta por algunos neurobiólogos actuales. El marcador somático es una asociación interna entre situaciones emocionales y ciertos estímulos complejos.

La conexión implica una marca somática (positiva o negativa) que se agrega al recuerdo de un determinado estímulo, lo cual facilita la toma rápida de decisiones cuando posteriormente se repite el estímulo. Se supone que estas marcas forman parte de un sistema interno de preferencias alojado en la corteza prefrontal. La hipótesis del marcador somático ha sido desarrollada principalmente para explicar, que las funciones neuronales, la importancia de las emociones en el razonamiento y en la toma de decisiones.

Pero es una hipótesis que tiene implicaciones más amplias, pues además de describir cómo se ‘etiquetan” emocionalmente ciertas experiencias que se almacenan en la memoria, propone una interpretación de la manera en que las convenciones sociales y las normas éticas se “interiorizan” bajo la forma de marcas que asignan valores positivos o negativos a las experiencias.

La antigua mnemotecnia, por su parte, se proponía efectuar por medios artificiales externos marcas en la memoria interior, asociadas a emociones, con el objeto de facilitar que los recuerdos se guardasen ordenadamente y fluyesen con facilidad en el momento en que eran requeridos para expresarlos en público en discursos o parlamentos.

Las imagines agentes son marcadores que señalan la existencia de puntos de conexión entre el medio sociocultural y el cerebro. Nos indican que hay conductos por los que fluyen señales artificiales capaces de modificar los circuitos cerebrales.

Muchas personas que gozan de memoria prodigiosa —y que compiten en concursos internacionales— utilizan todavía la antigua mnemotecnia inventada por Simónides y exaltada por Cicerón). La técnica consistía en imitar artificialmente a la naturaleza, pues se partía de que los sucesos cotidianos ordinarios se suelen olvidar, mientras que los acontecimientos extraños, nuevos o maravillosos se retienen en forma natural en la memoria.

La eficacia del método proviene, me parece, de que es capaz de “traducir” las secuencias internas de señales neuronales a símbolos, y viceversa: convertir series ordenadas de símbolos en marcas neuronales que funcionan como enlaces ligados a emociones y a experiencias. ¿Cómo intentan los neurobiólogos actuales explicar este fenómeno? Suelen acudir a la propuesta de Donald Hebb, quien partió de la idea de que las conexiones entre neuronas que disparan simultáneamente se fortalecen.

Teniendo en mente la teoría de los reflejos condicionados, Hebb supuso que las neuronas que se activan al escuchar una campana se conectan con neuronas cercanas que se activan cuando en el mismo momento se le ofrece al perro (con el que experimentaba Pavlov) alimento. Así se forma un circuito neurona que “sabe” que la campana y la comida están relacionadas. Algo similar podria ocurrir en el ejemplo que da el antiguo tratado romano de retórica que he citado (Ad Herennium).

Para que el defensor en un juicio por asesinato recuerde un punto clave de la acusación, propone imaginar unos testículos de cordero: ello trae a la memoria, por similitud fonética, que hubo unos testigos que presenciaron el crimen. Esta imagen es parte de una secuencia ordenada, en la que aparecen otros símbolos: una copa (veneno) y unas tablillas (testamento, que indica el motivo del crimen).

Podemos suponer que las neuronas que se activan cuando se contemplan unos testículos se ligan a otras que disparan cuando se sabe que en la escena del crimen hubo testigos. Entre las neuronas “testimoniales” y las “testiculares” se forma un enlace permanente o, al menos, de larga duración. Ello se explica porque la activación simultánea de las neuronas provoca que las sinapsis que las unen se potencien.

El problema consiste en que las enzimas y las proteínas que fortalecen o debilitan las sinapsis deben ser sintetizadas a partir de genes específicos. Pero ¿cuáles son las señales que activan a estos genes? La explicación de Douglas Fields, a partir de experimentos en su laboratorio, es que os fuertes estímulos provenientes de disparos simultáneos de varias sinapsis (o de una sola activándose repetida mente) despolarizan la membrana de una célula nerviosa.

El potencial de acción de estos disparos hace que los canales de calcio, sensibles al voltaje, se abran. Entonces los iones de calcio interactúan con las enzimas y proteínas, que activan un factor de transcripción (CREB), el cual a su vez activa a los genes que fabrican las proteínas que provocan el fortalecimiento de las conexiones sinápticas.

Esto quiere decir que el núcleo de la neurona escucha directamente los disparos de la célula y al hacerlo determina cuándo hay que fortalecer permanentemente la sinapsis para que la memoria sea durable)

El antiguo autor de Ad Herennium explicaba que con el método para fijar datos en la memoria “el arte complementará a la naturaleza” Es decir, que ciertos mecanismos culturales se convierten en suplementos o prótesis de las redes cerebrales.

El proceso mnemotécnico comienza por asociar palabras, cosas o ideas a dos tipos de imágenes visuales, ya que se consideraba, como dijo Cicerón, que “el sentido de la vista es el sentido más agudo”) La primera imagen es un locus preciso ubicado en una construcción arquitectónica. La segunda imagen es una marca: la figura de una persona, una máscara, un dios, un héroe o un objeto que produzcan un impacto emocional.

Si continuamos la secuencia en términos modernos, diríamos que los temas, los loci y las marcas activan tres conjuntos diferentes de neuronas que inician disparos sincronizados hasta lograr que las sinapsis que conectan a los tres grupos se fortalezcan de manera permanente.

Aunque estamos todavía muy lejos de poder descifrar las señales eléctricas y químicas que generan redes neuronales interconectadas para fijar la memoria, podemos comprender que la mnemotecnia haya tenido un impacto tan profundo y duradero en la cultura occidental.

El arte de la memoria era un sistema que comunicaba el mundo cultural con el microcosmos interior. Y no sólo abría un canal de comunicación: permitía que con los artificios de la cultura se manipulasen las esferas del alma. Por supuesto, esta intromisión forzada de los poderes de la imaginación en las elevadas partes racionales del alma fue un reto para la escolástica cristiana. Alberto Magno y Tomás de Aquino, con la ayuda de la filosofía aristotélica, lograron justificar la manipulación de imágenes propia de la memoria artificial. La imaginería mediadora con fuertes impactos emociona les (las imagines agentes) fue sustituida por “similitudes corporales’ lo que fue legitimado por el hecho de que la cognición humanal es más poderosa ante las cosas sensibles. Ello ayudaba a que temas muy sutiles y espirituales fueran mejor recordados en el alma como formas corporales. Frances Yates ha dedicado un maravilloso la historia de la memoria artificial, y ha descrito cómo este antiguo arte desembocó en el pensamiento renacentista. Me parece que la lectura del libro de Yates muestra que la exaltación del arte de Iç memoria fue, entre otras cosas, una búsqueda de aparatos traductores: de artificios para transformar ideas en señales capaces de sumergirse en el micromundo interior de la memoria y reorganizar poderes del alma.

El análisis del pensamiento de Giordano Bruno es uno de los pasajes más fascinantes del trabajo de Yates. Es un ejemplo magnífico de la obsesión por entender y perfeccionar el arte de la memoria como aparato mediador y traductor. No debe extrañarnos que Bruno usara en esta tarea de desciframiento y manipulación de símbolos, metá foras y señales, algunos de los recursos que su cultura le ofrecía: la cabalística, la hermética, la magia y la astrología. Utilizó como marcadores las imágenes de las estrellas y los planetas, las pensó como “agentes superiores” y las colocó en el centro de un sistema de círculos concéntricos (cada uno con 150 imágenes) concebido como una extraña combinatoria mediadora que conecta las esferas celestes con las ruedas internas de la memoria. Las imágenes de las estrellas se enlazan, en el siguiente círculo, con símbolos de vegetales, animales, piedras, metales y otros objetos varios. El siguiente círculo consiste en una variada lista compuesta solamente de adjetivos, todos escritos en acusativo. Los siguientes círculos se componen de una lista de inventos (agricultura, cirugía, flauta, esfera, etc.) junto con sus correspondientes inventores (Osiris, Quirón, Marsias, Atlas, etc.). Frances Yates descubrió que las series de imágenes de Bruno forman parte de un sistema de círculos combinatorios como el que creó Ramon Llull. Giordano Bruno construyó un mecanismo mediador que, al manipular las imágenes de las estrellas (que son en realidad “sombras de ideas”), permitía imprimir en la memoria, por medio de las ruedas concéntricas, las imágenes adecuadas de los “agentes superiores”. Como señala Yates, las concepciones renacentistas de un cosmos animado, como la de Bruno, abrieron el camino a la idea moderna de un universo mecánico basado en procesos matemáticos, como el que exploró Leibniz. Pero a Bruno le interesaba menos el mundo externo que la mecánica interior y el funcionamiento de las ruedas de la memoria.

Si se quiere tener una idea concreta y viva de lo que significa esta maquinaria mnemónica, basta con leer el hermoso libro del gran psicólogo A. R. Luna sobre el caso de un hombre que, gracias a una acentuada sinestesia, tenía una memoria absolutamente excepcional. Esta persona asociaba imágenes visuales, sabores, colores, números y palabras de manera espontánea, lo que le permitía construir la sociedad promueve la insatisfacción corporal con el fin de suscitar el deseo indiscriminado de "remedios de belleza" y la persecución de un ideal imposible.

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